La narrativa elocuente de Antonio Muñoz Molina
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Bruselas et al.: Peter Lang, 2021, 248 pp.
ISBN: 9782875744555
Francisco Morales Lomas ha coordinado un estupendo ensayo donde se recogen artículos dedicados a analizar la obra de Antonio Muñoz Molina. No hace falta decir que Muñoz Molina ha creado un cosmos narrativo donde viven muchos personajes, muchos espacios y también ha ido fraguando a lo largo de su trayectoria literaria un espacio para la meditación, donde la literatura se convierte en un espejo de reflexión. La necesidad del escritor de entender la palabra como un tejido donde va creciendo el tapiz de la creación ha sido una constante en Antonio Muñoz Molina.
Francisco Morales Lomas habla de una visión general de su narrativa, centrándose en La noche de los tiempos; Fernando Valverde nos habla de la Lisboa que da sombra al asesino de Martin Luther King; Nieves García Prados reconstruye la historia real en la que está basada la novela Plenilunio; Antonio Varo y José Antonio Santano se centrarán en El jinete polaco y en Mágina, espacio de ficción donde Muñoz Molina ha creado un universo literario. Rafael Ruiz Pleguezuelos y José María Barrera López hablan de Sefarad, novela que nos lleva al exilio y al desarraigo. Raquel Lanseros entiende la narrativa de Muñoz Molina centrando su texto en el tema poético, porque la prosa del autor es también un espejo de lo lírico. En Muñoz Molina respira todo un mundo de imágenes, de sensaciones, de evocaciones. Antonio Rodríguez Jiménez habla de la huella de Muñoz Molina en los poetas de los 80, teniendo como espacio de encuentro El invierno en Lisboa.
En los últimos apartados del libro podemos aprender mucho con las reflexiones de Manuel Ángel Vázquez Medel en el análisis político de la novela Todo lo que era sólido y la idea de la literatura como utilidad o espacio inútil desde el punto de vista práctico, pero necesario para el crecimiento personal en el artículo de Remedios Sánchez García.
Con estos mimbres, el libro analiza todos los espejos del mundo literario del escritor, porque la diferencia de prismas nos abre a una reflexión: ¿es Muñoz Molina un autor esencial en nuestra literatura? Indudablemente sí, por la hondura de sus novelas y por ese aspecto ensayístico que ha ido adquiriendo sus últimos libros, donde se plantea la necesidad de la evocación del pasado o la renuncia a mirar al ayer y aceptar el tiempo actual.
En el artículo de Rafael Pleguezuelos, titulado “Belleza a la espera: inmovilidad y juegos de memoria en la narrativa de Antonio Muñoz Molina”, señala el autor algo muy importante en el escritor, la nostalgia, concepto que es clave en su narrativa, porque hay algo que siempre se evoca y en un presente parece que sus personajes viven anhelando lo no vivido, recordando lo que ocurrió o esperando algo que no llegará: “La nostalgia es una neblina tan densa en la producción del novelista andaluz que ocupa cuanto escribe, ya esté realmente dirigido al pasado o, más llamativamente, a ese futuro sobre el que se especula” (p. 125).
En el artículo “La melancolía de Antonio Muñoz Molina en la novela”, Antonio Varo Baena incide en la idea de ese regreso a la infancia, como la etapa de la felicidad, pero el escritor vive aún en su ensimismamiento, porque sabe que hasta el pasado contiene infelicidad: “En El jinete polaco, el sentimiento melancólico se hace explícito en el recuerdo del niño que fuimos; el paraíso perdido de la infancia es un estímulo demasiado fuerte para ensayarlo y al tiempo incómodo” (p. 99). Es incómodo, porque del pasado también se extrae una melancolía, como si el niño fuera ya un ser melancólico, de la vida que no está viviendo e imagina.
Francisco Morales Lomas incide en la idea de la creación como un fresco sobre el tiempo en El jinete polaco en su artículo “Perspectivas sobre la narrativa de Muñoz Molina”, cuando dice: “Pero también esta novela es un encuentro con sus propias raíces, con la memoria y con los territorios de la infancia que llegan una y otra vez en forma de situaciones envolventes como la del cuerpo emparedado o la del retratista” (p. 28). Y siempre, como dice Morales Lomas, la ciudad natal, Mágina en su novela, territorio onírico, como la Comala de Juan Rulfo o el universo de García Márquez o de Faulkner. Muñoz Molina sabe muy bien que el espacio de la novela es también protagonista, que respira a través de las páginas y así su Mágina es la ciudad del recuerdo, la ciudad de la infancia, pero también testigo que mira a los seres humanos, que los radiografía en el tiempo.
