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Psicología histórica y materialismo histórico:
Abstract
Resumen: Este trabajo aborda la célebre discusión entre Jean-Pierre Vernant y George Thomson acerca de la emergencia del Uno parmenideo y el posterior concepto de sustancia desde un perspectiva filosófica y metodológica. A la luz de las críticas de Vernant a Thomson, este artículo se propone señalar las premisas filosóficas de la psicología histórica y del materialismo histórico que están en discusión entre los autores. Principalmente, la argumentación se desarrolla alrededor de la noción de «valor». Las consideraciones althusserianas de Emmanuel Terray sirven como marco conceptual para el análisis crítico.
Main Text
1. INTRODUCCIÓN
En su famoso libro Mito y pensamiento en la Grecia antigua, Jean Pierre Vernant formula una serie de críticas contra las conclusiones de la investigación del marxista inglés George Thomson. En su libro Los primeros filósofos, Thomson sostiene que lo Uno de Parménides y la posterior idea de sustancia son un reflejo o una proyección ideológica del valor de cambio de las mercancías. La moneda surge como consecuencia del desarrollo del comercio y, según esta interpretación, su expansión es la «tendencia subyacente» al gradual incremento de abstracción que va tomando el pensamiento desde los primeros físicos hasta su culminación en el ser parmenideo2. Las conclusiones generales que expone Vernant acerca del surgimiento del logos y en particular sus afirmaciones respecto al ser parmenideo no solo impugnan las conclusiones del marxista inglés, sino que se elaboran a partir de premisas distintas a aquellas que fundamentan la investigación y las conclusiones de Thomson. Dicho en otras palabras, al impugnar las conclusiones de Thomson y al exponer las suyas, Vernant formula una impugnación al materialismo histórico en tanto marco teórico válido para comprender las sociedades antiguas. El presente trabajo intentará mostrar que si bien la crítica de Vernant a Thomson es metodológicamente correcta, la crítica no es válida para impugnar, en sus fundamentos, la perspectiva materialista de la historia. Para defender esta afirmación, dedicaremos a lo largo del trabajo unas líneas para hacer una breve exposición teórica de una conceptualización del materialismo histórico realizada en Francia a finales de los años 60, que no solo asimila la crítica de Vernant y descarta metodológicamente la investigación de Thomson, sino que además, es útil para formular un desarrollo investigativo independiente de los autores tratados.
2. ANACRONISMO
Thomson formula así sus conclusiones respecto al ser parmenideo:
«Lo Uno de Parménides, junto con la idea posterior de «sustancia», puede describirse como un reflejo o proyección de la sustancia del valor de cambio.»3
Como respuesta a esta afirmación, Vernant sostiene que el valor de uso es el predominante en toda la antigüedad clásica y que la realidad de una cosa está arraigado con el valor de uso de esa cosa, en esta misma línea, el «valor mercantil», para Vernant, «no descubre la realidad, la ousia, sino una simple ilusión social»4. El concepto filosófico de sustancia, que refiere a la realidad de una cosa y no a su apariencia, reviste toda la connotación que se le adjudica a una cosa en función de su valor de uso. Vernant se refiere principalmente a la tierra en tanto bien que posee un estatuto de plena realidad por ser visible, estable, permanente, arraigado a la concepción antigua de physis; mientras que el dinero, entendido como la expresión del valor de cambio de los bienes intercambiados en el mercado, se le opone como lo no-aparente, lo abstracto, como un elemento de ilusión arraigado a la concepción antigua de nomos. Mientras en el plano del pensamiento social la atribución de realidad está consagrada a lo visible, identificado en la argumentación de Vernant con el valor de uso, en el plano del pensamiento filosófico la atribución de realidad está consagrada a lo invisible, identificado con el valor de cambio y con su expresión monetaria5. Como el valor que adquieren los objetos en el plano de lo económico es diametralmente opuesto al valor que adquiere los conceptos en el plano del pensamiento filosófico, Vernant concluye que:
«El ser de Parménides no es el reflejo, en el pensamiento del filósofo, del valor mercantil; no traspasa pura y simplemente, al dominio de lo real, la abstracción del signo monetario.»6
A su vez, Vernant señala en una nota al pie:
«Marx ha subrayado que el punto de vista del valor de uso persiste como el dominante en toda la Antigüedad clásica. En la perspectiva marxista que es la suya, Thomson nos parece que comete un anacronismo: sólo cuando el trabajo libre y asalariado deviene mercancía «la forma mercantil de los productos llega a ser la forma social dominante» (Capital t.1) y el trabajo deviene trabajo abstracto (Crítica de la economía política)7.
La crítica de anacronismo de Vernant tiene, por lo tanto, el siguiente contenido: Thomson considera que el valor de cambio era el dominante en la antigüedad y sus conclusiones están basadas en esta suposición. Apoyándose en la autoridad de Marx, Vernant fundamenta que el valor de uso era el dominante en la antigüedad y que, por este motivo, el concepto de sustancia no puede derivar del valor de cambio expresado en la moneda.
El problema de anacronismo toma una dimensión particular en este debate: el mundo real, material y concreto, en el cual desarrollaron su pensamiento los filósofos griegos ya no existe más. Esto es una obviedad, sin embargo significa, a la hora de abordar ese mundo en tanto objeto, que ese mundo griego ya no existe más en tanto fuente de acceso empírico. Esta afirmación, que planteamos deliberadamente con contundencia, merece sin embargo una explicación: las fuentes consideradas empíricas dependen, en parte, del objeto histórico que el investigador crea. Dicho de otro modo, el carácter de prueba empírica de una fuente, su preponderancia en relación a otras fuentes y su valoración en tanto elemento probatorio, es algo que se constituye a partir del objeto histórico desde el cual el investigador parte: lo «empírico» de un elemento no depende exclusivamente del elemento en sí, sino del objeto histórico para el cual ese elemento constituye una prueba. El problema de anacronismo, que vamos a desplegar tomando el caso concreto del valor, se contiene en los marcos de la afirmación anterior. Esto quiere decir que las impugnaciones de anacronismo no pueden resolverse por la vía empírica habitual. Si «lo real» quedara definido, como solemos hacerlo, desde el punto de vista de «lo empírico», más allá de la legitimidad de tal operación, esto no agota la discusión sobre qué es lo real captable. Aun suponiendo que «lo real» pueda ser captado por «vía empírica» y que ésta operación reduzca la captación del objeto a una captación sin distorsiones o a una operación más o menos transparente, directa y de resultados fiables, aquí nos encontramos con la discusión sobre el objeto mismo a ser captado. No hay, por lo tanto, ni forma alguna de esquivar el problema de anacronismo ni forma alguna de discutir esta cuestión que no sea poniendo en juego las propias concepciones filosóficas y metodológicas que componen al investigador.
