Estudios

¿PERSISTEN LAS ACTITUDES SEXISTAS EN LOS ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS? UN ANÁLISIS DE SU PREVALENCIA, PREDICTORES Y DIFERENCIAS DE GÉNERO

DO SEXIST ATTITUDES PERSIST IN COLLEGE STUDENTS? AN ANALYSIS OF ITS PREVALENCE, PREDICTORS, AND GENDER DIFFERENCES

Carmen María León 1
Universidad de Castilla-La Mancha, España
Eva Aizpurúa 2
Trinity College Dublin, Irlanda

¿PERSISTEN LAS ACTITUDES SEXISTAS EN LOS ESTUDIANTES UNIVERSITARIOS? UN ANÁLISIS DE SU PREVALENCIA, PREDICTORES Y DIFERENCIAS DE GÉNERO

Educación XX1, vol. 23, núm. 1, 2020

Universidad Nacional de Educación a Distancia

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Recepción: 31 Enero 2019

Corregido: 21 Abril 2019

Aprobación: 04 Mayo 2019

Cómo referenciar este artículo / How to reference this article:

León, C.M. y Aizpurúa, E. (2020). ¿Persisten las actitudes sexistas en los estudiantes universitarios? Un análisis de su prevalencia, predictores y diferencias de género. Educación XX1, 23(1), 275-296, doi: 10.5944/educXX1.23629

León, C.M. & Aizpurúa, E. (2020). Do sexist attitudes persist in college students? An analysis of its prevalence, predictors, and gender differences. Educación XX1, 23(1), 275-296, doi: 10.5944/educXX1.23629

Resumen: Las actitudes sexistas constituyen el eje fundamental sobre el que se construyen y mantienen relaciones de desigualdad entre hombres y mujeres. En la actualidad, y a pesar de que en los países occidentales el sexismo se manifiesta de formas más sutiles, está constatado que parte de la ciudadanía continúa teniendo creencias sexistas. El presente trabajo responde al propósito de analizar, desde una perspectiva de género, el efecto de una serie de características personales en la predicción de creencias sexistas en una muestra de estudiantes universitarios en España (N = 2.112; 63,6% mujeres y 36,4% hombres). Para evaluar el grado de sexismo se empleó la versión reducida de la Escala de Sexismo Ambivalente (ASI, Expósito, Moya, & Glick, 1998), cuyas puntuaciones más altas representan mayores niveles de sexismo (α = ,88). Como variables explicativas se incluyeron la edad, la ideología política, la nacionalidad, la adscripción religiosa, la orientación sexual, las experiencias de victimización y el consumo mediático. Los resultados mostraron que los hombres puntuaron significativamente más alto que las mujeres en la escala de sexismo ambivalente. Además, se encontraron puntuaciones más elevadas para los hombres tanto en las subescalas de sexismo hostil como benevolente. Por otro lado, los resultados mostraron que la ideología más conservadora y ser creyente predicen actitudes más sexistas tanto en hombres como en mujeres. Sin embargo, se encontró que el efecto de la edad, la ideología política y la orientación sexual dependen del sexo de los participantes. Los resultados obtenidos pretenden contribuir al desarrollo de programas educativos dirigidos a jóvenes, facilitando la identificación de grupos especialmente vulnerables y áreas que requieren mayor atención.

Palabras clave: Sexismo, diferencia de sexo, estudiante, igualdad de oportunidades, actitud.

Abstract: Sexist attitudes constitute the fundamental axis on which unequal relationships between men and women are built and maintained. At present, and despite the fact that in Western countries sexism manifests itself in more subtle ways, it is found that a portion of the population continues to harbor sexist beliefs. This work aims to analyze, from a gender perspective, the effect of a series of personal characteristics on the prediction of sexist beliefs in a sample of college students in Spain (N = 2,112, 63.6% women and 36.4% men). To evaluate the degree of sexism, the short version of the Ambivalent Sexism Scale (ASI, Expósito, Moya, & Glick, 1998) was used, on which higher scores represent higher levels of sexism (α = .88). Explanatory variables included age, political ideology, nationality, religious affiliation, sexual orientation, experiences of victimization, and media consumption. The results indicated that men scored significantly higher than women on the ambivalent sexism scale. In addition, higher scores were found for men on the subscales of both hostile and benevolent sexism. On the other hand, the results showed that conservative ideologies and religious faith predict more sexist attitudes in both men and women. However, it was found that the effect of age, political ideology, and sexual orientation depends on the participant’s gender. These results will contribute to the development of educational programs aimed at young people, facilitating the identification of particularly vulnerable groups and areas that require special attention.

Keywords: Sexism, sex differences, students, equal opportunities, attitudes.

INTRODUCCIÓN

El sexismo se define como una actitud dirigida hacia las personas en virtud de su pertenencia a un determinado sexo biológico en función del cual se asumen diferentes características y conductas (Lameiras, 2002). Del concepto de sexismo se desprende la idea de que hombres y mujeres son intrínsecamente diferentes y, por tanto, deben adherirse a un conjunto de normas y comportamientos sociales específicos de su género. Estas creencias tienden a incluir concepciones misóginas que instauran la superioridad de un género (el masculino) frente a otro (el femenino), perpetuando un sistema donde se mantienen las desigualdades de género (Doob, 2015) y los comportamientos discriminatorios hacia las mujeres (Cuadrado, 2009).

