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Entre agujas y catecismo. Representaciones de género y estrategias políticas en el trabajo. El Sindicato de Costureras de Buenos Aires y la campaña en defensa del trabajo a domicilio (1936-1946)
Abstract
Resumen: Este artículo analiza el papel del Sindicato de Costureras de Buenos Aires, ideado por la Acción Católica Argentina (ACA), en un periodo que abarca desde sus orígenes hasta la llegada del primer peronismo. A través de un ejercicio de historia social con perspectiva de género se presentan las estrategias de la Asociación de Mujeres de la Acción Católica (AMAC) en los ambientes laborales, y también el proselitismo que desarrollaron las católicas con las trabajadoras de la industria textil durante este periodo. En esta investigación se muestran los arquetipos de género y el ideal de feminidad de la cultura católica en Argentina, que atravesaban la pertenencia social de las católicas y de las costureras. Finalmente, se realiza una aproximación a la campaña por la defensa de la Ley de Trabajo a Domicilio que enarboló la ACA, concluyendo cómo los discursos proteccionistas se encontraron.
Main Text
1. INTRODUCCIÓN
A comienzos de la primavera de 1945, Elisa V. de Gioia, empleada de la sastrería Casa Salerno, alzó la voz para reclamar el pago de su salario según la cantidad anotada previamente en su libreta2. Elisa se encontraba entonces afiliada al Sindicato de Costureras de la Ciudad de Buenos Aires, de origen católico, y a él acudió para formalizar una denuncia contra los dueños de Casa Salerno por el impago de las prendas.
Desde fines del siglo XIX, la Iglesia había intervenido e influido en los espacios de trabajo a través de la creación de asociaciones mutuales y sindicatos confesionales. Sin embargo, en las investigaciones sobre el movimiento obrero en Argentina es menor la presencia de este actor político-social, garante de la ofensiva contra-sindical frente al llamado «problema obrero»3. La incorporación de la religión como un aspecto más que permea las culturas de la clase trabajadora y atraviesa el conflicto capital-trabajo, permite complejizar en la historia de un movimiento obrero heterogéneo4. La religión condiciona el proceso de formación de las identidades y de las culturas obreras. También las relaciones sociales que se establecen entre trabajadoras y trabajadores, y entre sindicatos y patrones. Esta categoría, historizada, facilita el análisis de otras relaciones o formas de poder y/o control social, propone aportaciones al debate de la conformación de las subjetividades, y arroja nuevos matices sobre las estrategias y enfrentamientos que se articularon en los espacios laborales.
Tomando los aportes de la historia social con una perspectiva de género5, esta investigación indaga en la trayectoria del Sindicato de Costureras, un espacio donde compartieron cotidianeidad las católicas y trabajadoras argentinas, muchas de ellas inmigrantes procedentes de Europa y de países limítrofes. El propósito principal es explorar los discursos de esta iniciativa sindical desde su nacimiento hasta la llegada del peronismo, así como su capacidad de negociación dentro del sector textil ante la Ley de Trabajo a Domicilio de 1941. Todo ello poniendo en relevancia el papel jugado por las católicas como sujetos históricos activos en los espacios de trabajo.
2. ESTRATEGIAS POLÍTICAS Y REPRESENTACIONES DE GÉNERO EN EL SINDICATO DE COSTURERAS
Con antecedentes directos en la UPCA, la Unión Popular Católica Argentina, nacía en 1931 la Acción Católica Argentina (ACA) con el propósito de aglutinar de manera jerárquica las distintas asociaciones católicas a petición de Roma. Su estructura quedó dividida en cuatro movimientos separados según el sexo y la edad de los militantes6. Dos años más tarde, en junio de 1933, la Conferencia Episcopal de Argentina creó el Secretariado Económico Social, dependiente de la Junta Central de la ACA. Su programa se articuló en tres ejes relacionados entre sí: la formación de dirigentes laicos en materia de doctrina social, el estudio de la legislación social vigente –las condiciones laborales de los trabajadores, las tarifas salariales, la cuestión de la vivienda obrera y el trabajo a domicilio– y, finalmente, la promoción de sindicatos y otras agremiaciones de tinte obrerista. Durante 1935, un año después del XXXII Congreso Eucarístico Internacional que se celebró en Buenos Aires7, la ACA puso en marcha a través de la Asociación de las Jóvenes de Acción Católica (AJAC), uno de sus movimientos, una escuela de obreras donde se impartían algunas clases y cursillos orientados a la captación de trabajadoras procedentes de los barrios porteños y del Gran Buenos Aires. De esta forma cumplían con los propósitos de beneficencia de la Acción Católica que recogía su reglamento.
