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Las relaciones sociales dentro del Cancionero de Juan Alfonso de Baena (siglo XV).
Abstract
Resumen: Este trabajo aboga por profundizar en el contenido sociológico, antropológico y cultural del Cancionero de Juan Alfonso de Baena, persiguiéndose tres objetivos: 1. El análisis sociológico de las relaciones entre los 51 poetas para identificar a los principales protagonistas, así como las relaciones entre sí y respecto al compilador, a través del lenguaje utilizado. 2. El análisis antropológico de la mentalidad que emanan los versos del Cancionero, y que evidencia la existencia de una conciencia colectiva de un grupo social poco estudiado, cuyos miembros, aun no siendo detentores de poder alguno, ostentan una situación privilegiada. 3. La profundización en los aspectos más polémicos respecto al Cancionero de Baena, como los conceptos de «poetas cortesanos» o de «nobleza», precisamente como evidencia de la divergencia entre discurso y realidad, así como respecto a algunas conclusiones, hasta ahora mantenidas por la historiografía y que podrían ser matizadas a la luz de este análisis.
Main Text
I. INTRODUCCIÓN
Los cancioneros medievales son colecciones de poesías de varios autores, conocidos normalmente por el nombre del compilador o por el lugar donde se encontró la versión más antigua conocida2. De todos ellos, el más temprano de los escritos en castellano antiguo es el Cancionero de Juan Alfonso de Baena, que recoge poemas de 51 autores, compuestos cronológicamente entre el último tercio del siglo XIV y 14323.
Este texto ha sido objeto ya de diversos estudios, tanto monográficos como comparativos, principalmente llevados a cabo por filólogos y algunos historiadores, de tal manera que los aspectos lingüísticos, literarios y de biografías de autores han sido pródigamente analizados4. Sin embargo, parece no haberse explorado suficientemente el filón del contenido que ofrecen los versos de un número tan nutrido de autores. Lo que este artículo pretende proponer es precisamente una profundización desde un punto de vista «holístico», el cual, antropológicamente hablando, se refiere al análisis interdisciplinar que aúna metodologías y teorías de varias disciplinas del ámbito de las ciencias humanas, sociales e, incluso, naturales y exactas5.
En efecto, los cancioneros como fuentes primarias para los estudios históricos tienen una relevancia mayor de la que a veces se les ha otorgado6. Cierto es que tienen un alto valor subjetivo, pues son composiciones líricas, pero también lo es que esto permite una mayor profundización en aspectos no sólo históricos sino también antropológicos, sociológicos y psicológicos7. De hecho, algunos autores han avanzado la idea de considerar al Cancionero de Baena como una gestalto estructura/modelo de percepción que posee cualidades en tanto que conjunto, que no es simplemente la suma de sus partes, sino «una interpretación comprensiva de las necesidades del presente»8.
Dicho esto, cabe decir que a la hora de afrontar los cancioneros el historiador debe utilizar una combinación de varios métodos de investigación: el historiográfico (extraer información histórica directa de los poemas), el comparativo (cotejar poemas entre sí y con otras fuentes) y el textual (cotejar poemas intrínseca y extrínsecamente desde el punto de vista de la propia cultura).
Como bien sugirieron José Manuel Nieto Soria y Cleofé Tato5,9, la finalidad política del Cancionero de Baena es incontestable, transmitiendo un modelo de estado concreto, popularizando los conceptos clave de manera simplificada, y utilizando expresiones embellecedoras de ese modelo como veremos enseguida. Es así como el Cancionero ofrece una ayuda privilegiada para realizar una investigación sobre el grupo social que aparece como principal sustentador de estos modelos políticos mencionados y que forma parte de la estructura burocrática. El análisis interdisciplinar –«holístico» en antropología– de los poemas permitirá pasar del ámbito psicológico (las motivaciones de una sola persona, el autor), al plano sociológico (las relaciones entre los poetas como componentes de un grupo) y, ampliando más el espectro, al plano antropológico (la mentalidad y cultura del grupo en cuestión, y la cultura dominante de la época).
II. ANÁLISIS DE REDES SOCIALES
Para poder llevar a cabo el estudio aquí propuesto, me he basado en los principios de la teoría literaria10 que propone que el «hablante», entendido como el recurso literario de un autor para mantener un estilo propio, está condicionado por tres factores: la experiencia del autor (condicionada a su vez por su vivencia histórica), la tradición literaria (la poesía y los sistemas de valores estéticos dominantes en la época), y el sistema de valores general de la época o del grupo social de pertenencia del autor. A ello he añadido un cuarto factor condicionante que es la relación que tiene con otros interlocutores de su entorno, donde el lenguaje será crucial para entender qué grado de relación tiene con los demás.
Por lo tanto, cabe reseñar que, en un primer nivel de análisis, está fuera de discusión que Juan Alfonso de Baena (ca. 1370/80-1435)11 influyó, y mucho, en los temas elegidos, en los poetas seleccionados y en la imagen general que quería presentarle al monarca y a la sociedad, reflejo de la cosmovisión de su grupo de pertenencia. De posible origen judío, se denomina «escribano del rey» en algunos poemas y en uno de los documentos que se conservan, aunque no aparece como tal en ningún documento o crónica producida en el entorno más cercano a la corte de Juan II, lo que lleva a suponer que fue un cargo local o secundario. Su vida parece transcurrir entre las dos ciudades más importantes de la Andalucía bajomedieval castellana, Sevilla y Córdoba. Parece que Baena falleció antes de 1435, según dos documentos en los que su mujer, Elvira Ferrándes de Cárdenas, habla de él ya en pasado.