En un artículo del año 2009, el historiador colombiano Silva Olarte Renán dice lo siguiente sobre el anacronismo:
«Anacronismo es una forma de pasar por encima de las dimensiones de tiempo, espacio y lenguaje específicos, que son constitutivas de una sociedad [...] introduciendo en el análisis objetos, procesos, actitudes y formas de percepción y representación que la historicidad misma de esa sociedad particular de la que se trata no autoriza, bien sea porque se encuentran por fuera del marco de posibilidades históricas que esa sociedad ha producido, o por el contrario, porque se localizan en un horizonte de expectativas que la sociedad ha superado»8
Esta definición, «morada provisoria» de lo que podríamos considerar anacronismo, como dice Renán, permite tratar este «obstáculo epistemológico» con una amplitud y una profundidad mayor que si lo consideráramos únicamente como la datación incorrecta de hechos históricos. En esta definición, el eje está puesto en el investigador y no en la predicación que se realiza sobre el objeto, que en todo caso será efecto no sólo del tratamiento del objeto por parte del investigador, sino, lisa y llanamente, de su construcción en tanto objeto de investigación. De aquí que las discusiones sobre las concepciones fundamentales que guían la investigación histórica tengan una importancia previa al tratamiento del objeto, es decir, que implican necesariamente la construcción del objeto histórico mismo. Esto complejiza el problema, porque la inserción artificial de elementos en la «historicidad misma de esa sociedad particular», que implica «pasar por encima» las barreras del tiempo, del espacio y del lenguaje, y que constituiría un anacronismo, como sostiene Renán, depende en parte de la justificación de las propias premisas de las que el investigador parte, es decir, es la «historicidad misma» la que se crea y la que se introduce en el pasado. Es necesario considerar la acusación de anacronismo de Vernant a Thomson desde este enfoque para dar cuenta de las implicancias profundas de esa crítica.
3. EL OBJETO HISTÓRICO
A partir de lo anterior afirmamos que los fundamentos y la metodología no pueden ser considerados nunca en sí mismos un anacronismo. Es decir, la perspectiva de investigación siempre está fundamentada por premisas del presente, y no necesariamente esas premisas operan en la conciencia de los antepasados. Anacronismo es, como ya dijimos, introducir en el análisis elementos que la historicidad de la sociedad estudiada no autoriza, sin embargo, no constituye anacronismo la creación de un objeto de estudio que introduce, de algún modo, la historicidad misma en la sociedad estudiada y que necesariamente se sostendrá siempre sobre premisas filosóficas explicitas o implícitas por parte del propio investigador en el momento de la creación del objeto, y su valoración con respecto a la aplicación para el estudio de la historia deberá ser evaluado en función de sus resultados. Partir de aquí «implica una actitud intelectual que supera la ilusión de que existen «objetos» pre-constituidos, percibidos y valorados desde la intuición y el sentido común.»9 El objeto de estudio histórico creado, por lo tanto, siempre se sostendrá sobre premisas más o menos anacrónicas en relación a la sociedad estudiada. Pues, consideramos imposible que un investigador piense por fuera de los marcos de interpretación y valoración de la época en la que escribe, aunque esto, por supuesto, no implica la imposibilidad de una actitud crítica ante ellos ni la imposibilidad de elementos de trascendencia como producto de esa actitud.
Antes de abordar específicamente el problema de anacronismo entre Vernant y Thomson, es necesaria la siguiente aclaración: la traducción que realiza Marx del pasaje del capítulo 9 del Libro I de La Política, con la intención de valerse de la autoridad del Estagirita para fundamentar la distinción entre valor de uso y valor de cambio, introduce un término incorrecto. En el capítulo primero de Contribución a la crítica de la economía política como en el capítulo segundo de Elcapital, Marx cita a Aristóteles y realiza una traducción del griego al alemán. El término griego «χρῆσις», «uso» o «utilización», aparece tres veces en el pasaje. El término no se utiliza con ambigüedad lingüística, sin embargo, Marx lo traduce la primera vez por el equivalente alemán «Gebrauch»; la segunda vez utiliza la palabra alemana «Gebrauchswert», es decir, «valor de uso»; y la tercera vez vuelve a utilizar «Gebrauch». Esta distinción le sirve a Marx como punto de partida de su análisis sobre el sistema de producción capitalista, «sin embargo, no hay tal desarrollo conceptual sobre la categoría de valor en el texto aristotélico.»10 Esto, que claramente puede considerarse un anacronismo en el sentido de la inserción artificial del concepto de valor en la antigüedad clásica es pasado por alto tanto por Thomson como por Vernant. Sobre este suelo común se despliega el debate. Sin embargo, el término «valor» que ambos autores utilizan para explicar el surgimiento del logosen la antigüedad clásica, parece sufrir un desplazamiento entre un autor y otro. La diferenciación que toma esta categoría en un autor y en otro está determinada únicamente por el sentido, es decir, es únicamente un desplazamiento de sentido. Sin embargo, no implica un deslazamiento, por decir de algún modo, funcional, es decir, un desplazamiento en la operatividad que esta categoría tiene en cada autor, operatividad determinada por la funcionalidad que esta categoría adquiere en el sistema explicativo de cada uno. En el siguiente apartado, vamos a tratar la categoría de «valor» como elemento funcional que aporta sistematicidad al objeto de estudio histórico, y no como un elemento «empírico» rastreable en los documentos o en las fuentes11.