A pesar de que en las sociedades occidentales actuales se cuestiona la vigencia de creencias sexistas, entendidas como aquellas actitudes claramente negativas y discriminatorias hacia las mujeres, lo cierto es que estas actitudes persisten aunque se manifiestan de maneras más sutiles y encubiertas (Expósito, Montes, y Palacios, 2000), lo cual no impide que sean igualmente perniciosas para conseguir la igualdad.

SEXISMO AMBIVALENTE

Una de las aportaciones más novedosas en este ámbito fue la realizada por Glick y Fiske (1996) al acuñar la teoría del sexismo ambivalente. Los autores definen el sexismo ambivalente como un constructo bidimensional que abarca dos tipos de actitudes sexistas: hostiles y benevolentes. El elemento hostil comparte con el sexismo más tradicional su carga afectiva negativa y se define como un prejuicio hacia las mujeres al considerarlas en una situación de inferioridad con respecto a los hombres. Por su parte, el sexismo benevolente reconoce el poder diádico 1 de las mujeres y refleja sentimientos positivos hacia ellas. El sexismo benevolente se caracteriza por un tono afectivo positivo que, por un lado, idealiza los roles tradicionales de las mujeres (como esposas, madres y cuidadoras) al tiempo que enfatiza su debilidad y necesidad de protección por parte de los hombres (Lameiras y Rodríguez, 2002). Pese a que podría pensarse que ambas dimensiones se relacionan negativamente o no guardan relación entre sí, la concepción de ambivalencia propuesta por los autores sostiene que ambas dimensiones son complementarias y están relacionadas positivamente, lo cual ha sido reafirmado en investigaciones empíricas (Eckes & Six-Materna, 1999; Lameiras y Rodríguez, 2003; Mladinic, Saiz, Díaz, Ortega, y Oyarce, 1998). A pesar de los sentimientos positivos, el sexismo benevolente es tan pernicioso como el sexismo hostil para la consecución efectiva de la igualdad porque sobre él descansa la dominación tradicional del hombre, pero su tono afectivo no suscita el rechazo que generan las actitudes hostiles, lo cual dificulta su identificación y repulsa.

Las investigaciones sobre sexismo muestran que, si bien durante las últimas décadas estamos asistiendo a numerosos avances en materia de igualdad entre mujeres y hombres, todavía persisten actitudes sexistas en las sociedades desarrolladas ( Herrero, Rodríguez, y Torres, 2017) y entre los grupos más jóvenes (Aguaded, 2017; Esteban y Fernández, 2017). Uno de los hallazgos más consistentes en este ámbito de estudio es que determinadas variables como el sexo, la ideología política y la religiosidad predicen las creencias sexistas.

En relación con la primera de ellas, la mayor parte de las investigaciones han mostrado que ser hombre se asocia con actitudes más sexistas hacia las mujeres (p.ej., Glick & Fiske, 1996). Como muestra de ello, el estudio realizado recientemente por Esteban y Fernández (2017) con población universitaria española indicaba que, a pesar de que los niveles totales de sexismo ambivalente fueron medio-bajos, las diferencias en función del sexo de los participantes fueron reseñables, especialmente en la dimensión hostil de sexismo, donde los hombres puntuaron notablemente más alto que sus compañeras. En la misma línea, Lameiras y Rodríguez (2003) encontraron en su estudio con muestra de estudiantes universitarios gallegos que los chicos fueron más sexistas (en las dimensiones hostil y benevolente) que las chicas. También Aguaded (2017) encontró diferencias significativas entre hombres y mujeres, si bien únicamente en la dimensión hostil de sexismo, en su estudio implementado con estudiantes de la Universidad de Granada. Este último hallazgo está en sintonía con los resultados encontrados por Davies y sus colaboradores (2012) en una universidad situada al noroeste de Inglaterra, donde las diferencias entre hombres y mujeres solo se produjeron en la dimensión hostil de sexismo.

Íntimamente relacionado con el sexo, Glick y Fiske (1996) destacaron la heterosexualidad como uno de los componentes más poderosos de las actitudes ambivalentes de los hombres hacia las mujeres. El sexismo benevolente expresa una versión romántica e idealizada de la intimidad heterosexual en la que los hombres están obligados a cuidar, proteger y proveer a sus parejas (Glick & Fiske, 1996). Sin embargo, la dependencia diádica de los hombres respecto a las mujeres crea una situación inusual en la que los miembros del grupo dominante (los hombres) son dependientes del grupo subordinado (las mujeres), lo que alimenta el sexismo hostil. La sexualidad es vista como una situación de vulnerabilidad en los hombres al presentarse como un recurso que tienen las mujeres para satisfacer el deseo de los hombres en su intimidad heterosexual ( Lameiras, 2002 ). De este modo, la creencia de que las mujeres utilizan su sexualidad para ganar dominio sobre los hombres se manifiesta como una actitud de hostilidad hacia ellas (Check, Malamuth, Elias, & Barton, 1985). No obstante, y a pesar de su relevancia, el efecto de la orientación sexual en la predicción de la ideología sexista constituye una esfera poco explorada a nivel empírico.