Como indica José María Barrera López, en su artículo “Exilio y novela”, cuando se refiere a Sefarad, hay en Muñoz Molina un exilio interior, afectivo, que va desde la realidad del destierro de tu patria al destierro de tu lugar en el mundo, más hondo todavía, lo que lleva a la melancolía de la que hablaba antes y que nutre toda su obra narrativa:
Es la obra de Muñoz Molina un ejercicio de deudas a dos grandes, como nos recuerda Raquel Lanseros en su artículo: “Pura alegría: una aproximación poética a su literatura”, porque Max Aub y Onetti son dos cimientos donde ha creado el escritor una mirada, como confesó en su Discurso de Ingreso en la Real Academia Española el 16 de junio de 1996.
Como señala acertadamente Manuel Ángel Vázquez Medel en su artículo “Una serena e inaplazable rebelión cívica”, es la mirada. Cita para ello las palabras de Justo Serna, el cual escribió un importante estudio titulado Antonio Muñoz Molina. El tiempo en nuestras manos (editorial Fórcola, 2014), donde señala en el prólogo que es la mirada, atenta, con la que escruta los hechos, con el rigor implacable del que novela sabiendo que el ensayo y la novela son todo un tejido, un tapiz que se une, donde los géneros convergen. Ya no podemos hablar de un género, sino del encuentro en un hallazgo lingüístico de todas las formas posibles de la creación.
Da la sensación de hallarnos ante un escritor cuyo afán es encontrar en su obra la luz que amaine su soledad, porque, para el escritor de Úbeda, la literatura es un ejercicio lejos de lo social, envuelto en la madeja del lenguaje, de sus prismas, de los espejos que ha ido cristalizando en una obra madura y llena de convergencias. Lo indica así Antonio Rodríguez Jiménez, cuando en su artículo “La huella de Muñoz en los poetas de los ochenta a través”, señala: “Para Muñoz Molina la literatura es soledad y la vida literaria es tumulto. El trabajo de escritor o de lector es absoluta soledad, aunque en la vida literaria se convierta en actor. Él sabe que no tiene más remedio que publicitarse, aunque el mayor tiempo lo utiliza para encerrarse y crear” (p. 179).
La idea de la melancolía también está en Beltenebros, en El invierno en Lisboa. La obra narrativa de Muñoz Molina es un fresco que habla al mundo interior, que busca a través del lenguaje, muchas veces poético, la luz que nos lleva a la conciencia y a vernos en un espejo del tiempo. A través de sus personajes, vemos al hombre que se busca en otros paisajes, el que anhela otro amor, el que sueña otra vida.
Estamos ante un libro que incluye también un interesante artículo de Luis Antonio Espejo-Saavedra Santa Eugenía cuando hace una comparativa entre Baroja y Muñoz Molina. Ambos narradores crean un espacio y unos personajes que respiran y que nos envuelven en la nostalgia del tiempo, el vivido y el que imaginamos.
La edición que ha hecho Francisco Morales Lomas es espléndida y los artículos son todos de primera calidad, donde se hace un análisis detallado de novelas y de las miradas de Muñoz Molina a la literatura. Editado por Peter Lang, en Bruselas, es un estupendo ejercicio de análisis que confirma la calidad literaria de un narrador que traspasa la página, que va más allá de la historia que cuenta y que penetra en nosotros con la sensación de buscar, a través de una melancolía ante la vida, ese espacio que se nos escapa, ese lugar que soñamos y que, al despertar, ya no está con nosotros.
Muñoz Molina se convierte así en un narrador que ha dejado en su mirada muchas voces que aún suenan en nuestro interior, porque la escritura y la creación ya es inmortal y nos sobrevivirá. El escritor, condenado a desaparecer como todos los demás, deja en su obra la huella de un tiempo y de un espacio que siempre volverá a aparecer para generaciones futuras, porque la condición humana siempre es la misma, pero la mirada del escritor es única y permanecerá cuando ya no estemos.
Pedro García Cueto Profesor de Lengua Castellana y Literatura en el IES Tirso de Molina
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Francisco Morales Lomas
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