Cabe añadir que, a veces, sigue vigente en la historiografía una idea relativa a que los poemas se fraguan desde y para la corte, o sea, el espacio donde están los reyes, su familia y su séquito12. Sin embargo, como habrá ocasión de demostrar, el Cancionero de Baena no respondería totalmente a esta intencionalidad, sino a otra más amplia, siendo una compilación poética que no se hizo únicamente en la corte, ni sus destinatarios eran únicamente los cortesanos. En otras palabras, sí fue una compilación hecha por Baena para el rey y su familia, incluso para el ámbito cortesano, pero su alcance va más allá de estos espacios, pues tanto intencional como no intencionalmente revela un universo mucho mayor.
Respecto al análisis desde el plano sociológico, a la hora de hablar de los grados de cercanía o lejanía social y personal –que he optado por denominar «grados de proximidad»–, el principal medidor de los mismos será el lenguaje en sus vertientes semántica y semiótica. O dicho de otra manera, qué se dice (mensaje), cómo se dice (forma) y para quién se dice (público). Para ello, los debates poéticos o dezires permiten una mayor profundización en estos aspectos al ser una evidencia de interacción que permite la clasificación13. En ellos, los autores no sólo mostrarán la erudición y maestría en el arte poético a nivel literario (métrica, tema, vocabulario), sino que también reflejarán los grados de proximidad al permitirse licencias que de otra manera serían imposibles de ser aceptadas socialmente, como los insultos o el lenguaje obsceno.
Los grados de proximidad se refieren a la disposición anímica y relacional que se observa en el comportamiento lingüístico. Así, dependiendo de quién sea el interlocutor en un debate o intercambio, se utilizarán un lenguaje y un vocabulario diferentes, según se trate de alguien con una proximidad cercana, media o lejana. Las características generales de cada grado de proximidad son las siguientes:
– Referencias eruditas (citas) y populares (refranes): cercano (mezcla), medio (mezcla con predominancia de las eruditas), lejano (sólo eruditas y estereotipadas).
- mención expresa del aludido (por nombre o mote): cercano (siempre), medio (sí por nombre, no por mote), lejano (muy escasa y siempre por nombre).
- emotividad: cercano (abierta), medio (mixta entre abierta y codificada), lejano (codificada o ausente).
- subjetividad: cercano (plena, con expresión constante de la opinión o sentimiento), medio (diluida, con expresión de la opinión y, raramente, del sentimiento), lejano (escasa, con rara expresión de opinión personal y de sentimiento codificado).
- presencia de «piques» (reutilizando la expresión de Baena «picar en lo bivo»14) o comentarios personales (punzadas o comentarios socarrones e irreverentes) que saltan la barrera de la convención social, porque insultan o por aludir a cuestiones sociales tabú como el sexo o la religión: cercano (múltiples, con claras alusiones personales), medio (con alusiones no personales, pero frecuentes), lejano (convencionalismos, de escasa carga personal).
El estudio de estos grados de proximidad va a permitir organizar las relaciones sociales de los poetas del Cancionero en tres grandes grupos, siendo el primero el que deriva del propio Juan Alfonso de Baena (del que dependen todos en última instancia, por aparecer en la obra). El segundo gira alrededor de la figura de Alfonso Álvarez de Villasandino, autor proveniente en principio del pueblo del mismo nombre, en la archidiócesis de Burgos, nacido en torno a 1350-1360, pero viviendo después en Illescas (Toledo). Empezó a escribir en torno a 1375, convirtiéndose en el trovador de moda durante los reinados de Enrique II (últimos años), Juan I, Enrique III y Juan II, hasta su muerte entre 1424 y 143015. El tercer y último poeta central es Fernán Manuel de Lando, que perteneció a una familia potente sevillana –su padre es Juan de Lando, alcaide de los alcázares de Sevilla y doncel de Juan I, y su madre Juana Peraza– que estaba muy bien posicionada en la Corte, siendo su prima Inés de Torres, una de las «privadas» de Catalina de Lancaster durante la minoría de Juan II hasta 1416, y siendo su hermano Pedro el ayo del príncipe Enrique por expreso deseo del Condestable Álvaro de Luna16. Todos los demás autores están vinculados directamente con alguno de estos tres grupos, excepto los autores más antiguos y algunos que no tuvieron contacto directo con Baena, pero que él inserta en su compilación por motivos de prestigio o de refuerzo de algún tema17.
Así, en el primer grupo, aparte de Villasandino y Lando, son cercanos a Baena una serie de hidalgos y/u oficiales como Álvaro de Cañizares, que fue criado de la reina Catalina de Lancaster y también de la reina María de Aragón, mujer de Juan II. Aparece como embajador de Juan II en Génova en 1435 y como criado del rey en un documento de 1444 en los momentos previos a la batalla de Olmedo en que los leales a Luna y los partidarios del infante Enrique de Aragón luchan definitivamente, con la muerte posterior del segundo por las heridas18.
El segundo es Rodrigo de Harana o Arana19, quien se ha identificado con Ruy Díaz de Arana, que aparece como comprador de tierra y de una tienda en dos documentos de la Córdoba de 143520. Existe también un Rodrigo de Harana cordobés registrado en un documento de 1465 que, aunque no es posible identificarlo como el poeta, sí puede sugerirse que fuera algún pariente suyo21.
Alvar Ruiz de Toro fue el «escudero de Martín Sánchez de Palençuela», notario real. También aparece como escribano del rey, siendo testigo en el documento de 1440 del compromiso de las hijas de Gómez Manrique por el testamento de su madre Sancha de Rojas22.
Juan García de Vinuesa fue un oficial del despensero mayor del rey, Juan García de Soria. En 1391 es objeto de una donación por parte de los regentes para paliar sus gastos en el viaje al reino de Murcia que realizan él y otros oficiales para recaudar el montazgo. Más tarde, entre 1416 y 1428 aparece como escribano mayor de mestas y cañadas, lo cual podría ser confirmado por las vinculaciones de la familia Vinuesa con la Mesta23.