Pocos años después de su nacimiento, la ACA amplió su estrategia para actuar sobre los ambientes laborales femeninos. Tras realizar algunos informes y encuestas que retrataban la realidad de muchas familias obreras y campesinas, las dirigentes católicas, apoyadas por algunos asesores morales y por el Secretariado Económico Social, impulsaron la primera de sus iniciativas sindicales femeninas8. En 1936 comenzaba la gestación del Sindicato de Costureras de la Ciudad de Buenos Aires9, que tendría entre sus objetivos la contención de la hegemonía alcanzada por el Sindicato de Obreros Sastres y Anexos10 en pleno apogeo de sindicalización de la clase trabajadora11. En la década del veinte se habían formado algunos sindicatos del vestido integrados principalmente por trabajadores y trabajadoras inmigrantes, procedentes de diferentes países europeos. El Sindicato de Sastres, Cortadores, Costureras y Anexos, más numeroso y heterogéneo que el Sindicato de Obreros Sastres, y Anexos y con una alta afiliación entre los trabajadores que zurcían en sus domicilios, había conseguido imponer algunos de sus reclamos tras la huelga de 193412.
El Sindicato de Costureras promovido por las católicas nació tras la sugerencia de Miguel de Andrea, eclesiástico de amplia trayectoria en el asociacionismo femenino católico. Contaba a su vez con el influjo de la Rerum Novarum y de la Encíclica Quadragesimo Anno13: «Muchos creen que el sindicato cristiano crea divergencias entre patrones y obreros, cuando en realidad, su finalidad es unificar ideas para que exista armonía entre ambos», reconocerían las dirigentes del sindicato años más tarde14. Así pretendía la Iglesia Católica, a través de organizaciones laicas como la ACA, consolidarse como una tercera vía «armónica» antiliberal y anticomunista que defendiera los valores tradicionales del catolicismo frente a las transformaciones de la modernidad.
A través de una comisión directiva tutelada por la Asociación de Mujeres de la Acción Católica (AMAC) y por un pequeño núcleo de «propagandistas» sociales, el sindicato conquistó a las primeras socias a través del entramado de parroquias de Buenos Aires15. Sin embargo, no fue hasta 1938 cuando obtuvo su personería gremial en el Registro de Asociaciones Profesionales con el número 312. Los estatutos del sindicato fueron aprobados por el entonces Cardenal Obispo de Buenos Aires y depositados en el Departamento Nacional de Trabajo, instancia dominada por católicos y liberales. En su comisión directiva se situaron las dirigentes católicas tuteladas por una red de asesores y sacerdotes pertenecientes a la ACA, las únicas autoridades masculinas dentro del sindicato. Desde allí se coordinaba verticalmente a las costureras, las cuales participaban periódicamente en las reuniones de equipos de la ACA y en la capacitación laboral y sindical que ofrecía la organización a sus socias. El sindicato lograría la afiliación de alrededor de mil obreras de la confección antes de la llegada del peronismo, muchas de las cuales asistían también a las asambleas periódicas que convocaba la dirección del sindicato en el local de la ACA, situado en la calle Montevideo al 850.
Marta Ezcurra, figura indispensable de la Acción Católica Femenina, fue nombrada asesora técnica del sindicato tras su ofrecimiento en la asamblea federal de la AJAC. En sus inicios, Ezcurra había colaborado directamente en la sección de trabajo con clases de corte y confección, y también en la logística de distribución de la producción textil de las obreras para su venta en los comercios. La Casa de la Obrera y la Sociedad San José también apoyaron estrechamente al sindicato durante sus primeros pasos a través de distintas aportaciones económicas y de la filiación de algunas mujeres vinculadas a estas instituciones de beneficencia. Algunas de ellas asistirían a la primera asamblea anual que se celebró en noviembre de 1937 junto a 23 costureras socias de la Acción Católica16.
El sindicato se definía como una «unión de trabajadoras» y evitaba la con- notación «católica» entre sus siglas, aunque no ocultaba su vinculación con la Iglesia, en especial con la Asociación de Mujeres de la ACA, que gestionaba toda la actividad administrativa, política y sindical de la organización:
«El Sindicato, según los principios de la Doctrina Social Católica, reconoce que si en lo económico, en lo técnico y profesional a él solo pertenece la responsabilidad, en lo moral y religioso depende siempre como católico de la Iglesia, que ha encargado a la Acción Católica la misión de ser el «vínculo de unión» entre él y la iglesia»17.