Además de teorizarse que los hombres heterosexuales manifestarán actitudes más sexistas que los no heterosexuales, estudios recientes han hallado que el respaldo a la ideología conservadora se asocia positivamente con el sexismo ambivalente hacia las mujeres (Christopher & Mull, 2006, 2013; Roets, Van Hiel, & Dhont, 2012). La ideología conservadora se caracteriza por defender la necesidad de preservar y mantener las tradiciones sociales (Kreindler, 2005). Partiendo de esta premisa, Christopher y Mull (2006) propusieron que el conservadurismo político estaría íntimamente relacionado con las actitudes sexistas benevolentes al ser estas una expresión de los roles tradicionales de género atribuidos a las mujeres en función de los cuales se destaca su delicadeza, debilidad y necesidad de protección por parte de los hombres. Como esperaban, los resultados mostraron que el autoritarismo de derechas se relacionaba significativamente con las creencias sexistas benevolentes, aunque no con la dimensión hostil de sexismo. Esta dimensión se relacionaba, sin embargo, con otro componente del conservadurismo como es la orientación a la dominancia social.

De forma similar, la literatura previa muestra que las creencias religiosas se asocian con actitudes más benevolentes, pero no más hostiles, hacia las mujeres (Glick, Lameiras, & Rodríguez, 2002; Maltby, Hall, Anderson, & Edwards, 2010; Stevenson, 2015). Existen evidencias de que las personas creyentes tienden a mostrar una mayor adhesión a los roles tradicionales de género (p.ej. Jensen & Jensen, 1993; Sánchez & Hall, 1999). Esto podría explicarse porque, por ejemplo, desde la Iglesia católica (religión dominante en España, donde se ha conducido el estudio) se refuerza la creencia de que hombres y mujeres tienen rasgos y roles claramente diferentes, aunque complementarios. Estas creencias son similares a las actitudes ambivalentes propuestas por Glick y Fiske (1996). Como muestra de ello, la Iglesia católica presenta como paradigma de la condición de mujer a la Virgen María, en quien destacan su papel como madre y esposa (sexismo benevolente) a la vez que se impide a las mujeres ocupar las posiciones más relevantes dentro de la Iglesia, en calidad de sacerdotes, obispos o papas (sexismo hostil al relegarlas a posiciones inferiores a los hombres) (Glick, et al., 2002).

El consumo frecuente de medios de comunicación ha sido otro de los factores vinculados con la presencia de actitudes sexistas y visiones estereotipadas hacia las mujeres (Collins, 2011; Greenwood & Lippman, 2010), si bien es cierto que han sido escasos los trabajos que han evaluado directamente su influencia en la ideología sexista. Como señalase Gerbner (1998) “los medios de comunicación son poderosos transmisores de normas y valores culturales que definen el mundo y legitiman el orden social” (p.18). Como agentes socializadores, los medios de comunicación contribuyen a la socialización y al mantenimiento de las ideologías tradicionales de género al representar de forma estereotipada a hombres y mujeres (Greenwood & Lippman, 2010). Así, a pesar de que las mujeres están infrarrepresentadas en los medios de comunicación en comparación con los hombres, cuando están presentes, con frecuencia aparecen vestidas de forma sexualizada y son relegadas a roles de género estereotipados como amas de casa o víctimas indefensas (Collins, 2011). Por el contrario, a los hombres se les atribuyen los roles de “tipos duros”, activos y dominantes. En consecuencia, y siguiendo la teoría del cultivo (Gerbner, 1998), se ha propuesto que cuanto mayor es la exposición a los mensajes promulgados por los medios de comunicación, mayores serán las actitudes y creencias sexistas de los espectadores. Como muestra de ello, Giaccardi y sus colaboradores (2016) señalaron el potencial que poseen los medios de comunicación en la construcción de la masculinidad entre los chicos jóvenes. También otros estudios han relacionado el consumo mediático con otros componentes del sexismo como son los ideales de belleza (Swami, et al., 2010) o las visiones estereotipadas sobre los sexos (Collins, 2011).

PRESENTE ESTUDIO

Estudios recientes han puesto de manifiesto la persistencia de creencias sexistas y estereotipos de género entre la juventud española (Aguaded, 2017; Silván-Ferrero y Bustillos, 2007; Esteban & Fernández, 2017; Lameiras & Rodríguez, 2002, 2003; Morales, Díaz, y Etopa, 2013). Debido a que el mantenimiento de estas creencias dificulta la consecución de una sociedad igualitaria (Esteban y Fernández, 2017) y dada su relevancia como uno de los factores fundamentales en el estudio de la violencia de género (Aguaded, 2017), la homofobia (Aosved & Long, 2006; Davies, Gilston, & Rogers, 2012) y en la predicción de actitudes estereotipadas hacia las mujeres víctimas de violencias sexuales (Bendixen & Kennair, 2017), se considera necesario continuar indagando en este ámbito en una población clave como es el estudiantado universitario. Para ello, el presente trabajo responde principalmente a dos objetivos. El primero de ellos consiste en analizar las actitudes sexistas ambivalentes en una muestra amplia de estudiantes universitarios. El segundo propósito responde a la necesidad de examinar la influencia de un conjunto de variables personales en las actitudes sexistas de hombres y mujeres. Una de las principales innovaciones de este trabajo es la inclusión de una serie de variables novedosas en este ámbito de estudio, como son las experiencias de victimización, que debido a su relación con las atribuciones de culpabilidad hacia las víctimas y la perpetración de la violencia (Abbey, Jacques-Tiura, & LeBreton, 2011; Bendixen, Henriksen, & Nøstdahl, 2014; Glick & Fiske, 2011), se considera relevante su estudio, junto con otras que no se han testado empíricamente como la orientación sexual o han sido estudiadas en menor medida como el consumo mediático.