4. EL PROBLEMA DEL VALOR
En Vernant, valor es la otorgación de valor, es decir, el movimiento de espíritu necesario para la asignación de valor. En su explicación se señalan aquellas especificaciones de la psiquis que explican determinada asignación de valor. Por lo tanto, el valor es el resultado de una actividad del espíritu, es «la expresión de una actividad mental organizada»12. Fiel a sus premisas, Vernant se concentra en el rasgo psicológico de la asignación de valor, las peculiaridades psíquicas por las cuales un griego del siglo V otorga valor de realidad a una cosa o a una idea. Vernant cita en su libro un artículo de Louis Gernet, investigador a quien Vernant consideraba uno de sus maestros, en el cual la argumentación se dirige a separar la noción del valor de la estricta noción de cuantificación con la cual en general se la identifica, y el valor se estudia de acuerdo a «la estimación que se hace sobre objetos de posesión o de consumo»13. Desde la perspectiva de la «psicología histórica», la categoría «valor» adquiere el sentido de remitirse a un fenómeno de la psiquis. Si la «psicología histórica» contempla «cómo el hombre se «fabrica» a sí mismo a través de todas las fibras de la cultura en la que se halla» y, por lo tanto, «todo lo que le caracteriza deviene simbólico»14, entonces la noción de valor remite a un fenómeno psíquico que se torna relevante siempre en los marcos del objeto histórico de la «psicología histórica». Este movimiento en «la dimensión interior del sujeto» adquiere notoriedad, o bien, como dijimos antes, se torna un elemento probatorio, siempre y cuando se considere a «las obras creadas por el hombre, como la expresión de una actividad mental organizada», es decir, siempre y cuando se considere que mediante la reconstrucción histórica de la «arquitectura del espíritu» del hombre griego puede explicarse verazmente el surgimiento del logos o de los principales conceptos de la filosofía. Por otra parte, sólo a partir de aquí la afirmación de que el surgimiento del logos se debe a una «mutación mental» acontecida en el hombre griego antiguo tiene fundamento15. Así, en la argumentación de Vernant, el concepto de valor, mientras remite a una actividad psíquica que es su fundamento, a su vez, cumple la funcionalidad formal, estructural o explicativa, de sistematizar los elementos constitutivos del objeto histórico tratado y creado desde la «psicología histórica». En este caso, la categoría «valor» conecta el fenómeno psíquico considerado, en general, como el fundamento de toda creación humana, con el producto de la creación humana, es decir, el «símbolo», en este caso, el concepto de lo Uno o de sustancia. Es necesario nunca perder de vista que el concepto «valor» toma su sentido y su operatividad en los marcos del objeto histórico construido, que presupone y pondera sobre cualquier otro tipo de conexión, la conexión entre un fenómeno psíquico y el producto de la actividad humana del pensar.
En Thomson, el valor de cambio, el que nos interesa aquí, es un accidente expresado estrictamente de manera cuantitativa que un objeto adquiere siempre en relación a otro en los marcos de un mercado y al margen de cualquier índice subjetivo. Es este elemento el que se incorpora a la conciencia griega. El valor remite a su fundamento como a una realidad extraintelectual que se incorpora, ciertamente de manera ideológica16, a la conciencia griega y que se consolida en la categoría de sustancia. En relación a la operatividad formal, estructural o explicativa que otorga sistematicidad al objeto histórico tratado por Thomson, el concepto de valor conecta un fenómeno de índole económico que se encuentra fuera de la conciencia del hombre con el producto de la actividad humana del pensar.
La principal diferencia que la categoría «valor» toma en los autores tratados no es funcional sino semántica: mientras Vernant considera el valor como la consecuencia de un acto psíquico, Thomson considera el valor como remitiendo siempre a un índice objetivo. Esta diferencia semántica de la categoría «valor» está necesariamente determinada menos por su rastreabilidad en las fuentes que por el objeto histórico creado y abordado por cada autor. Es el objeto de estudio histórico, construido desde la psicología histórica en el caso de Vernant, y desde una interpretación ciertamente economicista del materialismo histórico en el caso de Thomson, aquello que determina que la categoría «valor» remita a un índice subjetivo y a un índice objetivo respectivamente. En tanto elemento constitutivo del objeto histórico tratado por cada autor, la operatividad o funcionalidad formal de la categoría valor es análoga: en ambos casos, la categoría «valor» remite a su fundamento como a aquello que puede otorgar comprensibilidad a los fenómenos formales y visibles, empíricos si se quiere, que, se supone, no pueden ser compren- didos desconociendo que descansan en un fundamento17. Independientemente del fundamento al cual remite, la categoría «valor» toma una operatividad concreta, es un elemento funcional del objeto histórico tratado por cada autor.
5. EL OBJETO DEL MATERIALISMO HISTÓRICO
En La ideología alemana, texto de 1846 y publicado póstumamente en la edición mega de 1932, Marx y Engels dicen lo siguiente respecto a la concepción materialista de la historia:
«Esta concepción de la historia consiste, pues, en exponer el proceso real de producción, partiendo para ello de la producción material de la vida inmediata, y en concebir la forma de intercambio correspondiente a este modo de producción y engendrada por él, es decir, la sociedad civil en sus diferentes fases como el fundamento de toda la historia.»18
Esta perspectiva de la historia consiste en exponer el proceso real de producción. Pero este «proceso real de producción» no queda reducido al proceso de «producción material de la vida inmediata», sino que se toma el proceso de «producción material de la vida inmediata» y la «forma de intercambio» engendrada por él como el objeto del materialismo histórico, sino que la «sociedad civil» es el fundamento para explicar el «proceso real de producción». En La ideología alemana, Marx y Engels hablan tanto de «producción material» como de «producción espiritual»: «la producción de las ideas y representaciones de la conciencia»; «producción espiritual, tal y como se manifiesta en el lenguaje de la política, de las leyes, de la moral, de la religión, de la metafísica, etc.» y se insiste en más de una ocasión a los largo del texto en la idea de que «los hombres son los productores de sus representaciones, de sus ideas, etc.» Más allá de que esto sirva de prueba contra la pasivización de la conciencia que se realiza desde ciertas interpretaciones del marxismo, lo que queremos destacar aquí es que «el proceso real de producción» refiere a la producción de la vida humana en general, a los condicionamientos, las determinaciones y el modo de la producción de la vida en general. Con respecto al modo de producción dicen Marx y Engels:
«El modo como los hombres producen sus medios de vida depende, ante todo, de la naturaleza misma de los medios de vida con que se encuentran y que se trata de reproducir. Este modo de producción no debe considerarse solamente en cuanto es la reproducción de la existencia física de los individuos. Es ya, más bien, un determinado modo de la actividad de estos individuos, un determinado modo de manifestar su vida, un determinado modo de vida de los mismos.»