La Comisión Directiva del sindicato estuvo integrada por 8 «jóvenes» y «damas» de la ACA, mujeres que pertenecían a las clases más acomodadas de la sociedad y que se dedicaban a la beneficencia y al sostenimiento de las instituciones de la Iglesia Católica. En este sentido, «las damas no podrían haber surgido sino desde una posición de clase determinada»18. Ellas fueron las encargadas de mantener esta actividad piadosa con las trabajadoras, realizando viajes a otras provincias para impulsar nuevas delegaciones gremiales.
En los primeros años de trayectoria, Margarita Z. de Abella ostentaría el cargo de Secretaria General de Sindicato de Costureras y Zunilda P. de Rodríguez el de tesorera. La Comisión Directiva era la encargada de nombrar a su vez a las delegadas que asistían a las reuniones de las comisiones de salarios de la Secretaría de Trabajo y Previsión19, donde se estudiaban las tarifas y el salario mínimo20:
«Estas comisiones se reúnen una semana en la Secretaría de Trabajo y Previsión y otra en el sindicato para estudiar los distintos problemas que se presentan en todas estas comisiones. Se trabaja activamente; Delegadas obreras y patrones con el fin de establecer una tarifa que permita ganar el salario mínimo a la costurera de trabajo a domicilio, que en algunos renglones está tan mal remunerada y para las que todavía no hay tarifas»21.
La base del sindicato la componían costureras a domicilio mayores de 18 años «sin distinción de ideologías», y no se permitía la filiación de varones, aprendices o menores22. A todas ellas se les pedía que mantuvieran una buena conducta y que rezasen «un Ave María diario»23.
Para poder llegar a un mayor público, desde aquellas que trabajaban en las casas de costura a las que lo hacían a domicilio, uno de los primeros objetivos del sindicato fue la creación en 1944 de un volante llamado La Costurera. Desde él se informó de los acuerdos de las comisiones de salarios, del transcurso de diferentes conflictos obreros y también de las tarifas finales que las obreras de la confección debían conocer previamente para exigir que fueran cumplidas en sus lugares de trabajo24. El volante se ampliaría con el paso del tiempo a boletín, incluyendo también las experiencias laborales de algunas socias, información sobre cursos de capacitación y sindicación, sorteos, asambleas y otras actividades propagandísticas que convocaba la ACA para lograr la incorporación de las costureras a la asociación25.
Dentro del Sindicato de Costureras se debatían las cuestiones salariales y se reclamaba la mejora de las condiciones de vida de las familias de clase trabajadora, pero sin cuestionar el conflicto de las relaciones capital-trabajo. Según reconocían las editoras católicas en el boletín LaCosturera, sus socias luchaban contra los problemas existentes en el gremio textil y favorecían la «emancipación de las mujeres» en un contexto de auge del arquetipo femenino «la mujer moderna»26. Se trataba de un planteamiento novedoso dentro del sindicalismo católico, pues durante las primeras décadas de siglo éste se había caracterizado por un fuerte paternalismo sustentado en la caridad y la piedad. Además, hasta entonces solo algunos sectores medios habían reconocido en el trabajo asalariado un instrumento necesario para la emancipación de las mujeres. Sin embargo, resultaba contradictorio respecto de las representaciones de género del catolicismo, pues éstas cimentaban la masculinidad en la actividad productiva y la feminidad en la esfera reproductiva27.
Desde el Sindicato de Costureras, las católicas atendieron la formación profesional y la educación de las afiliadas28. En los centros parroquiales, las dirigentes de la ACA gestionaron una red de capacitación para diferentes especialidades de la industria textil, así como cursos de educación y cultura que estuvieron a cargo de algunas maestras29. Por otro lado, en los locales se organizaban fiestas con fines mutuales y exposiciones con los trabajos manuales realizados en las capacitaciones profesionales. Costureras y católicas compartían un espacio recreativo de canto y baile donde también se invitaba a importantes personalidades de la sociedad porteña. Se trataba de unos encuentros similares a los que había promovido en sus salones Miguel de Andrea con las socias de la Federación de Asociaciones Católicas de Empleadas (FACE). En ellos las señoras de las clases más pudientes y las empleadas profesionales socializaban dentro de los patrones de moralidad permitidos por el catolicismo30. Al igual que sucediera con la FACE, la consolidación del sindicato supuso también la habilitación de nuevos espacios de sociabilidad (y solidaridad) para católicas y trabajadoras en la Argentina de mediados de siglo31.