Los análisis se realizarán desde una perspectiva de género, desagregando los resultados para hombres y mujeres, ya que la evidencia muestra que las mujeres presentan opiniones menos estereotipadas sobre sí mismas (Bendixen & Kennair, 2017; Silván-Ferrero y Bustillos, 2017; Esteban y Fernández, 2017; Glick, et al., 2000; Glick & Fiske, 1996) y estudios previos han hallado que mujeres y hombres difieren en los predictores de otras actitudes sexistas como la aceptación de mitos sobre la violación (Chapleau, Oswald, & Russell, 2008). Sobre la base de la literatura previa se espera encontrar niveles bajos de sexismo ambivalente. A pesar de esto, se espera que los hombres presenten estereotipos sexistas ambivalentes (hostiles y benévolos) en mayor medida que las mujeres. Para finalizar, se espera hallar ciertos factores comunes en la predicción de las actitudes sexistas en mujeres y hombres, incluyendo el conservadurismo político y la adscripción religiosa.

MÉTODO

Datos

El universo de estudio lo conformó el alumnado matriculado en una universidad situada en el centro-este de España durante el curso académico 2017/2018 (N = 25.121). La muestra se compuso de un total de 2.112 estudiantes (63,6% mujeres y 36,4% hombres), dando como resultado una tasa de respuesta del 8,4%. Una vez que el estudio fue aprobado por la universidad, se envió una invitación al correo institucional de cada estudiante con el enlace para participar en la encuesta online. En todo momento se informó acerca de los objetivos de la investigación, la voluntariedad de la participación y se garantizó el anonimato y la confidencialidad de los datos. En los días sucesivos se envió un email recordatorio a todos los alumnos. No se ofrecieron incentivos por participar en el estudio. Los datos fueron recogidos durante el período comprendido entre el 7 y el 20 de noviembre de 2017 y el tiempo medio de cumplimentación de la encuesta fue de 12 minutos (DT = 5,33).

Variables

Variable explicada. Ambivalent Sexism Inventory (ASI; Glick & Fiske, 1996), en la versión española de Expósito, Moya y Glick (1998) con la que se miden las actitudes ambivalentes hacia las mujeres. En el presente trabajo se empleó la versión reducida de la escala, compuesta por 12 ítems (6 indicadores que evalúan el sexismo hostil y 6 indicadores que evalúan el sexismo benevolente) con escalas de respuesta tipo Likert de cinco puntos que van de 1 (muy en desacuerdo) a 5 (muy de acuerdo), siendo las puntuaciones más altas las que representan mayores niveles de sexismo. La puntuación global de la escala se obtuvo mediante el sumatorio de las puntuaciones obtenidas en los doce indicadores que compusieron la escala. Las puntuaciones en las subescalas de sexismo hostil y benevolente se obtuvieron mediante el sumatorio de los seis indicadores que compusieron cada una de ellas (ver Tabla 1). La consistencia interna de la escala global fue buena (α = ,88) al igual que la fiabilidad de las subescalas de sexismo hostil y sexismo benevolente (α = ,78 y α = ,88 respectivamente).

Variables explicativas. Consumo mediático. En sintonía con la literatura previa, se examinaron distintas formas de consumo mediático, incluyendo la exposición a noticias televisivas, programas de detectives (CSI, Mentes Criminales…) y temas de actualidad en Internet. Concretamente, se preguntó a los encuestados cuánto tiempo dedicaban a cada una de estas actividades en un día normal. Las respuestas se registraron en horas y minutos y posteriormente fueron convertidas a minutos.

Experiencias de victimización. Se analizaron siete tipos de experiencias de victimización, incluyendo: a) haber recibido mensajes de correo electrónico, SMS o mensajes instantáneos con contenido ofensivo o amenazador; b) haber recibido llamadas telefónicas ofensivas, amenazadoras o silenciosas; c) haber sido víctima de la publicación de comentarios ofensivos en Internet; d) haber sido esperado en el exterior de casa, lugar de trabajo o centro de estudios sin una razón legítima; e) haber sido perseguido deliberadamente; f) haber sido víctima de la difusión de fotografías o vídeos íntimos a través de Internet o del teléfono móvil sin consentimiento; y g) haber sufrido experiencias sexuales no deseadas. Específicamente, se preguntó a los participantes si a lo largo de su vida habían sufrido alguna de estas experiencias. Las respuestas a estas preguntas se agruparon en dos variables: conductas de acoso y conductas sexuales. El acoso se codificó como 1 si los encuestados habían indicado haber experimentado alguna vez al menos una de las cinco primeras experiencias y 0 en caso contrario. La victimización sexual se codificó como 1 cuando los encuestados indicaron haber sido víctimas de la difusión de fotografías o videos íntimos sin consentimiento y/o haber sufrido experiencias sexuales no deseadas.

Variables sociodemográficas. Con el propósito de analizar si las características personales de los encuestados influían en sus actitudes sexistas, se recogió información sobre una serie de variables sociodemográficas como fueron el sexo (hombre, mujer), la edad, la nacionalidad (española, extranjera), la ideología política, la adscripción religiosa (creyente -practicante y no practicante-, agnóstico/ateo) y la orientación sexual (heterosexual, bisexual, homosexual). La edad se codificó de forma continua (en años) y la orientación política se midió con una escala de auto-ubicación ideológica (izquierda a derecha) de once puntos.