El concepto de «modo de producción» excede por lo tanto lo referido a la «reproducción de la existencia física de los individuos» y constituye el objeto del materialismo histórico. Dice Althusser:
«El materialismo histórico tiene por objeto los modos de producción que han surgido (y surgirán) en la historia, su estructura, su constitución, su funcionamiento, y las formas de transición que hacen pasar de un modo de producción a otro.»19
Con respecto a la estructura del modo de producción dice Althusser:
«La teoría de la historia, teoría de los diferentes modos de producción es, por derecho propio, la ciencia de la «totalidad orgánica» (Marx) o estructura que constituye toda formación social debida a un modo de producción determinado. Ahora bien, cada estructura social comprende, como lo expuso Marx, el conjunto articulado de los diferentes niveles de esa estructura: la infraestructura económica, la supraestructura jurídipolitica y la supraestructura ideológica.»20
Por lo tanto, el objetivo del materialismo histórico es explicar el proceso real de producción en su conjunto, lo que implica explicar también la producción de ideas, concibiendo a las ideas como productos de la conciencia y a dicha producción dentro de los marcos materiales y conceptuales en los que se encuentran los individuos que la desarrollan. Por lo tanto, las ideas son, en principio, productos de una actividad productiva desarrollada por individuos que se encuentran siempre en condiciones de vida materialmente determinadas.
6. DE LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA SOCIEDAD A LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA
Ahora bien, dice Althusser:
«Marx nos ha dado en ElCapitalla teoría desarrollada de un solo y único modo de producción: el modo de producción capitalista. No nos ha dado la teoría desarrollada de otros modos de producción: modo de producción de las comunidades primitivas, modos de producción esclavista, «asiático», «germánico», feudal, socialista y comunista. Sobre estos modos de producción no poseemos más que ciertas indicaciones y, en el mejor de los casos, algunos bosquejos.»21
Según el filósofo argelino, el problema no es sólo que la teoría de otros modos de producción distintas al capitalismo aún no se ha producido (por lo menos hasta 1967) sino que la teoría más acabada del modo de producción capitalista, condensada en El Capital, es parcial e incompleta. Marx no dejó para la posteridad una teoría de las superestructuras (jurídico-política e ideológica), aunque su principal obra contenga elementos teóricos para elaborar esa teoría.
«El capital, tal como se nos ofrece, incompleto (Marx en él quería analizar también el derecho, el Estado y la ideología del modo de producción capitalista), representa justamente el análisis científico del «nivel económico» del modo de producción capitalista. Es por eso que se le considera generalmente, y a justo título, ante todo, como la teoría del sistema económico del modo de producción capitalista.»22
Por lo tanto, si el principal legado científico de Marx es «la teoría del sistema económico del modo de producción capitalista», el rango de aplicabilidad de las categorías allí utilizadas con respecto a su legitimidad o su potencialidad explicativa para con las sociedades del pasado constituye, como mínimo y ante todo, un problema. En relación a la aplicabilidad del término «sociedad civil», por ejemplo, Marx plantea lo siguiente en La ideología alemana:
«El término de sociedad civil apareció en el siglo XVIII, cuando ya las relaciones de propiedad se habían desprendido de los marcos de la comunidad antigua y medieval. La sociedad civil, en cuanto tal, solo se desarrolla con la burguesía; sin embargo, la organización social que se desarrolla directamente a base de la producción y el intercambio, y que forma en todas las épocas la base del Estado y de toda otra supraestructura idealista, se ha designado siempre, invariablemente, con el mismo nombre.»
La sociedad civil, entonces, solo se desarrolla con la burguesía, pero a su vez, «la organización social que se desarrolla directamente a base de la producción y el intercambio» recibe el mismo nombre para cualquier época histórica. «Sociedad civil» designa entonces, por un lado, la «organización social» que se despliega «a base de la producción y el intercambio» en general; por otro, la «organización social» específica y determinada que se despliega a «base de la producción y el intercambio» con la burguesía.
A su vez, en Introducción general a la crítica de la economía política, Marx se refiere a una distinción entre, por un lado, la manera en que el pensamiento se apropia de lo concreto, esto es, el modo en que el pensamiento procede para reproducir lo concreto como concreto espiritual, o, dicho de otro modo, el método mediante el cual el pensamiento produce una representación de lo concreto y, por otro lado, el proceso mediante el cual se produce la formación de lo concreto real.
«el método que consiste en elevarse de lo abstracto a lo concreto es para el pensamiento solo la manera de apropiarse lo concreto, de reproducirlo como un concreto espiritual. Pero esto no es de ningún modo el proceso de formación de lo concreto real.»
A continuación se ejemplifica esta distinción tomando como ejemplo la cate- goría «valor de cambio». Dice Marx:
«Por ejemplo, la categoría económica más simple, como por ejemplo el valor de cambio, supone la población que produce en determinadas relaciones, y también un cierto tipo de sistema familiar o comunitario o político, etc. Dicho valor no puede existir jamás de otro modo que bajo la forma de una relación unilateral y abstracta de un todo concreto y viviente ya dado. Como categoría, por el contrario, el valor de cambio posee una existencia antediluviana.»