Precisamente en estos espacios se difundirían las representaciones de género imperantes en la cultura católica, cuya máxima expresión eran la maternidad, el matrimonio y la vigilancia de la sexualidad femenina32. Así se cumplía con cierta función de control social permeada por los discursos del catolicismo integral y antiliberal de Argentina33. A la Iglesia Católica, este dinamismo le permitió integrar o adaptar ciertos cambios del proceso modernizador, tender puentes entre la representación de género del arquetipo liberal-burgués de «ángel del hogar» y el modelo de madre católica, pues ambos ideales supieron combinar a la feminidad con la religión34. Estas representaciones también se irían transformando con el paso del tiempo, pues paulatinamente en los boletines de La Costurera iría coexistiendo cierto discurso emancipador de las mujeres (fuertemente atravesado por las tesis de complementariedad entre los sexos) con las representaciones de género católicas. La llegada del peronismo y la fuerte movilización de las mujeres influirían notablemente en este cambio de orientación35.
A lo largo de su trayectoria, el Sindicato de Costureras compaginó el mantenimiento de las relaciones armónicas entre las trabajadoras y el «buen patrón» con la denuncia sistemática a los denominados «malos empresarios». El ideal católico realizaba una distinción entre patrones que lograba armonizar las relaciones en muchos espacios de trabajo, en contraposición a los sindicatos que no plasmaban esa diferenciación entre sus empleadores porque defendían el fin de la explotación de las y los trabajadores36. En esta línea, una de las principales actividades del sindicato fue la recogida de querellas realizadas por las trabajadoras afiliadas. Después de que la obrera denunciase al tallerista o a la casa de costura por infringir algún artículo de la normativa legal o de las tarifas fijadas, la auxiliar de zona, una socia de la AMAC, presentaba dicha querella ante el sindicato. La secretaría administrativa del mismo tramitaba la denuncia y la elevaba al Departamento Nacional del Trabajo (o Secretaría de Trabajo y Previsión a partir de 1943), presentando los datos laborales pertinentes, así como el detalle salarial correspondiente a la prenda. Se garantizaba en todos los casos el anonimato de la trabajadora. Entonces el Departamento Nacional del Trabajo enviaba un inspector a comprobar dicha infracción acompañado de un delegado sindical. Comprobada la veracidad de la denuncia, se redactaba un acta y se comunicaba la multa al patrón. Uno de los casos contra los que intervino el Sindicato de Costureras fue el establecimiento Casa Salerno, situado en Corrientes 1533, cuyo patrón exigía a las costureras la devolución de una parte de su salario tras las inspecciones oficiales37. El sindicato animaba a sus afiliadas a querellarse en contra de los empleadores ante cualquier irregularidad, ya fuese por el cobro de un salario injusto o por el incumplimiento de las condiciones pactadas:
«No se olviden de traer las denuncias de cualquier infracción que sea, de aportar ideas para la gran Concentración que pensamos realizar este año y de ser un Portavoz para todas las costureras. Que no quede ninguna sin saber que mientras ella cose doblada sobre una máquina sus compañeras del Sindicato trabajan incansablemente para que se respeten sus justos derechos»38.
3. CATÓLICAS Y COSTURERAS A DOMICILIO EN LA ARGENTINA
El proceso de modernización capitalista que experimentaron los núcleos urbanos en Argentina desde 1860 tuvo consecuencias directas en la incorporación progresiva de las mujeres al trabajo productivo39. Desde las últimas décadas del siglo XIX, las mujeres se fueron insertando en el sector del servicio doméstico, en el trabajo domiciliario y en la plantilla de numerosas fábricas de la industria de la confección, especialmente con la industrialización desarrollada en el periodo de entreguerras y ante la oleada de inmigrantes que llegaron en los barcos europeos y que supusieron más del 40% de la plantilla industrial40.
La desvalorización de los costos en la producción textil que promovieron históricamente los dueños de fábricas y talleres para competir en el mercado del sector, sumado a la escasa mecanización de los procesos de trabajo, fueron algunas de las causas por las que, durante las primeras décadas del siglo veinte, se intensificó la demanda de trabajo a domicilio en buena parte de Argentina. Bajo esta forma de explotación, los empleadores abarataban muchos costes fijos de producción, los cuales eran asumidos por los trabajadores desde sus hogares. Además, se pagaban menores salarios por jornadas diarias más amplias y se evitaban pérdidas monetarias empresariales en épocas de menor intensidad de producción y venta41. Familias al completo se dedicaban al desempeño textil, aplicando también en los hogares la división del trabajo para la confección de las diferentes prendas y en medio de lamentables condiciones higiénicas. Al encontrarse aislados del resto de los trabajadores y trabajadoras del gremio, también se reducían las posibilidades de organización sindical y de conflictos similares a los que estallaban frecuentemente en las fábricas, un aspecto que afectó en mayor proporción a las mujeres inmigrantes42.