Por último, el Despensero del obispo de Córdoba ha sido identificado, con reservas, con Fernando Ruiz de Aguayo24.
Integran, además, el grupo cercano a Baena los nobles Juan de Guzmán «el Póstumo», llamado así porque nació poco después de la muerte de su padre, Juan Alfonso de Guzmán, conde de Niebla, entre 1394 y 1396. Su madre pudo ser Beatriz de Castilla (hija de Enrique II) o Juana de Castilla (sobrina del mismo rey). Es hermano del heredero del condado, Enrique, que falleció en 1436. De su padre heredó propiedades en La Algaba y zonas limítrofes del Guadalquivir, Tomares y varias casas en Sevilla, que después trocó en 1418 por la de Benahyar y otras tierras en el Aljarafe sevillano. Casó en 1411 con la hija de Leonor López de Córdoba, Leonor López de Hinestrosa, que también fue dama de compañía de Catalina de Lancaster como su madre y murió en 1477. Participó en las tensiones nobiliarias de Sevilla en 1416 apoyando a Pedro de Estúñiga. Juan de Guzmán murió antes de 1433, fecha en que su mujer viuda vuelve a casarse25.
Íñigo Arista de Estúñiga, hijo del justicia mayor de Castilla Diego López de Estúñiga, fue mariscal de Navarra y se casó en 1387 con Juana, hija natural de Carlos III de Navarra. En 1403 acompañó al rey navarro en su embajada a Francia y hacia 1420 es nombrado mariscal del futuro rey, el Infante Juan de Aragón, quedando así vinculado con la causa de los Infantes contra Álvaro de Luna hasta 1431, año en que se reconcilian varios nobles con él26.
Pedro García de Herrera, mariscal de Castilla, capitán general de la frontera en Jerez y señor de Ampudia, casado con María de Ayala y hermano de madre de Diego Gómez de Sandoval, aparece en el consejo de Fernando de Antequera en Córdoba en abril de 1410, poco antes de la exitosa expedición. Comisionado por Juan II en 1425 para entregar a Enrique de Aragón a su primo Juan II de Navarra. Participó en la toma de Jimena de la Frontera ya como mariscal en 1431. Fue juez en las justas de 1434 donde el poeta Gonzalo de Quadros perdió dañándose gravemente27.
Diego de Estúñiga, último noble, puede ser Diego Ortiz de Estúñiga, hijo de Íñigo, o Diego López de Estúñiga y Leyva, hermano de Íñigo28.
Siguiendo con Baena, en el grado de proximidad medio encontramos sólo a Gonzalo de Quadros, y a nadie en el lejano. Fue alcaide de los alcázares de Sevilla y Carmona. Aparece nombrado en un documento de 1444 en la segunda ciudad durante la estancia allí de Juan II, donde aguantó el asalto de los partidarios de Enrique de Aragón. Más adelante, aparece como caballero veinticuatro de Sevilla. Se casó dos veces, una con Catalina Tudeschi, y otra con Beatriz de Valer, muriendo en 146129.
El segundo gran grupo lo componen los del círculo de Villasandino, que son, en el grado cercano, los hidalgos y/u oficiales como el propio Baena y Francisco de Baena. De este último, no hay ningún documento que lo vincule familiarmente con Juan Alfonso de Baena, pudiendo tratarse de una coincidencia únicamente en el lugar de origen de ambos. Fue escribano del adelantado de Andalucía Diego Gómez de Ribera (¿-1434), que ocupa el cargo a partir de 142530.
El segundo oficial es Pedro Morera, que podría tratarse de Petrus de Moraria, escribano del rey Pedro IV de Aragón en 1368 y, posteriormente, hombre del rey Alfonso V en 141731.
Habría que añadir aquí, aunque no por amistad sino más bien por enemistad, al clérigo Alfonso Sánchez de Jaén, canónigo de la catedral de Toledo, con el que Villasandino mantuvo un rifirrafe recogido en el Cancionero. Llegó a ser capellán real en 1436 porque aparece mencionado en la bula Ad perpetuam rei memoriam del papa Eugenio IV como preferido, junto con otros 22, antes que otras personas, a la hora de alcanzar beneficios, aunque eso fuese en contra de cualquier constitución pontificia o de las catedrales, colegiatas o iglesias32.
El grupo situado en el grado de proximidad medio es mucho más amplio, comenzando por el propio Ferrán Manuel de Lando o fray Lope del Monte, sobre el que ha habido un intento de identificación interesante con el terciario franciscano Lope Núñez de Outeiro, basándose en que Outeiro es efectivamente «monte» en castellano, en que Monte no es muy común en Castilla, y en que en el testamento de Lope Núñez se alude a una amplia biblioteca propiedad suya donde había libros que coinciden con el tema de sus poesías33.
Gonzalo Martínez de Medina, hijo de Nicolás Martínez de Medina, caballero veinticuatro de Sevilla, procurador y tesorero mayor de Andalucía, y de Beatriz López de Roelas. Muestra en sus poemas una gran influencia de la obra del franciscano Juan de Rupescissa, Profecías de Merlín (Baladro del sabio Merlín), caracterizada por hacer una férrea defensa de la figura del rey, que encarnaría todas las profecías que aparecen en las composiciones34.
Pedro de Colunga fue dominico y fraile de San Pablo de Sevilla35. Si se tiene en cuenta que la villa de Colunga está muy cerca de la de Villaviciosa, que en época medieval se solía llamar a la gente por su lugar o zona de origen (más general mientras menos se conociera el lugar de procedencia), y que existe un personaje que encaja en el perfil de un fraile dominico que estuvo ligado a un convento de San Pablo, también se puede hipotetizar que Pedro de Colunga sea el más conocido Pedro de Villaviciosa, quien aparece ligado al convento dominico de San Pablo de Sevilla desde antes de 1434, y que fue posteriormente provincial de la orden y profesor de teología36.