Este pasaje suele citarse para dar cuenta de la distinción entre el proceso por el cual el pensamiento se apropia de lo concreto y la formación de lo concreto real. Sin embargo, es útil para nuestra argumentación. Si bien después de analizar con precisión la traducción que Marx hizo de Aristóteles con el fin de fundamentar la distinción entre valor de uso y valor de cambio en la autoridad del Estagirita, cabría preguntarse sobre la realidad de la existencia «antediluviana» de la categoría «valor de cambio», la comprobación de la existencia «antediluviana» de esta categoría y la operatividad que esta categoría tiene en el estudio del objeto histórico construido por el materialismo histórico son, en principio, cosas distintas. La categoría «valor» como existencia empírica puede rastrearse en el análisis de los documentos de la época, el resultado de esto puede ser positivo o negativo, pero la categoría «valor» como elemento funcional de la explicación de «todo el esquema de sociedad en movimiento»23 es otra cosa. Pues para que esta funcionalidad formal, estructural o explicativa, efectivamente opere en el objeto histórico debe siempre suponerse, valga la redundancia, el objeto en su totalidad, esto es, como dice la cita, una «población que produce en determinadas relaciones, y también un cierto tipo de sistema familiar o comunitario o político, etc.» De manera análoga al concepto de «sociedad civil», la categoría «valor» de cambio designa, por un lado, a la existencia específica y determinada de la relación cuantitativa y proporcional en la que se «intercambian valores de uso de una clase por valores de uso de otra clase» en el marco de un mercado y en una población determinada, es decir, «bajo la forma de una relación unilateral y abstracta de un todo concreto y viviente ya dado», como Marx estudió con precisión en el caso del modo de producción capitalista; por otro lado, dando por hecho la supuesta existencia «antediluviana» de la categoría, esta designaría la misma relación cuantitativa y proporcional entre valores de uso pero de manera general, es decir, de manera indeterminada por concebirse al margen de su inserción en el todo concreto que la especifica. Suponer la existencia «antediluviana» de la categoría no implica de ningún modo suponer una continuidad o correspondencia entre la formación de lo concreto real tal como se configura en la modernidad y en la antigüedad; ni tampoco, por supuesto, una correspondencia inequívoca entre las diferentes determinaciones históricas de la categoría.
7. LA CATEGORÍA «VALOR» EN LA TEORÍA DEL NIVEL ECONÓMICO DEL MODO DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA
En cuanto a la funcionalidad que la categoría «valor» toma en la comprensión del modo de producción capitalista, el reconocido marxista belga Ernest Mandel, en un libro publicado en 1976 que recopila una serie de debates en torno a El Capital, plantea, en discusión con otras teorías económicas, que la «ley del valor», y por lo tanto la operatividad del concepto en tanto elemento explicativo, cumple una triple función en la comprensión de los procesos económicos en la sociedad moderna:
«En primer lugar gobierna las relaciones de intercambio entre las mercancías; o sea que establece el ejealrededor del cual oscilan los cambios a largo plazo en los precios relativos de las mercancías. […] En segundo lugar, determina la proporción relativa de trabajo social global dedicada a la producción de diferentes grupos de mercancías. […] En tercer lugar regula el crecimiento económico determinando la tasa media de ganancia.»24
Según Mandel, esta triple función de la «ley del valor» se sustenta en el «paso revolucionario» que dio Marx al distinguir entre el trabajo concreto que determina el valor de uso de las mercancías y el trabajo abstracto que determina su valor. Con respecto a esta distinción dice Mandel:
«Se basa en la comprensión de la estructura peculiar de la sociedad de productores de mercancías, o sea del problema clave de cómo relacionar entre sí los segmentos del potencial global de trabajo de la sociedad que han tomado la forma del trabajo privado.»25
El concepto de valor, y su operatividad explicativa expresada en términos cuantitativos y proporcionales en la «ley del valor», permite comprender la relación social entre «miles de empresas independientes y millones de agentes económicos independientes.»26 El concepto de valor otorga carácter estructural, relacional a toda una serie de fenómenos económicos que se presentan sin relación, que se consideran independientes unos de otros. La categoría «valor» en tanto categoría principal para la comprensión de la «sociedad civil» del modo de producción capitalista, adquiere su determinación funcional específica como resultado de las investigaciones de Marx en economía política. Es a partir del estudio de las «condiciones materiales de vida», que Hegel resume en el término «sociedad civil» y que Marx toma de él, que la categoría adquiere su papel fundamental en desentrañar la «anatomía de la sociedad civil».
Si, como dice De la Rosa27, «ha nacido una concepción materialista de la historia de acuerdo con la concepción materialista de la sociedad» entonces es clave la pregunta acerca de la legitimidad del traspaso de las categorías y de la funcionalidad que ellas adoptan en la sistematicidad del objeto social al objeto histórico.
Según dice Althusser, Marx no dejó para la posteridad el análisis de otro modo de producción distinto al capitalismo, más allá de «ciertas indicaciones» y «algunos bosquejos» y, además, su obra principal se concentra específicamente en el «análisis científico del «nivel económico» del modo de producción capitalista.» ¿Es posible concebir una «sociedad civil» en términos históricos, es decir, una «organización social que se desarrolla directamente a base de la producción y el intercambio» prescindiendo de la categoría «valor» y de la funcionalidad aglutinante que esta categoría adquiere en el análisis del «nivel económico» del modo de producción capitalista? Si aceptamos que la categoría «valor» tiene su rango de aplicación en el análisis científico de la base económica del modo de producción capitalista, entonces, en definitiva, ¿hay, para el materialismo histórico, unidad de objeto sin la categoría valor?