Análisis de Datos

En un primer momento, se hallaron las puntuaciones medias obtenida por los participantes en la escala de sexismo ambivalente y en las subescalas de sexismo hostil y benevolente y se realizaron comparaciones entre hombres y mujeres. Atendiendo a las características de las variables, se aplicaron pruebas t para muestras independientes y se calcularon los tamaños de efecto (d de Cohen). De la misma forma, se compararon las puntuaciones obtenidas dentro del grupo de hombres y de mujeres en las subescalas para comprobar si las dos dimensiones del sexismo recibían el mismo apoyo. Para ello se utilizaron pruebas t para muestras relacionadas. También se realizaron análisis descriptivos con el propósito de evaluar el grado de acuerdo de los participantes con los distintos indicadores que compusieron la escala. En este caso, las diferencias entre hombres y mujeres fueron analizadas mediante el estadístico chi-cuadrado y se estudiaron sus tamaños de efecto a través del coeficiente V de Cramer. Por último, para determinar si los factores predictores de las actitudes sexistas difieren según el sexo de los participantes, se estimaron modelos de regresión de mínimos cuadrados ordinarios (OLS) para hombres y mujeres.

RESULTADOS

Actitudes Sexistas en los Estudiantes Universitarios

El rango de puntuación de la escala osciló entre un mínimo de 12 y un máximo de 60 puntos, siendo las puntuaciones más altas las que representaron mayores niveles de sexismo. En general, la puntuación media obtenida por los encuestados fue de 25,07 puntos (DT = 8,71), lo que evidencia cierta presencia de actitudes sexistas entre los jóvenes universitarios encuestados. Atendiendo a los resultados desagregados por sexos, se halló que los hombres puntuaron aproximadamente cinco puntos más alto que las mujeres (M = 28,61 versus M = 23,05). Además, los resultados mostraron que las diferencias por sexos fueron significativas, dando como resultado un tamaño de efecto mediano-grande (t = -14,81; gl = 2.110; p ≤ ,001; d de Cohen = 0,66).

Atendiendo a las puntuaciones medias obtenidas en las subescalas de sexismo hostil y benevolente, pueden destacarse dos hallazgos. En primer lugar, los resultados mostraron que los hombres puntuaron más elevado en la subescala de sexismo hostil en comparación con la subescala de sexismo benevolente (M = 14,82 versus M = 13,79; t = 5,39; gl = 767; p ≤ ,001; d de Cohen = 0,19). Por el contrario, las mujeres puntuaron más alto en la subescala de sexismo benevolente en comparación con la subescala de sexismo hostil (M = 12,24 versus M = 10,81; t = -12,62; gl = 1.343; p ≤ ,001; d de Cohen = 0,35). Además, los hombres puntuaron más elevado que las mujeres tanto en la subescala de sexismo hostil (M = 14,82 versus M = 10,81; t = 17,68; gl = 2.111; p ≤ ,001; d de Cohen = 0,78) como en la subescala de sexismo benevolente (M = 13,79 versus M = 12,24; t = 7,68; gl = 2.111; p ≤ ,001; d de Cohen = 0,34), si bien la mayor diferencia se produjo en la primera, donde los hombres puntuaron cuatro puntos más alto que las mujeres.

En relación con el grado de acuerdo mostrado por los encuestados con los doce indicadores que compusieron la escala, se encontró que, en general, los ítems que mostraron mayor apoyo en la subescala de sexismo hostil fueron: “existen muchas mujeres que, para burlarse de los hombres, primero se insinúan sexualmente a ellos y luego rechazan los avances de estos” (20,0%) y “las mujeres feministas están haciendo demandas completamente irracionales a los hombres” (19,7%). Además, estos fueron los indicadores que aglutinaron mayor grado de acuerdo tanto para hombres como para mujeres, seguidos del indicador “cuando las mujeres son vencidas por los hombres en una competencia justa, generalmente se quejan de haber sido discriminadas” (26,8% de acuerdo en el caso de los hombres y 11,2% en el caso de las mujeres). Sin embargo, los dos ítems que obtuvieron menor grado de acuerdo tanto para hombres como para mujeres (“una vez que una mujer logra que un hombre se comprometa con ella, por lo general intenta controlarlo estrechamente” y “las mujeres exageran los problemas que tienen en el trabajo”) fueron en los que se presentaron las mayores diferencias, ya que el porcentaje de hombres que apoyaron estas afirmaciones fue más de tres veces superior al de mujeres (14,1% de acuerdo en el caso de los hombres versus 4,1% en el caso de las mujeres y 10,8% de acuerdo en el caso de los hombres versus 2,8% en el caso de las mujeres), dando como resultado tamaños de efecto medianos (V de Cramer = ,35). En el resto de indicadores, salvo en el primer ítem, el porcentaje de apoyo de los hombres fue más de dos veces superior que el de las mujeres (ver Tabla 1).