El desconocido Bachiller y Maestro de Artes en Salamanca no ha podido ser identificado todavía, pero sí Pedro Carrillo de Toledo, copero mayor del rey (nombrado entre 1406 y 1420), merino mayor de Burgos, y alguacil mayor de Toledo (ya desde 1410). Asistió a la coronación de Fernando I de Aragón. Si bien en un primer momento se alió en 1420 con Enrique de Trastámara, posteriormente parece pasar a la órbita de Álvaro de Luna en los tumultos antilunistas de 1440, donde es posible que muriese37.
Fernán Pérez de Guzmán, señor de Batres, fue hijo de Pedro Suárez de Toledo y de Elvira de Ayala (sobrina del Canciller Ayala). Puede haber tenido algún tipo de relación con Leonor de los Paños, camarera de la reina Leonor de Aragón, ya que le dedica varios poemas. Parece haber participado en la segunda intentona contra Álvaro de Luna en 1432, en apoyo de los Infantes de Aragón, pero tras fracasar, se retiró a sus dominios y dejó de participar en política. Hombre de letras, compuso no sólo muchos poemas sino también libros como Generaçiones y semblanzas, el Tratado de viçios e virtudes, los Proverbios, las Quatro virtudes cardinales y varios tratados teológicos y filosóficos más38.
Y en el grado de proximidad lejana estarían el ya mencionado Álvaro de Cañizares, junto a Francisco Imperial, quien llegó a lugarteniente del almirante de Castilla, Diego Hurtado de Mendoza, en 1403. De todas formas, no terminó bien sus días pues parece que Enrique III no le confió ningún cargo tras la muerte del almirante y la designación de Alfonso Enríquez. También se sabe que muere antes del mes de abril de 1409 gracias a un documento en donde sus «herederos» tratan de resolver un pleito sobre lindes de propiedades39.
Por último, tenemos al fraile Diego de Valencia, franciscano. Es mencionado en la bula de Gregorio XI de 1378 Viri sacrae doctrinae, donde se dice que estuvo tres años estudiando en un convento franciscano de León y que, para poder hacer carrera, se le consentía estudiar en Salamanca. Allí habría obtenido el título de Doctor, pues en otra bula de 1410 aparecía como aspirante a la Cátedra de Prima en dicha universidad40.
El tercer gran grupo, mucho más reducido, es el derivado de los contactos de Fernán Manuel de Lando. En cuanto al grado de proximidad cercano, tenemos a Gonzalo Martínez de Medina y al propio Baena. Para el grado de proximidad medio, se sitúan en la esfera de los contactos de Lando, primeramente, los mencionados fray Lope del Monte y Villasandino. Después, de fray Alfonso de la Monja, dominico del convento de San Pablo de Sevilla, no se dispone de ningún dato más hasta ahora. Seguramente estudió Teología pues su formación, reflejada en sus poemas, es buena para responderle a Francisco Imperial acerca de si la Fortuna es un en tedeidad más potente que Dios.
En sentido negativo, encontramos a Alfonso de Moraña, con quien discute Lando por un malentendido. Perteneció al grupo de poetas de la casa de Fadrique Enríquez de Castilla y Castro (1388-1430), duque de Arjona41.
En el grado de proximidad lejano se sitúan Álvaro de Cañizares y fray Diego de Valencia, ya mencionados, y Ferrán Sánchez Calavera, quien parece haber nacido entre 1370 y 1385, pudiendo haber tenido orígenes conversos. Quizá perteneció al séquito de Ruy Díaz de Mendoza, almirante mayor muerto en 1404. En 1406 estuvo en Segovia en la corte de Enrique III. Parece que entra en la Orden de Calatrava como caballero cuando aparece asistiendo al capítulo general de 1417 en la iglesia de Santa María de Los Llanos de Almagro, siendo comendador de la Orden en tiempos del maestre Luis González de Guzmán. A partir de 1423 tiene asignada la encomienda de Villarrubia de los Ojos, y así consta hasta 1434, estando presente en los capítulos generales de ese año en Almagro42.
Tras este análisis de las relaciones sociales y personales entre los poetas, y la presentación de un primer cuadro de esos posibles vínculos entre sí, cabe completar la información con otros datos, que servirán para discernir mucho mejor a qué me refiero cuando hablo de un grupo social diferenciado dentro del Cancionero.
Así pues, en primer lugar, será relevante hablar de la procedencia geográfica y lugar de residencia de los poetas, excluyendo 20 de los 51, de origen dudoso. Se dividen en 20 del Valle del Guadalquivir (14 de Sevilla, 4 de Córdoba y 2 de ambos lugares), 8 de Toledo y alrededores (5 de esa ciudad, 2 de La Mancha y 1 de Madrid), y 3 de Salamanca y alrededores (2 de esa ciudad y 1 de Toro). Por lo tanto, el grueso de la producción cancioneril se habría generado en Andalucía, región a la que el rey Juan II de Castilla sólo acudió en 1431 en dos ocasiones, cuando ya estaba todo escrito, lo que contradice la percepción a veces generalizada de que se trataba de una poesía producida en la corte, cuando en ella probablemente no se hicieron tantos poemas, si bien el Cancioneroen sí, sí fue un producto para la corte real.
En segundo lugar, otra cuestión que he analizado es si se puede hablar de una tendencia política dentro del Cancionero, a favor o en contra de alguien. Los resultados serían también indicativos, pues de los 26 envueltos en las luchas de poder entre el condestable Álvaro de Luna y los Infantes de Aragón –he excluido a 25 que no participaron, bien por ser anteriores, bien por no haber constancia de que lo hicieran– 6 se mostraron en sus poemas claramente partidarios de los Infantes (uno de ellos cambió de bando al final), 5 partidarios del condestable (tres cambiaron de opinión al final) y bien 15 estuvieron a favor de ambos. Con esto se refuerza esa visión que emana del poemario donde lo que interesa es la monarquía y el sistema de privanza, sin importar el titular de cada cargo.