Frente a esta situación, el Estado había decidido intervenir en 1918 regulando el Trabajo a Domicilio con la Ley 10.505 ante la oposición de los sectores socialistas que pedían, por el contrario, la centralización del trabajo43. En esta nueva normativa se establecían en cada negociación los salarios mínimos que los obreros de la confección deberían cobrar por la elaboración de cada prenda, mientras al empleador se le instaba a cumplir con la ley de registro obligatorio de todos los trabajadores y el uso de una libreta por cada uno de ellos, donde se debía detallar cuántas prendas habían sido confeccionadas y el salario que había abonado por ellas, así como los plazos y las condiciones de entrega44. Sin embargo, un gran número de los apartados esbozados en esta normativa fueron incumplidos durante los siguientes años, un hecho que desataría la intensificación de fuertes conflictos al interior de la clase trabajadora y propiciaría el estallido de algunas huelgas en el sector, alentadas también por la fuerte crisis económica de los años treinta45.
En este contexto, la posición de los sindicatos socialistas y comunistas fue la de mantener la lucha por la abolición del trabajo a domicilio en contraposición a las posturas regulacionistas que defendió la Iglesia Católica a través de sus asociaciones gremiales, entre ellas, el Sindicato de Costureras46.
Desde su órgano de propaganda, La Costurera, las dirigentes católicas realizaron una campaña feroz en defensa del trabajo a domicilio, compatible con los modelos de género que defendía la Acción Católica de manera transnacional47. Por su parte, el sindicato más importante dentro de la industria textil en estos momentos, la Federación Obrera del Vestido (FOV), apoyaría a partir de 1939 la reforma de la Ley de 10.50548. También lo haría, con diferentes requerimientos y estrategias el Sindicato de La Aguja, fundado en 1918 y de confesión católica. Su asesor Miguel de Andrea había desempeñado un papel relevante en las negociaciones del sector textil durante la primera mitad del siglo XX49.
Después de un intenso debate político, en 1941 se produjo un cambio en la legislación impulsada por sectores como el socialismo y fue aprobada la Ley 12.713 tras la conformidad con el anteproyecto de reforma de la anterior reglamentación, la Ley de Trabajo a Domicilio 10.505. Entre algunos de sus artículos, se establecía la responsabilidad solidaria de los fabricantes, intermediarios y talleristas a propósito de los salarios que se negociaban en los convenios de trabajo50. Las negociaciones, según esta disposición, se realizarían «con igual número de representantes obreros y patronales, presididos por un tercero, ajeno a las referidas asociaciones»51.
La rama de la confección reunía buena parte de las denuncias realizadas en materia de derechos laborales, que se intensificaban en el caso particular de las costureras que trabajaban a domicilio, uno de los sectores más desprotegidos e informales del gremio:
«Como es del conocimiento de todas las costureras, las lenceras y bordadoras no tienen tarifados sus trabajos todavía, por cuyo motivo son víctimas de vergonzosos abusos de parte de sus dadores de trabajo habiéndose comprobado que una lencera con el delicado trabajo que se confía, no llega a ganar en 10 o más horas de trabajo, 2 pesos […] si alguna lencera considera tener algún dato importante para esta tarifa estimaría mucho pase por nuestra sede Montevideo, 850»52.
Las presiones a la hora de entregar a plazo las prendas, las multas o el impago de la totalidad de los productos porque el patrón se encontraba descontento con el resultado final y los paupérrimos salarios, propiciaban las denuncias contra los «malos patronos» desde el Sindicato de Costureras de Buenos Aires. Éste también hacía lo propio con las trabajadoras que apoyaban a los patrones denunciados, y para ello contaba con una red de abogados que intervenían en los procesos judiciales de forma desinteresada: la Corporación de Abogados Católicos «San Alfonso María de Ligorio»53.