Por su parte, los indicadores que mostraron mayor grado de acuerdo en la subescala de sexismo benevolente fueron, para ambos sexos: “las mujeres, en comparación con los hombres, tienden a tener una mayor sensibilidad moral” (34,7%) y “las mujeres deben ser queridas y protegidas por los hombres” (28,1%). Asimismo, de los resultados se desprenden dos hallazgos; en primer lugar, los indicadores uno y tres fueron los únicos en las dos subescalas donde las mujeres puntuaron más alto que los hombres, si bien en el tercer indicador las diferencias no alcanzaron la significación estadística (ver Tabla 1). Por otro lado, la diferencia más grande se produjo en el ítem que presenta al hombre como proveedor económico (“los hombres deberían estar dispuestos a sacrificar su propio bienestar con el fin de proveer seguridad económica a las mujeres”). La proporción de hombres que apoyaron este ítem fue entre cuatro y cinco veces mayor que la proporción de mujeres (5,5% de acuerdo en el caso de los hombres versus 1,2% en el caso de las mujeres, V de Cramer = ,21).

Tabla 1
Grado de acuerdo con los indicadores de las subescalas por sexos
Grado de acuerdo con los indicadores de las subescalas por sexos

Predictores de las Actitudes Sexistas en los Estudiantes Universitarios

Para examinar si los factores que predicen el sexismo ambivalente difieren entre sexos, se estimaron modelos de regresión separados para hombres y mujeres. Los resultados de estos modelos y sus correspondientes pruebas z, que indican si las diferencias en los coeficientes de hombres y mujeres son significativas (Paternoster, Brame, Mazerolle, & Piquero, 1998), se presentan en la Tabla 2. Los hallazgos sugieren que los factores predictivos de las actitudes sexistas varían ligeramente en función del sexo de los participantes. Entre los hombres, los encuestados que se identificaron como religiosos ( b = 2,51; p ≤ ,001), heterosexuales ( b = 4,32; p ≤ ,001) y más conservadores ( b = 1,49; p ≤ ,001) fueron significativamente más sexistas que sus homólogos. En este modelo, la edad fue marginalmente significativa (b = -0,09; p ≤ ,10) y la mayor juventud predijo actitudes más sexistas entre los hombres. Por su parte, las mujeres de mayor edad ( b = 0,11; p ≤ ,05), que se identificaron como religiosas (b = 2,79; p ≤ ,001) y políticamente conservadoras (b = 0,91; p ≤ ,001) obtuvieron puntuaciones más elevadas en la escala de sexismo ambivalente en comparación con las mujeres de menor edad, que se identificaron como no creyentes y se ubicaron más a la izquierda ideológicamente. También las mujeres que indicaron tener nacionalidad española fueron significativamente menos sexistas que las estudiantes de otras nacionalidades (b = -3,99; p ≤ ,001). El consumo de serie de detectives resultó marginalmente significativo en este modelo (b = 0,01; p ≤ ,10), de forma que la mayor exposición a este tipo de contenidos predijo actitudes más sexistas entre las mujeres.

Con el propósito de examinar más en profundidad las diferencias entre hombres y mujeres en los factores que predicen las actitudes sexistas, se analizaron los valores de las pruebas z. Los coeficientes difirieron significativamente entre los sexos en las variables edad, ideología política y orientación sexual. En relación con la edad, las creencias sexistas aumentaron con la edad en el caso de las mujeres, mientras que se redujeron en el caso los hombres ( z = 2,99; p ≤ ,01). Tanto los hombres como las mujeres que se ubicaron más a la derecha ideológicamente presentaron creencias más sexistas, si bien el efecto fue más acentuado en el caso de los hombres (z = 3,34; p ≤ ,001). En el supuesto de la orientación sexual, mientras que para las mujeres no fue un predictor significativo, los hombres que se identificaron como heterosexuales puntuaron significativamente más alto en la escala de sexismo ambivalente en comparación con los hombres no heterosexuales (z = 3,12; p ≤ ,01). Aunque la diferencia entre los coeficientes de regresión no fue significativa, la nacionalidad española predijo las actitudes sexistas entre las mujeres, pero no entre los hombres. A pesar de que ambos modelos explicaron un porcentaje aceptable de variación en las actitudes sexistas de los encuestados, el modelo explicó una mayor variación en las actitudes sexistas de la muestra masculina (R2 corregida = ,26) en comparación con la muestra femenina (R2 corregida = ,17).

Tabla 2
Predictores del sexismo ambivalente para hombres y mujeres
Predictores del sexismo ambivalente para hombres y mujeres

DISCUSIÓN Y CONCLUSIONES

Este trabajo responde a la necesidad de continuar indagando en un ámbito de estudio tan relevante como son las actitudes sexistas entre los jóvenes, especialmente en un momento en el que, pese a lo innegable de los avances, siguen existiendo elementos que mantienen la inequidad y las desigualdades de género. La novedad de este trabajo radica fundamentalmente en dos aspectos. En primer lugar, se incluyeron una serie de variables novedosas en este tipo de estudios como fueron las experiencias de victimización, el consumo mediático y la orientación sexual de los participantes. Además, se examinaron las diferencias entre hombres y mujeres en los coeficientes de regresión, lo que permitió un estudio más exhaustivo de los predictores de las creencias sexistas en función del sexo.