En último y tercer lugar están los resultados del estudio sobre la proveniencia social de los poetas del Cancionero, sin duda el más relevante para nuestro propósito. Así, encontramos que –excluyendo a los 4 poetas sobre los que hay dudas de adscripción– 7 eran nobles, en cuanto poseedores de título y correspondiente gestión de una jurisdicción sobre tierras y gentes; 10 eran clérigos, aunque ninguno alto clérigo ni noble (8 regulares y 2 seculares); y el dato más importante en absoluto, 30 eran miembros de la administración en los varios niveles de gobierno del reino (escribanos, jurados locales, médicos, personal de servicio de altos nobles y altos clérigos, escuderos y encargados militares locales). Unido especialmente al dato geográfico, es evidente que hablar de poesía «cortesana» no sería del todo correcto y que la base social de muchos poetas –sumando funcionarios y clérigos, 40– se correspondería con un grupo poco definido, que se va a ver con más detalle a continuación.
III. ANÁLISIS DE MENTALIDADES
Las definiciones y conceptos, en cuanto grupo, que se han utilizado hasta ahora para intentar definir a aquellos cuyo modo de vida es el de recibir un sueldo por desempeñar una función administrativa o de servicio en cualquiera de los niveles de la vida política de un estado –real, nobiliario, eclesiástico, municipal, o empresarial–, han variado entre los siguientes: «cortesanos», «baja nobleza», «nobleza de servicio» o «burguesía». Sin embargo, siguen adoleciendo de falta de concreción y no responden a la realidad que los textos del Cancionero sugieren.
No son cortesanos, pues no todos desempeñan su actividad en la corte (la real o la de nobles o prelados). Tampoco son nobles de ningún grado, pues la mayoría nunca ostentó título alguno y, aunque se denominan a sí mismos en numerosas ocasiones como fidalgos, sabemos que muchos de ellos nunca recibieron ese reconocimiento de la Corona. Y de la misma manera, tampoco se pueden incluir en la categoría de los «burgueses», pues rara vez forman parte de las élites locales, ni desempeñan ningún tipo de actividad comercial o artesanal.
En definitiva, ese grupo de 40 poetas conforma una realidad difícil de encajar en las categorías antes mencionadas, por lo que propongo una definición más acorde con lo que ellos mismos sienten: el grupo social de los ahidalgados, en referencia a que se sienten y son vistos como ennoblecidos, más como un reconocimiento de facto por sus servicios, que por una realidad constatable en la documentación. El prestigio lo obtienen de su posición en el seno de la estructura de poder, por la que reciben una retribución a cargo de la estructura que lo mantenga, pudiendo ampliarse con algún tipo de jurisdicción territorial una vez obtenido el cargo. Serían el origen de la burocracia o, si se permite el neologismo, protoburocracia, pues colaboran en la consolidación de una estructura estatal (el «reino»).
El Cancionero de Baena es, en definitiva, un ejemplo expresivo y claro de este grupo social poco estudiado, del que el compilador es ejemplo prototípico. El grupo está compuesto por todos los «fidalgos e gentiles omnes» que menciona Baena en su anteprólogo43. Los fidalgos son conscientes de pertenecer a otro estado, diferente de los reyes y altos nobles, pero también diferente de los mercaderes, artesanos o pueblo llano en general. Eso sí, todos son conscientes que deben sus cargos y estatus social a la monarquía, convirtiéndose ésta en el eje vertebrador del Reino, por lo que todos velan por su salvaguarda y respeto, en tanto que institución.
De los versos del Cancionero emana una clasificación de las funciones en que se divide la administración: militar (adelantados, almirantes, mariscales), ejecutiva (grandes señores, prelados, infantes), jurisdiccional-legislativa (duques, condes, maestres, priores), y burocrático-administrativa (caballeros, escuderos, doctores, donceles, criados, oficiales), ocupando los fidalgos este cuarto poder.
Estos oficiales gozan de un alto grado de movilidad, tanto para cambiar de re- sidencia como para cambiar de puesto de trabajo, a veces sin mover la residencia habitual44.
En cierta forma, de la mano de estos ahidalgados, la poesía –la gaya ciencia– se consolida en esta época como medio de comunicación, y, por lo tanto, como medio de control social. A lo largo del siglo XV, la poesía cancioneril mostrará contenidos, temáticas y participantes acordes con unos objetivos sociales precisos, transmitiendo unas ideas concretas, aunque con la ventaja de llevar implícitamente otro tipo de información para el historiador moderno. Es en este sentido que Claude Potvin añade a la triple finalidad tradicional clásica de la poesía –movere, docere, delectare– una más: convertirse en medio de poder45.
En líneas generales, cabe pensar que los poemas de la gaya ciencia eran concebidos como «performances» a representar o ser acompañados musicalmente como divertimento de los monarcas y nobles en los momentos de ocio46, o bien de manera no presencial47, como espectáculo de entretenimiento, donde unas veces se aleccionaba moralmente y otras se procedía a la auto-ridiculización; unas veces se proponían sesudas reflexiones y debates profundos, otras se usaba el lenguaje más soez imaginable; algunas veces la religión era tenida por algo fuera de duda, otras se banalizaba o relativizaba48.
Conviene detenerse un momento a examinar la definición del imaginario de «poeta». Así, para Baena, los autores líricos son excepcionales en su sociedad, pues deben cumplir una serie de requisitos muy exigentes49:
- deben poseer «altas e sotiles invençiones»,
- «elevada e pura discreçión»,
- «sano e derecho juizio»,
- que sepa idiomas,
- que haya visto mundo,
- que sea «noble fidalgo, e cortés e mesurado e gentil e graçioso e polido e donoso»,
- que tenga una pizca combinada de dulzura, picardía, frescura e inteligencia,
- y «que sea amador e que siempre se preçie e se finja de ser enamorado», aunque de la persona correcta, «como deve e donde deve», lo que difiere ligeramente del «amor cortés».