Como ha señalado Mirta Lobato, «se puede afirmar que, a lo largo de casi un siglo de historia laboral, las asalariadas de la confección estuvieron sujetas a los salarios fijados por el patrón, a las rebajas (a veces arbitrarias), a las largas jornadas y a la inseguridad»54. A ello se le unía que las trabajadoras a domicilio no tenían un horario, pudiendo darse la situación ilimitada de la jornada laboral, ya que, además, en el caso de las costureras, cobraban por cada pieza terminada y no por el tiempo dedicado al trabajo: «las jornadas máximas eran comunes para varones y mujeres cuyas labores se desenvolvían en el ámbito del hogar, pero en el caso específico de las mujeres ellas se sumaban a las tareas cotidianas del ama de casa que, como se ha visto, tampoco tenían duración»55. En numerosos casos el trabajo a domicilio tenía una baja ponderación, pues se presentaba como una extensión natural del rol femenino y se consideraba como un trabajo complementario al del hombre, figura encargada del mantenimiento económico del hogar familiar según algunas de las representaciones de género históricas56.
A pesar de que ésta fuera la precarizada situación de las costureras que trabajaban desde sus hogares, una de las principales preocupaciones de las católicas argentinas fue la conciliación del trabajo asalariado de las mujeres con las responsabilidades vinculadas a la construcción del arquetipo de feminidad más importante del catolicismo: la madre cristiana. A esto se sumaba la necesidad de alejar a las mujeres del indeseable ambiente inmoral de las fábricas, que podía acabar corrompiendo al pilar de las familias católicas. Sobre este aspecto residía la principal cruzada de muchas organizaciones e instituciones católicas a favor del mantenimiento de una normativa legal que regulase el trabajo a domicilio y que, por lo tanto, permitiera a las mujeres evitar los ambientes fabriles.
Desde el Sindicato de Costureras, al igual que habían hecho intelectuales, políticos y profesionales sanitarios vinculados a las corrientes higienistas de comienzos de siglo, se defendía que el trabajo extradoméstico asalariado alteraba la función reproductiva de las mujeres. Así, desde el catolicismo se apeló a la intervención del Estado para que tomara partido a favor de una legislación protectora e inició una confrontación con la conducción del Sindicato de Obreros Sastres, Costureras y Afines, posteriormente popularizado como el Sindicato Obrero de la Industria del Vestido y Afines (SOIVA)57:
«¡Queridas compañeras! ¡Hay que evitar la abolición del Trabajo a Domicilio! Mientras todas Uds. están confiadas trabajando en su casa el Sindicato de Obreros, Sastres, Costureras y Afines, ha iniciado una campaña para llegar a suprimir el trabajo a Domicilio. […] No se dejen engañar, no acepten salir de su casa para coser en TALLERES, no olviden que hacen abandono de sus hogares y que hay muchas compañeras que se ven imposibilitadas de hacerlo por tratarse de madres con criaturas pequeñas, o viudas en las mismas condiciones, o de lo contrario hijas o hermanas que están al frente de un hogar al que defienden con su costura»58.
La ACA sostenía que las mujeres se veían «obligadas» a trabajar fuera del hogar por necesidad, ocupando el lugar de los esposos y poniendo en peligro la moralidad de la familia. Desde el catolicismo no se cuestionaba la explotación de las trabajadoras por parte de sus empleadores, como tampoco se denunciaban la opresión de género y los abusos sexuales que experimentaban muchas costureras inmigrantes en las fábricas, supeditadas al sistema de dominación patriarcal. Por su parte, las trabajadoras experimentaban los límites de las representaciones de género al no poder asumir completamente el ideal de domesticidad. Según este modelo de relaciones de género, los hombres eran los verdaderos breadwinners o ganadores del pan, los encargados del sostenimiento de la economía del hogar, y las mujeres, las veladoras del hogar59. Este ideal, no solo beatificado en el mundo católico60, encontraba un número importante de contradicciones para el caso de Argentina, pues en los grandes núcleos urbanos, entre ellos la Ciudad de Buenos Aires, el proceso de modernización era mayor que en algunos países europeos y la tasa de incorporación de las mujeres al mercado de trabajo era más alta, especialmente entre 1869 y 1914, así como en el periodo comprendido entre los años 1947 y 197061.
