Postmodernity and the university
DOI:
https://doi.org/10.5944/reec.20.2012.7594Palabras clave:
post-modernism, post-modernity, risk, difference, knowledge society, knowledge production, teaching, research, post-modernismo, post-modernidad, riesgo, diferencia, sociedad del conocimiento, producción del conocimiento, docencia, investigación,Resumen
The utility of post-modernism as an interpretative framework for understanding the development of contemporary higher education systems is sharply contested. Critics argue that post-modernism is, at best, a set of ideas in aesthetics, literature and critical theory with limited relevance outside these domains and, at worst, a passing intellectual fashion that is now out-of-date. However, post-modernity —or, as some would prefer, late modernity or ‘fluid’ modernity — is perhaps a more useful idea. In 21stcentury society there are a number of trends, some structural such as the growth of a knowledge-based economy and development of new patterns of knowledge production; and some conceptual such as the reconfiguration of time and space and the recognition of ‘difference’ (and risk?) as key factor in the constitution of social life (and individual identity), which have a direct impact on the university. This impact is felt in two ways — first, the university is a primary engine of these transformations. Secondly, the university is shaped by these transformations (both normatively and cognitively in terms of teaching and research and structurally in terms of its organisational characteristics, governance and management)
La utilidad del postmodernismo como marco interpretativo para comprender el desarrollo de los sistemas contemporáneos de educación superior ha sido severamente contestada. Los críticos argumentan que el postmodernismo es, como mucho, un conjunto de ideas en los ámbitos de la estética, literatura y teoría crítica con relevancia limitada fuera de esos campos y, a lo peor, una moda intelectual pasajera que actualmente está caducada. No obstante, la postmodernidad —o, como algunos preferirían, la modernidad tardía o modernidad «fluida»— es quizá una idea más útil. En la sociedad del siglo XXI hay un cúmulo de tendencias, algunas estructurales, como el crecimiento de la economía basada en el conocimiento y el desarrollo de nuevos modos de producción de conocimiento, y algunas conceptuales, como la reconfiguración del tiempo y el espacio y el reconocimiento de la «diferencia» (¿y el riesgo?) como un factor clave en la constitución de la vida social (y la identidad individual), que revelan un impacto directo en la universidad. Este impacto se ha dejado sentir de dos maneras. En primer lugar, la universidad es un motor primordial de estas transformaciones. En segundo lugar, la universidad está siendo moldeada por estas transformaciones (tanto normativamente como cognitivamente, en términos de la docencia y la investigación, y estructuralmente en términos de sus características organizativas, gobierno y gestión).