Conforme a lo esperado, los resultados de este trabajo sugieren cierta presencia de actitudes sexistas ambivalentes entre los universitarios, lo cual coincide con estudios previos conducidos en España que han advertido, también, de la pervivencia de creencias sexistas entre los jóvenes (Aguaded, 2017; Esteban y Fernández, 2017). No obstante, es preciso incidir sobre dos aspectos que podrían haber afectado a los hallazgos obtenidos. En primer lugar, los indicadores que componen la escala presentan afirmaciones que en la actualidad son fácilmente identificables como sexistas, lo que sin duda podría estar relacionado con el segundo aspecto propuesto, y es que las respuestas pueden haber estado influenciadas por la deseabilidad social, enmascarando niveles más elevados de sexismo. No obstante, el presente trabajo se condujo a través de encuestas online, siendo esta modalidad la que proporciona respuestas menos sesgadas en comparación con otros procedimientos en los que los entrevistadores están presentes durante la administración de los cuestionarios (Kreuter, Presser, & Tourangeau, 2008). Asimismo, de los resultados obtenidos se pueden destacar tres hallazgos. En primer lugar, de acuerdo con la literatura previa (Glick et al., 2000; Lameiras y Rodríguez, 2002), los hombres presentaron niveles más elevados de sexismo hostil que benévolo. Por el contrario, las mujeres puntuaron más elevado en la dimensión benevolente del sexismo. Este último hallazgo está en sintonía con los resultados encontrados por Cross y Overall (2017), quienes estudiaron las razones por las que ciertas mujeres no son solo más susceptibles de presentar niveles superiores de sexismo benevolente, sino que además se sienten más atraídas por los hombres que apoyan estos postulados. Por otro lado, de acuerdo con la segunda hipótesis propuesta y en consonancia con los resultados obtenidos por los creadores de la escala (Glick & Fiske, 1996), se encontró que los hombres puntuaron más elevado tanto en la escala global de sexismo como en las subescalas de sexismo hostil y benevolente, hallándose las mayores diferencias entre hombres y mujeres en la dimensión hostil del sexismo. Tomados en conjunto, estos resultados evidencian que las creencias igualitarias entre hombres y mujeres jóvenes son todavía más aparentes que reales en algunos aspectos.

Por su parte, el análisis del grado de acuerdo de los encuestados con los indicadores que compusieron la escala advierte de la persistencia de ciertos estereotipos tradicionales de género entre los jóvenes. Si se atiende a los indicadores que aglutinaron mayor apoyo por parte de hombres y mujeres en la subescala de sexismo hostil (“existen muchas mujeres que, para burlarse de los hombres, primero se insinúan sexualmente a ellos y luego rechazan los avances de estos” y “las mujeres feministas están haciendo demandas completamente irracionales a los hombres”) se extrae principalmente el arraigo de dos clichés: el poder diádico de las mujeres y la visión negativa del movimiento feminista. En relación con el primero de ellos, el hecho de que la sexualidad haya sido un recurso atribuido tradicionalmente a las mujeres para dominar a los hombres, ha hecho que con frecuencia las mujeres hayan sido representadas en el imaginario colectivo como tentadoras, manipuladoras y con motivaciones ocultas (Glick & Fiske, 1996). En consecuencia, parece haberse instaurado entre los jóvenes la idea de que las mujeres utilizan su sexualidad para ganar dominio sobre los hombres. Por otro lado, que el movimiento feminista sea visto con cierto recelo y distancia por parte de algunos sectores sociales no resulta novedoso (Houvouras & Carter, 2008). Principalmente se considera que es el resultado de equiparar feminismo con machismo, asumiendo que el primero atenta contra los derechos de los hombres. Sin embargo, es preciso recordar que el feminismo se define como un movimiento político, social, económico y cultural que persigue la búsqueda de la igualdad de derechos y oportunidades entre hombres y mujeres, superando la dominación histórica de los hombres sobre las mujeres (Asamblea General de las Naciones Unidas, 1995).

En relación con los indicadores que mostraron mayor grado de acuerdo en la subescala de sexismo benevolente (“las mujeres, en comparación con los hombres, tienden a tener una mayor sensibilidad moral” y “las mujeres deben ser queridas y protegidas por los hombres”), los hallazgos muestran que en la actualidad las mujeres continúan siendo valoradas en base a estereotipos sexistas de género basados en su supuesta dependencia y fragilidad. Al mismo tiempo, se destaca la necesidad de que las mujeres sean protegidas y queridas por los hombres, ideas que las hacen dependientes y las convierten en mujeres incompletas si no cuentan con el amor de un hombre. Todo ello promovería la persistencia de la concepción de la mujer como sexo débil.

Por último, una de las principales aportaciones que se desprenden de este trabajo es que ser creyente y situarse más a la derecha ideológicamente predicen actitudes más sexistas tanto en hombres como en mujeres. Estos resultados son consistentes con los mostrados por la literatura previa que ha relacionado el sexismo benevolente con la religiosidad y el conservadurismo político (Christopher & Mull, 2006; Maltby, et al., 2010; Stevenson, 2015) y ha destacado la importancia de estas variables como sustentadoras de los desequilibrios de género. Además, respaldan la hipótesis planteada en este trabajo al confirmar que existen ciertos factores predictores de las actitudes sexistas que son comunes a hombres y mujeres. Sin embargo, también se encontró que el efecto de otras variables depende del sexo de los participantes; en el caso de las mujeres ser extranjeras y tener una mayor edad fueron indicadores de mayor sexismo ambivalente, mientras que en el caso de los hombres, ser heterosexuales se relacionó con una mayor presencia de actitudes sexistas. Como línea de investigación futura, se propone analizar el efecto de la edad utilizando muestras comunitarias, ya que mientras que en las demás variables puede haber menos diferencias entre muestras estudiantiles y generales, posiblemente el efecto de la edad sea muy específico de poblaciones jóvenes como la representada en este trabajo, donde la concentración de participantes con edades comprendidas entre los 18 y los 25 años fue muy alta (84,1%).