8. UNIDAD DE OBJETO
Hasta acá vimos que tanto la perspectiva de la «psicología histórica» como la «perspectiva materialista de la historia», para decirlo con las palabras que Marx utiliza en La ideología alemana, comparten la perspectiva de remitir los fenómenos formales y visibles a un fundamento sobre el cual descansan y que, mediante está operación, esos fenómenos visibles adquieren comprensibilidad. Esta similitud estructural de los objetos históricos se manifiesta en la operatividad o en la función que la categoría «valor» adquiere en la exposición de ambos autores. La similitud funcional de la categoría valor contrasta con la diferencia respecto a aquello a lo cual la categoría valor remite, es decir, respecto al contenido semántico que el concepto valor adquiere en un autor y en otro. Dijimos también, siguiendo a Althusser, que el objeto del materialismo histórico son los distintos modos de producción, su estructura y su funcionamiento. Los modos de producción se conciben como un sistema que abarca tres instancias: una infraestructura o base económica, una superestructura jurídico-política y una superestructura ideológica.
Ahora bien, estas tres instancias se articulan de manera distinta en los diferentes modos de producción. Es posible comprender las distintas formas de articulación a partir de dos conceptos desarrollado por el prestigioso antropólogo Emmanuel Terray en una compilación de dos estudios publicados en 1969 bajo la dirección de Louis Althusser con el título «El marxismo ante las sociedades ‘primitivas’». En estos estudios, Terray retoma la distinción entre el concepto de determinación y dominación establecido por Althusser y Balibar. Dice Terray:
«Dentro de ese sistema [El modo de producción], la base económica es «en última instancia» la determinante y por lo tanto la teoría del modo de producción debe ser construida a partir de ella.»28
Esta definición da cuenta, como es evidente, de la aplicación de la premisa materialista no ya en la elección y la construcción del objeto, como ya mencionamos, sino en el análisis interno, en la configuración estructural propia del objeto, en sus determinaciones intrínsecas.
Pero, ¿qué es aquello que la base económica determina? Dice Terray que la base económica «fija las fronteras dentro de las cuales -en cada etapa- puede desplegarse la vida social, porque impone límites a las organizaciones sociales.»29 La determinación implica una acción negativa: la de imponer los límites o los márgenes dentro de los cuales el despliegue de la vida social es posible. La base económica, como dice Engels en clave historicista en su famosa carta a Bloch, es la determinación de «última instancia» de la historia; establece los marcos últimos de la sociabilidad, o, para decirlo con una formulación de Terray, decide la dimensión de la comunidad. A su vez, el ejercicio monopólico de la determinación de la base económica está fundamentado en la necesidad corpórea de supervivencia. Dice Terray:
«en ella [en la base económica] es donde se plantean los problemas de los que depende la super- vivencia de la sociedad y ésta tiene que darse una organización –una forma de familia, una forma de gobierno, una forma de propiedad– que le permita proporcionar la mejor solución posible para esos problemas.»30
La funcionalidad de plantear los problemas de los que depende la supervivencia constituye el accionar positivo de la determinación que la base económica ejerce sobre las otras instancias del modo de producción. La superestructura jurídico-política y la ideológica, si bien están subordinadas a la base, no son creadas por ella. La acción positiva de la determinación de la base económica no debe confundirse con una acción creadora: la base es determinante y no (pro) creadora. Cada instancia tiene su contenido y sus leyes de estructura específicos. Por lo tanto, si se intenta pensar la génesis de las formas que alguna de estas instancias reviste en un momento determinado debe rastrearse el germen de tal forma actual en las formas precedentes y no hacerla depender mediante un vínculo lineal de la base económica. Esta última distinción va a ser de suma im- portancia para precisar los problemas de reduccionismo que vemos en Thomson. Antes, una breve líneas sobre el concepto de dominación.
El concepto de dominación refiere a las diferentes posibilidades de articulación que toman las distintas instancias de un modo de producción entre sí. La esfera dominante dentro del sistema ejerce su predominio sobre las otras e impone su impronta característica al conjunto del sistema, es decir, al modo de producción en su conjunto. El elemento dominante desempeña por sí mismo el papel principal en la producción de las formaciones sociales concretas. Que tal o cual esfera sea la dominante depende del grado de desarrollo de las fuerzas productivas, es decir que, independientemente de cual fuese la esfera dominante, la base económica desempeña siempre su papel de determinación. Es de suma importancia no perder de vista que los conceptos de determinación y dominación refieren a dos tipos de relaciones distintas que las instancias de un modo de producción toman entre sí. Estos dos tipos de relación se articulan entre sí para configurar la estructura del modo de producción. Así lo expresa Terray:
«La esfera determinante asigna límites, crea posibilidades y excluye otras; decide, por otra parte, la identidad de la esfera dominante que, a su vez, gobierna el conjunto de la organización social.»31
A partir de la articulación entre estos dos tipos de relación que las instancias constitutivas de un modo de producción mantienen entre sí, un modo de producción se consolida en una unidad susceptible de abordaje. El materialismo histórico consolida así, con esta formulación teórica, una unidad de objeto.
9. A. SUBJETIVISMO: LA PSIQUIS COMO FUNDAMENTO
Luego de esta breve exposición teórica retomemos el hilo principal del trabajo y contrastemos la crítica de Vernant con la posición de Thomson. Así completa su crítica Vernant:
«¿Se tiene derecho a ir más lejos y suponer, con G. Thomson, un vínculo directo entre las más importantes conceptos de la filosofía, el Ser, la Esencia, la Substancia, y si no la moneda misma, al menos, la forma abstracta de mercancía que ella presta, a través de la venta y la compra, a toda la diversidad de cosas concretas cambiadas en el mercado?»32
El contenido del «vínculo directo» que Vernant le critica a Thomson se hace explícito en la línea siguiente: el «vínculo directo» implica ceder a la «tentación de trasplantar demasiado mecánicamente las nociones de un nivel de pensamiento a otro.» Sin embargo, cuando Thomson afirma que lo Uno de Parménides y la idea posterior de «sustancia» son reflejo o proyección de la sustancia del valor de cambio no se está refiriendo al traspaso de un nivel de pensamiento a otro, ni tampoco al traspaso al «dominio de lo real» de una abstracción previa; por el contrario, como ya dijimos y de acuerdo al objeto histórico abordado por Thomson, el marxista inglés refiere como fundamento de lo Uno y de la posterior idea de sustancia un índice objetivo. Es una realidad concreta, extraintelectual, la que se refleja en lo Uno y en la idea posterior de sustancia. Vernant interpreta a Thomson desde su propia perspectiva, algo absolutamente legítimo. Sin embargo, para oponerle su argumentación le hace decir a Thomson cosas que él no dice. Se puede percibir, como consecuencia de esto, que el autor francés fundamenta su crítica de anacronismo en una interpretación de las premisas del materialismo histórico en clave «subjetivista», para decirlo de algún modo.