Sin embargo, a pesar de esta declaración de intenciones, Baena deja de ser fiel a este ideal desde el primer momento pues su más destacado poeta, Alfonso Álvarez de Villasandino, no es noble, ni tan siquiera gentilhombre, así como tampoco los restantes 39 poetas, incluyendo al propio Juan Alfonso de Baena.
Una explicación a esta incongruencia sería considerar que el concepto de «noble», para esos poetas, no está asociado a una cuestión de sangre, sino de posición social, o dicho de otra manera, el noble no nace, se hace. Sea como fuere, es digno de destacar cómo quedan patentes las visiones antropológicas desde dentro de la misma sociedad y desde fuera, es decir, lo que idealizaban Baena y la mayoría de los poetas del Cancionero y lo que en realidad ocurría en su sociedad.
Por estos motivos y por ser la mayoría de los poetas, incluido el propio Baena, de ese grupo social específico dicho anteriormente, quizá sería más exacto hablar de mentalidad ahidalgada: la mentalidad de un grupo social cuya base socioeconómica reside en la propiedad de pocos bienes inmuebles (casas, solares, fincas), una base amplia de bienes muebles (principalmente dinero) y una renta periódica derivada del desempeño de un cargo en la administración local o general del Reino. Estrictamente hablando del modelo político propuesto por el Cancionero, cabe señalar que desaparece la diferenciación entre rey-persona y rey-rol social, como única solución para mantener la estructura. Se opta por el modelo de la monarquía apoyada por un sistema político de privanza, es decir, una persona solamente –o dos o tres como mucho– al mando de la burocracia estatal, ayudada a su vez por toda una red de oficiales50.
La «monarquía» es una institución51 de la que deriva todo el mantenimiento de la sociedad, siendo la fuente de derecho, la fuente moral y ética –el «espejo» en el que todos deben mirarse– y el referente de todo aquel que tenga alguna responsabilidad social52. El gobierno de los reyes y de todo aquel que tenga responsabilidades sociales debe tener «buena dispusiçión» para que puedan «e sepan ser cabdillos e governadores, capitanes de grandes gentes», sabiendo «gobernar e mandar e vedar e penar e asolver e condenar e mantener e sostener en ordenada justiçia […] todas sus gentes e huestes e batallas e conquistas e guerras»53.
Va estrechamente asociado al concepto de justicia, como en más de una ocasión queda reflejado en los textos54.
La figura del rey es omnipresente –incluso algo más que la del propio Dios, en número de interpelaciones– aunque más como espectador lejano que como figura que participe55. Esto confirmaría la hipótesis de que Juan Alfonso de Baena tiene siempre al monarca como público honorífico, es decir, presente en el pensamiento, pero no presente en vivo, lo que no elimina la posibilidad de que unos pocos poemas fueran redactados en su momento para ser declamados en presencia del rey y/o del condestable56.
En general, en los numerosos poemas dedicados a monarcas –vivos o muertos–, que alcanzan la cifra de 5857, la imagen que se desprende es la de un monarca:
- sinónimo de estabilidad, siendo su falta motivo de preocupación, tristeza e inseguridad;
- alto –en el sentido de estar super partes–;
- identificado astrológicamente con el Sol –astro-rey–;
- espejo en el que mirarse para imitar;
- que era costumbre besarle pies y manos en señal de reverencia;
- que destila aura de santidad58;
-que va vestido con los mejores ropajes (aspecto exterior como aspecto interior);
-se le atribuyen los epítetos de cristiano –defensor de la fe59–,honrado, honesto, valiente, franco, leal, noble, inteligente, poderoso, puro y justo;
- debe ser dadivoso como muestra de ser capaz de mantener a todas las gentes de su reino;
- debe proteger a los no poderosos y pobres.
En esta perspectiva, si el rey comete algún error, no se le debe achacar a él –o por lo menos, no directamente– sino a los que están a su alrededor y le aconsejan mal. Se evidencia claramente en el Cancionero una postura anti-consejo muy marcada, siendo constantes las llamadas a no dejarse aconsejar por los «omes viles», que buscarán siempre el propio beneficio y no el del reino. Es, por otro lado, un apoyo firme a la figura del privado o consejero único que garantiza buen gobierno frente al grupo de nobles que medran entorno al rey.
A toda esta cuestión política hay que asociar una cuestión cultural, que refleja el pensamiento de la mayoría de poetas ahidalgados presentes en el Cancionero y que está relacionada con cómo se ven a sí mismos.
Como indiqué antes, el Cancionero asigna al noble una serie de características que amplía la concepción existente hasta entonces, en un intento por incluir en esa categoría a los miembros de un grupo social que, según los códigos antiguos, no serían nobles. En este sentido, la nobleza pasa a ser una condición adquirida por las personas, no inherente a las mismas, deslindándose así de la acepción de linaje, es decir, algo hereditario.
En otro orden de cosas y como refuerzo de esa mentalidad ahidalgada que pretende copiar modelos de las élites, tenemos el análisis de los modelos de representación de la relación hombre-mujer. La mujer que puede ser amada debe cumplir tres requisitos indispensables60: ser bella, ser noble y ser virtuosa. Incluso si es bella pero no es noble, es descartada. Además, esto viene corroborado cuando se quiere desprestigiar a alguna mujer, anulándosele uno o más de los tres requisitos61. Ahora bien, es evidente que las composiciones amorosas carecen de amor, entendido como sentimiento. No están hechas ni para el desahogo sentimental del autor ni para comunicarse con la amada de manera íntima. Para los poetas que los componen estrictamente por encargo son simple y llanamente productos seriados que se venden al mejor postor –o a veces como manera de corresponder del poeta por ser el compositor preferido de algún gran noble62– como otro regalo suntuoso parecido a los vestidos o a las joyas, que podían seguramente ser presentados directamente ante la interesada con acompañamiento musical o algún tipo de canto, o a modo de cartas coleccionables63.