La división existente en el trabajo acerca de las labores que eran consideradas para hombres, y aquellas estimadas adecuadas para las mujeres según los cánones ortodoxos de masculinidad y feminidad62, sirvió de premisa para que la ACA intensificase, a mediados de los años cuarenta, sus reclamos en defensa de la Ley de Trabajo a Domicilio ante la nueva amenaza de abolición. En especial a partir de 1941, los discursos en defensa del trabajo a domicilio se pondrían de manifiesto en todos los números del órgano de propaganda del Sindicato de Costureras:
«Avisen a sus compañeras que se asocien a nuestro Sindicato que tenemos que formar una barrera inquebrantable para defender nuestro trabajo a domicilio propio de la mujer. Como argentinas, como madres, como esposas, como hijas, no debemos dejarnos arrebatar lo que con tanto amor y desinterés venimos defendiendo desde hace diez años»63.
El catolicismo contemplaba así el trabajo a domicilio como «el único compatible con los deberes propios de la madre de familia y otros similares», adoptando una postura contraria al abolicionismo64. Se justificaba como la única salida honrosa de las mujeres para poder aportar económicamente a su núcleo familiar. Este aspecto implicaba, por otro lado, la gran capacidad de adaptación demostrada por el catolicismo. Así, desde la ACA se reconoció implícitamente la progresiva incorporación de las mujeres al mundo laboral a lo largo de las primeras décadas del siglo XX65 y encontró en la defensa del trabajo a domicilio una estrategia política que logró conciliar un tipo de actividad asalariada femenina con la función reproductiva y maternal.
Este ideario continuaría intacto bajo la primera etapa peronista en Argentina. Para entonces, numerosas trabajadoras afiliadas a la ACA y socias de diferentes sindicatos católicos iniciarían sus primeros acercamientos a la doctrina peronista: «la unión hace la fuerza», sostuvieron las costureras tras la victoria de Perón en las elecciones de 194666. A pesar de ello, anteriormente ya se habían manifestado algunas tensiones con motivo de la Ley de Asociaciones Profesionales nº 23.852/45 que ponía en disputa la hegemonía en los ambientes laborales entre el Sindicato de Costureras y las organizaciones peronistas, entre ellas la recién creada Asociación Obrera Textil (AOT)67. Los cuadros peronistas habían empezado a ganar una mayor influencia en los espacios que anteriormente había tratado de dominar la Iglesia Católica.
LOS ENFRENTAMIENTOS ENTRE CATÓLICAS Y PERONISTAS
La creación del Sindicato de Obreros Sastres, Costureras y Afines en marzo de 1943 trajo consigo varios enfrentamientos de su conducción con las dirigentes católicas a propósito de las reglamentaciones laborales y de la presencia de laicas en la negociación de las comisiones de salarios. Hasta el golpe de 1955, este sindicato denunció sistemáticamente la injerencia de la Iglesia Católica en los asuntos del Departamento Nacional de Trabajo. SOIVA fue tras el triunfo del peronismo la entidad representativa elegida para el diálogo sindical y contaba con mayoría absoluta en todas las comisiones de salarios68: «Entendemos que el catolicismo tiene su campo específico de actuación (el confesional), y no los aceptamos en el campo gremial», sostenían sus dirigentes entonces69.
Durante el primer gobierno peronista se originaron dos cambios notorios para las mujeres argentinas. En primer lugar, su consagración como ciudadanas tras la ley de sufragio de 1947 que permitió que pudieran votar, y, en segundo lugar, la creación del Partido Peronista Femenino70. En este sentido, la figura de Eva Duarte logró aglutinar y movilizar a miles de mujeres de las clases trabajadoras y de los sectores medios, apelando a ellas como madres y ciudadanas de la nueva nación peronista. Como han señalado algunas autoras, «el discurso peronista afirmaba que la mujer hacía política a través de su condición de esposa, madre y ama de casa»71. Este «maternalismo político» recordaba a la construcción contemporánea de la ciudadanía femenina católica sustentada bajo el cimiento del «maternalismo social», es decir, la extensión de los deberes maternales de las mujeres en la familia a toda la sociedad72.
En los inicios del peronismo, el Sindicato de Costureras pareció ver en él un aliado para extender la doctrina social cristiana. De hecho, ya en septiembre de 1944 el Sindicato de Costureras de Capital junto con algunas delegaciones de la provincia entrevistaron a Juan Domingo Perón, que por entonces era Secretario de Trabajo y Previsión, para entregarle un memorial donde solicitaban mejoras en las condiciones laborales del gremio73. También en el boletín La Costureraquedarían reflejadas las simpatías de las editoras católicas por Eva Duarte, con quien mantuvieron diferentes reuniones a propósito de la campaña en defensa del trabajo a domicilio, prometiéndoles la dirigente política que tendría en cuenta sus demandas y requerimientos.