A la vista de estos hallazgos, se considera necesario incidir sobre tres aspectos. En primer lugar, es destacable que, mientras que todas las variables sociodemográficas contribuyeron a explicar las actitudes sexistas, las experiencias de victimización y el consumo mediático no lo hicieron. Como implicaciones para futuros estudios, se podría ahondar no tanto en el tiempo de exposición a los medios (teoría del cultivo) sino en el contenido de la exposición. Además, es destacable el dato de que las mujeres extranjeras presenten mayores niveles de sexismo que las nacionales. En este punto se considera necesario hacer referencia a lo expresado por Lameiras (2002), quien entiende que las ideologías sexistas reflejan las desigualdades sociales entre los sexos: “si la evolución de una ideología sexista está, como cabría esperar, condicionada por el desarrollo del país, una de las principales consecuencias de esto será promover todas aquellas acciones que contribuyan a dicho desarrollo y contribuir con ello a superar los estereotipos sexistas” (p. 99). Por último, se estima conveniente incidir sobre el hallazgo de que los hombres heterosexuales mostrasen actitudes más sexistas que los hombres homosexuales y bisexuales por las implicaciones que esto conlleva. De la propia definición de ideología sexista se desprende la dominación tradicional del hombre sobre la mujer, pero lo cierto es que las creencias sexistas no favorecen a todos los hombres, sino únicamente a aquellos que cumplen con determinados estereotipos (en este caso, hombres heterosexuales), estando relegados a un estatus inferior no solo las mujeres sino también aquellos que no se adecuan a estos estándares, lo que ayudaría a explicar los niveles inferiores de sexismo hallados entre los hombres no heterosexuales. En esta línea, son incipientes las investigaciones que muestran la vinculación entre las creencias sexistas y la homofobia (Aosved & Long, 2006; Davies, et al., 2012).

A pesar de su contribución a este ámbito de estudio, el trabajo presenta ciertas limitaciones que han de ser consideradas en la interpretación de los resultados. En primer lugar, la participación en el estudio estuvo limitada a los estudiantes de una universidad situada en el centro-este de España, lo que podría dificultar la generalización de los resultados a la población universitaria española. Sin embargo, debe tenerse en cuenta que se incluyó a estudiantes de todas las ramas de conocimiento y que la universidad en la que se condujo el estudio está compuesta por múltiples campus localizados en cuatro provincias españolas. La segunda limitación que debe ser abordada es la baja tasa de respuesta de la encuesta. Sin embargo, este es un aspecto común en las encuestas online, especialmente al haber empleado las direcciones de correo electrónico institucionales (que no siempre son las direcciones principales), y estudios recientes han demostrado que las bajas tasas de respuesta en muestras estudiantiles no necesariamente sesgan las estimaciones (Fosnacht, Sarraf, Howe, & Peck, 2017). Además, es preciso señalar que la tasa de cooperación obtenida fue elevada (59,3%).

Para finalizar, es preciso incidir sobre las principales implicaciones derivadas de esta investigación. En primer lugar, se constata la presencia de actitudes sexistas, tanto visibles como enmascaradas, entre los jóvenes, lo que perpetúa y dificulta la consecución efectiva de la igualdad de género. Por otro lado, los resultados de este trabajo pueden emplearse desde una perspectiva aplicada teniendo en cuenta el conocimiento arrojado sobre los factores que predicen la ideología sexista en hombres y mujeres. En este sentido, a la vista de los hallazgos, en las mujeres se debería incidir en las creencias benevolentes que perpetúan las desigualdades, mientras que en los hombres, la atención debería focalizarse sobre las creencias hostiles. Además, los resultados ponen de relieve la conveniencia de incorporar estos contenidos de manera transversal en el currículum escolar. Por otro lado, los hallazgos que se desprenden del trabajo contribuirán a la identificación de grupos y áreas de riesgo que pueden requerir una mayor atención (por ejemplo, los indicadores en los que se encontró mayor nivel de acuerdo) y a la propuesta de intervenciones y elaboración de las herramientas necesarias para de-construir y erradicar las actitudes sexistas. Después de todo, solo cuando se conozcan la magnitud del fenómeno y los factores que predicen las actitudes sexistas, se podrá intervenir eficazmente sobre ellos.

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Notas

1 El poder diádico es el que emerge de la interdependencia sexo-afectiva que generan las relaciones humanas.
2 El cálculo de z se ha llevado a cabo siguiendo las recomendaciones de Paternoster y sus colaboradores (1998), aplicando la fórmula:

Notas de autor

1 Carmen María León. Investigadora predoctoral en formación en la Universidad de Castilla-La Mancha. Sus principales líneas de investigación incluyen percepciones y actitudes hacia la violencia de género, victimización y metodología de encuestas.
E-mail: carmen.leon@uclm.es
2 Eva Aizpurúa. Research Fellow en Trinity College Dublin. Sus principales líneas de investigación incluyen percepciones y actitudes hacia la justicia, género, delincuencia y victimización, condiciones de vida de la población reclusa y metodología de encuestas.
E-mail: aizpurue@tcd.ie