Ciertamente, varios autores presentan al Amor vinculado a la poesía, o sea, como el resultado de la tarea de versificar, convirtiéndose en la expresión del sentimiento, a la manera de canal propiciatorio, produciéndose a veces la completa identificación entre amor y poesía, palabra como acto de amor en sí.
Curiosamente, la identificación cristiana entre Dios y Amor no está tan clara en algunos poetas del Cancionero, presentando al primero como aquel en el que hay que creer, al segundo como aquel a quien hay que obedecer, y otras veces mezclados.
En resumen, la poesía y los poetas cumplirían la importante función social de canalizar aquellos sentimientos que, por su naturaleza conceptual, son identificados con la disminución de las características del rol social de poder. Dicho en otras palabras, expresar amor o incluso odio, alegría o tristeza –en definitiva, emociones y sentimientos–, de manera pública, puede menoscabar el poderío inherente al rol social de «noble», que debe mostrarse siempre en «alteza», por encima del bien y del mal, y justo, por encima de amistades o enemistades. Poesía y poetas cumplen así a la perfección esta función, siendo bien la vía para mostrar aceptablemente sus sentimientos o bien pagando a terceros para que lo hagan por ellos.
Otra cuestión, estrechamente ligada a la concepción existencial de los ahidalgados, es la de la Fortuna, con mayúscula. El hecho de que la Fortuna y su acción alborotadora de la realidad social sean una constante, indica de una manera bastante clara la concepción que se tenía en el círculo de poetas-funcionarios de los roles sociales de mayor poder: efímeros y no basados en criterios definidos. Cierto es que ninguno de ellos se ve en la cúspide del sistema –ni tampoco en lo más bajo–, pero, aunque ambicionen estar en lo más alto de la escala social, ven con relativa toma de distancia el ascenso de otros.
Para ellos existiría una especie de ley no escrita por la que, mientras más alto se sube, más rápido y más bajo se cae. Esto es significativo de una perspectiva de la sociedad desde la medianía. No son la élite, pero contribuyendo a su mantenimiento mediante la propaganda favorable, obtienen una posición social mejor que la de la mayoría de la sociedad.
Al respecto, por tanto, no sorprende la declaración de Fernán Manuel de Lando a propósito del episodio de la expulsión de su prima, Inés de Torres –precisamente como le ocurrió a su protectora, Leonor López de Córdoba en 1412–, del séquito de la reina Catalina de Lancaster en 1416, ya que no se aprecia lamento y, es más, indica que vivir «en el medio» es algo no sólo bueno, sino deseable64, lo que podría interpretarse como que él estaba en el «medio» socialmente hablando.
Respecto a cuáles son las fuentes que inspiraron a los autores presentes en el Cancionero en todos estos aspectos, y que han contribuido a la conformación de esta mentalidad ahidalgada, se han tomado como referencia los datos estadísticos del número de veces que aparecen citados los autores u obras en todos los poemas. Así pues, empezando por los clásicos, presentes en cualquier composición de la época que se precie, están los grecorromanos: Virgilio (12 veces), Aristóteles (9), Catón (7), Platón (6), Ovidio (4), Lucano (4) y Horacio (4), entre los más mencionados.
Después estarían los clásicos medievales: San Agustín (9), Graciano y sus Decretales(7), Boecio (5), Bernardo de Claraval (5) y Avicena (4), como más presentes. En el mismo grupo cabría incluir a la Biblia, siendo la más mencionada con diferencia, bien como obra completa, bien sus partes, bien su contenido.
Posteriormente, deteniéndose en aquellas fuentes más o menos contemporáneas o recientes –de los siglos XIII y XIV–, los resultados arrojan, en un primer momento, pocas sorpresas en los dos primeros puestos: Dante Alighieri, mencionado 14 veces –sin contar las referencias inspiradas en sus obras–; y Tomás de Aquino, mencionado 7 veces.
Sin embargo, inmediatamente después, llama poderosamente la atención la lista de los más mencionados, pues podrían considerarse como un elenco de rara eaves: Cino da Pistoia (presente en 6 ocasiones), el jurista promotor del dolce stilnovo, amigo de Dante y gran defensor del poder civil a la manera ahidalgada; Ramón Llull (4 veces), cuya influencia general es de las más destacadas, también defensor de un modelo político que incluyese a un equivalente a los ahidalgados65; las Siete Partidas de Alfonso X (4), que influencian además el Prólogo de Baena; Boccaccio (2); Duns Scoto (2) y sus opiniones sobre la Inmaculada; Bartolo di Sassoferrato (2), también jurista; Juan de Rupescissa (1), franciscano que derivó en cuestiones místicas; Alejandro de Hales (1), teólogo; Miguel Escoto (1), filósofo, astrólogo y traductor de Aristóteles; y Azzo de Bolonia (1), también jurista. Pero sorprenden más aún, en una obra de la amplitud del Cancionero, las ausencias: no hay mención alguna a san Buenaventura o Guillermo de Ockham en cuanto a teólogos de punta; ni a Maimónides, en cuanto a filósofos; ni a Jacopo da Varazze y su omnipresente Legenda Aurea; y tampoco está Petrarca.
