La crisis del estado de partidos o «Ahora sí que viene el lobo»
DOI:
https://doi.org/10.5944/trc.35.2015.14927Palabras clave:
democracia representativa, partidos políticos, participación democrática, sistema electoral, representative democracy, political parties, democratic participation, election system,Resumen
En los últimos tiempos, la desafección hacia el sistema político ha crecido exponencialmente debido sobre todo al malestar suscitado tanto por la gestión de la crisis económica e institucional como por la reiteración de distintos episodios de corrupción pública. Sin duda, ello ha intensificado la crisis de la representación, tan antigua como la representación misma, y exacerbado la crítica al rol que ejercen hoy en día los partidos políticos. No en vano, estas disfunciones observadas traen causa no sólo de la mayor o menor pericia a la hora de gestionar los intereses públicos sino también de razones más estructurales como el hecho de que la débil institucionalización de mecanismos de participación democrática ha dado pie a que el Estado de partidos exhiba un funcionamiento extremadamente opaco y de signo oligárquico que, a su vez, es fuente de todo tipo de excesos, entre ellos la corrupción o la «colonización» de la mayoría de instituciones. En suma, el poder tan generalizado de los partidos ha mermado el Estado de Derecho y limitado sustancialmente el ejercicio real de la democracia al dejar escaso margen para que los ciudadanos decidan sobre la marcha de la sociedad. Y esta situación reclama un mayor equilibrio de poder entre ésta y los partidos políticos.
In recent times, the disaffection with the political system has grown exponentially mainly due to unrest sparked by both the management of economic and institutional crisis as the reiteration of different episodes of public corruption. No doubt this has intensified the crisis of representation, as old as the representation itself, and exacerbated the critical role they play in today’s political parties. Not surprisingly, these dysfunctions observed bring not only because of varying expertise at managing the public interest but also more structural reasons such as the fact that the weak institutionalization of democratic participation mechanisms has led to the State parties exhibits an extremely opaque and operating oligarchic, in turn, is the source of all kinds of excesses, including corruption or «colonization» of most institutions. In short, the so pervasive power of the parties has undermined the rule of law and substantially limited the effective exercise of democracy to leave little room for citizens to decide on the progress of society. This situation calls for a greater balance of power between it and the political parties.