9. B. REDUCCIONISMO: LA INFRAESTRUCTURA ES EL VALOR
Más allá de esta lectura, es decir, más allá de que la «sustancia del valor de cambio» se considere un elemento de la subjetividad y no un elemento extraintelectual como lo considera Thomson, la crítica de Vernant deja al descubierto la linealidad de la relación que establece el marxista inglés entre ese elemento y el concepto de lo Uno. Queda en evidencia una forma de vínculo «demasiado mecánica». Es lo que Vernant percibe y denomina «vínculo directo». Esta operación que Vernant señala expone a Thomson a la acusación de reduccionismo. Así lo entiende Seaford. Veamos cómo es que este «vínculo directo» implica una reducción y veamos cual es el contenido de esa reducción. Dice Seaford sobre Thomson:
«En su implicancia de una relación de uno-a-uno («un reflejo o una proyección») entre el Uno y «la substancia del valor de cambio», Thomson queda expuesto a la acusación de reduccionismo. El valor de cambio es una abstracción que encuentra una concreta corporización en el dinero [money]. El rápido desarrollo, durante la vida de Parménides, de un tipo radicalmente nuevo de dinero (moneda acuñada), cuya únicafunción es la de dar cuerpo al valor de cambio, está presente como uno entre una serie de factores, incluyendo el tradicional culto místico, en el proceso de realización de la representación parmenídea de la realidad como una unidad abstracta.»
En primer lugar, es importante aclarar que en el fragmento citado están claramente ubicados los elementos que se relacionan. La moneda acuñada es un elemento corpóreo extraintelectual. El valor de cambio es, al contrario, una «abstracción que encuentra su corporización en el dinero», es decir, se lo conceptualiza como un elemento de la conciencia. La reducción se establece entonces a partir de una «relación de uno a uno» que queda establecida, a diferencia de la lectura de Vernant, entre un elemento extraintelectual y un concepto. Aclarado esto, la reducción está entonces en tomar a la moneda acuñada como el único factor determinante del concepto de lo Uno. Se hace abstracción de la influencia que tienen «una serie de factores» en el surgimiento del concepto de lo Uno, entre los cuales Seaford señala el «tradicional culto místico». Si analizamos esta crítica a la luz de la perspectiva teórica que venimos desarrollando, la total desestimación de elementos superestructurales para la comprensión de las formaciones ideológicas implica no tener en cuenta la articulación entre determinación y dominación que desarrollamos antes. Articulación que implica ponderar la vital importancia tanto de la influencia que las distintas instancias de un modo de producción mantienen entre sí como el dinamismo interno de cada una, pues, como dijimos, cada instancia tiene su contenido y sus leyes de estructura específicos. Dicho de otro modo, es la relativa autonomía de la superestructura respecto de la base lo que se ve anulado. Por lo menos en este punto, la afirmación de Thomson implica una relación entre base y superestructura que carece de dinamismo y que considera la superestructura ideológica como reflejo pasivo de la infraestructura económica33.
Además, el «vínculo directo» entre la moneda y el concepto de lo Uno implica una reducción de lo que se entiende por base económica a un sólo elemento derivado de ella. Como explica Terray:
«La base económica es la combinación de un sistema de fuerzas productivas y de un sistema de relaciones de producción. De acuerdo con la interpretación más corriente, Marx entendería por el término «fuerzas productivas» el conjunto de las condiciones materiales de producción –materias primas, útiles, máquinas, etc.– y por el término «relaciones de producción» las relaciones que se establecen entre los productores en el propio curso de su trabajo.»34
En la conceptualización de Terray, la base económica es una combinación de dos sistemas que pueden ser descriptos por separado para luego estudiar su asociación. Ahora bien, las fuerzas productivas y las relaciones de producción no corresponden «a dos categorías distintas de «objetos»» sino que se trata de «dos aspectos de una sola e idéntica ‘realidad’»35. Es decir que los dos sistemas que componen la base económica surgen del análisis de un único proceso: el proceso de producción. Dos factores intervienen en este proceso, la fuerza de trabajo y los medios de producción. A partir de aquí, se puede determinar la «diferencia específica» de la base económica. Por una serie de razones que no vamos a desarrollar aquí para no extendernos en demasía en la exposición teórica, la identidad de la base económica está determinada por el factor que cumple el papel determinante en el proceso de producción y, ese papel determinante, está a su vez determinado por los medios de trabajo utilizados36. Como dijimos, Thomson reduce la base económica a un solo elemento derivado de ella, en otras palabras, la compleja estructura de la base queda identificada con el elemento «moneda».
Esta reducción, sin embargo, es más profunda. Como él mismo dice hablando de Parménides, «su universo de ser puro, despojado de todo lo cualitativo, es un reflejo mental del trabajo abstracto cuajado en las mercancías.»37 Ya no es la moneda, es el trabajo abstracto cuajado en las mercancías. Thomson no reduce la base económica a la realidad de la moneda tal cómo ella se desarrollaba en la antigua Grecia, en su análisis de la formación ideológica de lo Uno la base económica se ve reducida al concepto económico de valor.