A pesar de que el sindicato se había mostrado contrario a la disposición aprobada en 1945 por Juan Domingo Perón y reclamaba la reforma del Decreto de Asociaciones profesionales nº 23.852/45, que indiscutiblemente limitaba su actividad en las negociaciones de las comisiones de salarios, no dudó en reconocer varios años después de su fallecimiento, el apoyo que Eva Duarte les había mostrado: «Eva Perón vivirá eternamente en el corazón de las costureras a domicilio porque en su corazón maternal y profundo conocimiento de la importancia del problema planteado, evitó que fuera abolido el trabajo a domicilio. Ella fue su defensora y seguirá siéndolo desde el cielo»74.
4. CONCLUSIONES
A lo largo de estas páginas se ha puesto énfasis en la trayectoria del Sindicato de Costureras de Buenos Aires durante su primera etapa de desarrollo, caracterizada por una intervención discreta pero activa en el mundo del trabajo. Sería precisamente durante estos primeros años cuando el Sindicato de Costureras construiría cierto poder en tensión continuada con otros sindicatos controlados por el socialismo y el comunismo. Los debates a propósito de la Ley de Trabajo a Domicilio serían uno de los principales enfrentamientos entre el sindicato cató- lico y los principales agitadores del gremio textil.
Durante los primeros años, las dirigentes católicas lideraron la actividad pública/política del sindicato, estableciendo una jerarquía respecto de sus afiliadas. Las costureras no participaban directamente en las negociaciones de las comisiones de salarios. Su rol más activo se producía en el momento de realizar alguna denun cia contra los «malos patronos». Una vez formulada (en muchos casos de forma anónima), eran las católicas las encargadas de contactar con la red de abogados y depositar la querella en el Departamento Nacional de Trabajo (o Secretaría de Trabajo y Previsión).
El sindicato utilizó las representaciones de género para ejercer el control social sobre las mujeres en los espacios de trabajo. Bajo este pretexto, lideró la campaña en defensa de la Ley de Trabajo a Domicilio de 1941 donde las dirigentes prepararon la movilización política, redactaron volantes y dieron conferencias en defensa de la ley. Años después, las católicas encontrarían en los discursos públicos de Eva Duarte una construcción de la ciudadanía política de las mujeres que compartía con el catolicismo social su interpelación a la maternidad. Este hecho les acercaría estratégicamente a Duarte para lograr su intercesión en la Ley de Trabajo a Domicilio, aunque no lograría evitar los constantes enfrentamientos con los peronistas dentro del panorama sindical.
Con el nacimiento del Sindicato de Obreros Sastres, Costureras y Afines y con la aprobación de la Ley de Asociaciones Profesionales de 1945, la actividad de las católicas se vería estrechamente reducida. A partir de entonces apenas efectuaría una mediación importante en los espacios de trabajo, aunque mantuvo buena parte de su aparato propagandístico y continuó como un agente moralizador clave.
El Sindicato de Costureras asumió buena parte de los postulados y estrategias de otros sindicatos confesionales de comienzos de siglo, como el Sindicato de la Aguja. En este sentido, compartía unas representaciones de género sustentadas en el ideal de domesticidad, difundía la doctrina social de la Iglesia e impartía formación sindical y laboral a sus socias. Para los años cuarenta, el sindicato iría paulatinamente combinando estas representaciones de feminidad con ciertos alegatos a la emancipación de las mujeres. De acuerdo a las fuentes presentadas, podríamos pensar que fueron las católicas las que disfrutaron de una mayor libertad de movimiento (visitas a otras diócesis y provincias, participación en las negociaciones de salarios, reuniones con el Departamento del Trabajo), y, por lo tanto, de una emancipación real gracias a su movilización política. Quedaría por indagar en futuros trabajos si, frente a esta fuerte presencia de las dirigentes católicas, las costureras pudieron también organizarse en solidaridad con sus compañeras socias. De igual forma, resultaría de gran valor la exploración de las identidades obreras que pervivieron al interior del Sindicato de Costureras desde una perspectiva interseccional, tomando el género, la clase, la raza y la edad como categorías válidas para la conformación de las subjetividades de las trabajadoras75.
Abstract
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1. INTRODUCCIÓN
2. ESTRATEGIAS POLÍTICAS Y REPRESENTACIONES DE GÉNERO EN EL SINDICATO DE COSTURERAS
3. CATÓLICAS Y COSTURERAS A DOMICILIO EN LA ARGENTINA
LOS ENFRENTAMIENTOS ENTRE CATÓLICAS Y PERONISTAS
4. CONCLUSIONES