No es posible explicar estas ausencias, pero sí las preferencias, que aparecen bastante claras: juristas italianos que reivindican un derecho de matriz laica, y teólogos controvertidos que proponen vías de salvación donde la razón juega un papel más importante y donde, aun manteniendo el rol del papa como cabeza de la Iglesia, se privilegia la labor personal frente a la dependencia de un sacerdote. Es evidente que el fermento del Humanismo (o pre-humanismo) ha dejado huella en un pensamiento, como se ve en los poemas del Cancionero de Baena, que es, por un lado, cosmopolita culturalmente hablando: se habla y se viaja a sitios tanto fuera como dentro de Castilla y se cambia de residencia sin ningún problema, como ocurre con los poetas que libremente cambian de señor al que narrar sus poesías, sin ataduras excesivas. Por otro lado, se presenta como cosmopolita religiosamente hablando: si bien dentro del ámbito católico, la apertura a conversos, judíos o musulmanes es amplia, así como el interés por lo que piensan las otras religiones. Y en tercer lugar, se dibuja como «cosmopolita» políticamente hablando: estirando un poco el significado del término, como quedaría demostrado por los poemas a favor de un alto noble o de su opositor, sin posicionarse.
Una última reflexión sobre la mentalidad ahidalgadase deduce de dos grandes ausencias en el Cancionero de Baena. Respecto a la primera, hay que subrayar y tener muy presente la casi inexistencia de lo que hoy conocemos como «burguesía», que para la época eran «mercaderes» o «artesanos». Esto sirve para constatar una realidad: en el ambiente en que se redactan los poemas contenidos en el Cancionero, las oligarquías urbanas «burguesas» no tenían ninguna representación en ese momento, pues no participaban de la asignación de puestos en la administración, o, por lo menos, no en los puestos de cierta relevancia, incluso local. Ni uno solo de los poetas es comerciante o artesano, por lo que es lógico que ni uno solo se ocupe de describirlos o tenerlos presentes en sus composiciones, aparte de dos excepciones66.
De igual manera, en segundo lugar, no hay ni rastro de uno de los órganos de decisión más importantes del reino de Castilla, las Cortes, ni entre los versos ni entre las rúbricas ni entre los poetas. Es decir, falta la institución que trasladaba a la política la realidad local en el conjunto de la toma de decisiones que afectaban a todo el reino. Puede sorprender a priori esta omisión, pero si se piensa que, tal como se está viendo, muchos de los escribanos y funcionarios públicos que aparecen en escena no han sido seleccionados para sus cargos por ningún concejo urbano, sino por merced real, nobiliaria o eclesiástica, y, además, si se piensa en las tensiones que reflejaban los cuadernos de Corte precisamente sobre este tema en el reinado de Juan II, dicha omisión se explica mejor67. Burgueses y Cortes son temas que ni Baena ni los otros poetas consideran algo de lo que haya que hablar o versificar, en plena sintonía con su mentalidad ahidalgada.
IV. CONCLUSIONES
Los poemas de los cancioneros fueron medios de comunicación y, por tanto, de difusión de corrientes de opinión de amplio alcance, no simples divertimientos de «corte», dado que circulaban por el territorio en forma de cartas o grupos de papeles. La concepción de los poetas como miembros de la nobleza y que realizan su producción en el ámbito de la corte –alrededor– del rey es incorrecta, pues muchos no son nobles en sentido estricto –sí en sentido cultural– y la gran mayoría no estuvo siempre en la corte regia sino esporádicamente, e incluso algunos nunca.
Baena elige a los poetas –con cuyas composiciones armará el discurso argumentativo de su Cancionero, reflejando así su mentalidad y la de los demás poetasde entre los círculos de sus conocidos más cercanos, el poeta Álvarez de Villasandino, y el doncel Fernán Manuel de Lando, añadiendo otros autores, más antiguos o contemporáneos, de reconocido prestigio, que refuerzan su tesis y puntos de vista sobre los temas tratados en su compilación. El grado de proximidad entre los autores es constatable gracias a los dezires o intercambios de poemas sobre temas variados, pudiéndose establecer un cuadro general aproximado de cuáles serían los vínculos sociales entre esos autores.
De los datos que se conocen sobre las vidas de los poetas, tras un estudio prosopográfico de los mismos, se evidencia que 40 de los 51 pertenecerían a un grupo social que tiene una conciencia de grupo clara y definida: los ahidalgados, reutilizando la expresión con la que mayoritariamente se definen entre sí (fidalgos). Este grupo tiene unas características propias como son:
- depender de y defender a la monarquía como institución (rey como rol social),
- desempeñar cargos en la administración del Reino,
- basar su riqueza en la asignación de un sueldo base inherente al puesto de funcionario y algunas propiedades urbanas y rurales (sin poder jurisdiccional)
- tener una concepción del Reino como algo unitario sin distinciones de religión o procedencia, pero compartiendo con el grupo de la élite del que dependen (los nobles y prelados) el mismo ideario caballeresco clásico,
- y gozar de una gran autonomía de movimientos y de ideas.
Su concepción política y social, de matriz aristotélica con parámetros de un derecho romano tamizado por los comunes italianos, cristaliza en un proyecto social que he denominado, a falta de una definición mejor, fidalgocracia, o protoburocracia, como salvaguardia del reino ante los vaivenes de la política. Para realizar su labor deben estar preparados y formados en los valores de la élite, pero con cierta autonomía respecto a la misma, utilizando la poesía –y la literatura en general– como el arma que para los altos nobles sería la espada.
Lanzo el guante del desafío a profundizar estos aspectos en el resto de cancioneros posteriores, así como la llamada a filas de los historiadores para profundizar mucho más en este desapercibido grupo social encajado en la «medianía» de la escala social y que fue el ancestro de la burocracia hereditaria moderna.
Abstract
Main Text
I. INTRODUCCIÓN
II. ANÁLISIS DE REDES SOCIALES
III. ANÁLISIS DE MENTALIDADES
IV. CONCLUSIONES