Ahora bien, más allá de la discusión sobre qué es lo igual, o la «sustancia común», que permite comparar dos mercancías y qué puede o no rastrearse de esta problemática en los textos aristotélicos, más allá de la existencia «antediluviana» de la categoría «valor», lo que sí es seguro es que en la antigüedad las relaciones mercantiles no constituían el vínculo social dominante. Explica Terray:
«La producción mercantil llega a ser capitalista cuando la fuerza de trabajo misma llega a ser una mercancía. En consecuencia, las relaciones mercantiles ya no gobiernan sólo la circulación de los productos, entre las unidades de producción, sino que penetran en el interior de esas unidades. Al comprar a los obreros su fuerza de trabajo, puede el capitalista constituir bajo su dirección una unidad de producción; al vender a los capitalistas su fuerza de trabajo puede el obrero por una parte acceder a los medios de producción y convertirse efectivamente en un productor, y por otra parte obtener los medios necesarios para su subsistencia y la de su familia. Esta transacción entre capitalistas y obreros condiciona, pues, la existencia misma de la unidad de producción porque ella sola permite reunir los diversos factores cuya interacción forma el proceso de trabajo.»38
¿Qué quiere decir que «el dinero mismo es la comunidad», como dice Marx en Fundamentos para la crítica de la economía política? Quiere decir, como es sabido, que en el modo de producción capitalista, sin relación mercantil no hay unidad productiva. Sin transacción monetaria, sin la relación social de compra y venta que esta transacción implica, no es posible consolidar, independientemente de la necesidad humana, una unidad productiva. La producción está subordinada y depende exclusivamente de un tipo de relación: la relación mercantil que implica una transacción dineraria. No hay posibilidad de que los factores que constituyen el proceso productivo, fuerza de trabajo y medios de producción, se articulen si no es por medio del dinero. El dinero es comunidad porque sin dinero no hay cooperación, sin dinero no hay proceso de trabajo. Es de esta realidad social que la categoría valor adquiere la funcionalidad aglutinante y reguladora que fundamenta Mandel. Pero esta realidad no sucede en la sociedad antigua:
«Lo que caracteriza por el contrario los modos de producción que preceden la producción capitalista es la presencia entre los productores, los medios de producción y, llegado el caso, lo no- productores, de vínculos extra-económicos, que no sólo son la representación política e ideológica de las relaciones de producción, sino que entran en la misma constitución de esas relaciones.»39
Por lo tanto, si en el estudio social esta categoría sirve para explicar la «esencia» de las relaciones mercantiles que constituyen el vínculo social fundamental del modo de producción capitalista, en el análisis de Thomson la categoría opera, por un lado, formalmente: remitiendo las formaciones ideológicas a su fundamento material, tal como lo exige las premisas materialistas y el objeto histórico construido a partir de ellas; por otro lado, la categoría intenta especificarse, determinarse («corporizarse» podríamos decir) para remitir a una realidad extraintelectual concreta que es la moneda, pero como este remitir es una pura formalidad sólo lo logra reduciendo el complejo entramado que constituye la base económica a sí misma, despreciando todo elemento «extra-económico» y pasivizando en extremo la conciencia considerándola un mero «reflejo» de la realidad externa40. La reducción de la base a la categoría económica «valor» implica el traspaso tanto semántico como funcional, del sentido y de la función, que esa categoría adopta en el análisis del nivel económico del modo de producción capitalista al objeto histórico del materialismo histórico.
9. C. ECONOMICISMO: EL VALOR DETERMINA LA CONCIENCIA
La reducción de la base económica a la categoría económica «valor» implica un reduccionismo teórico. Como dijimos, base económica y valor es, en el análisis de Thomson, lo mismo. Ahora bien, para que esto suceda es necesaria una operación intelectual previa que es la siguiente: la categoría «valor», junto con la funcionalidad y el sentido que la categoría adquiere en el análisis del nivel económico del modo de producción capitalista, pasa a conformar un elemento indispensable del objeto histórico del materialismo histórico. Al realizar esta operación, este traspaso categorial del estudio social al estudio histórico, la categoría valor queda identificada ya no con determinada infraestructura económico de determinado modo de producción estudiado, sino, por el contrario, al entenderla como elemento constitutivo del objeto histórico mismo, la categoría queda identificada con la premisa materialista que fundamenta la creación del objeto histórico: la categoría «valor»41 se amalgama con el concepto de «condiciones materiales de vida». Dicen Marx y Engels de manera ilustrativa en La ideología alemana que «la vida determina la conciencia», sin embargo, la conciencia del filósofo eleático, parece ser, la determina el valor. Esta conclusión es resultado de una operación teórica que, entendemos, fundamenta el economicismo. Las determinaciones que el concepto de valor toma en el análisis del nivel económico del modo de producción capitalista es el resultado de llevar a la práctica una investigación desde la premisa materialista que sostiene que son las condiciones materiales de vida la que determinan la conciencia y toda la estructura de una formación social. No es lo mismo, por lo tanto, la premisa materialista que fundamenta la «perspectiva materialista de la historia» que la teoría de un modo de producción específico y los conceptos a ella relacionada. La teoría y los conceptos del modo de producción capitalista no agotan la premisa filosófica que los sustentan. O, dicho a la inversa, la premisa filosófica no queda reducida a la teoría y/o a los conceptos surgidos de su aplicación.
El problema también puede plantearse desde la perspectiva de los alcances del término «económico», en el sentido de que si las condiciones materiales de existencia queda identificado en términos de sinonimia con las «base económica», entonces la definición de «lo económico» determinará los alcances de una teoría histórica que se propone explicar las formaciones sociales desde una perspectiva filosófica materialista. La identificación del concepto de «lo material» con «lo económico», entendiendo «lo económico» como el conjunto de fenómenos contenidos en la esfera disciplinar de la economía, es la base de la lectura economicista de las premisas del materialismo histórico. Esta lectura implica una proyección injustificada de categorías modernas al contexto estudiado. En este caso, la proyección se realiza identificando la categoría «valor» como un elemento constitutivo del modo de producción. Se realiza, como dijimos, un reduccionismo teórico. ¿En qué consiste este reduccionismo? En reducir la premisa filosófica al ámbito específico de una disciplina. De esta forma, el concepto filosófico de «lo material» queda identificado y, por lo tanto, torpemente reducido, a la concepción moderna de «lo económico».
No es necesario, por supuesto, partir de premisas filosóficas materialistas para que la discusión sobre la extensión del término «económico» adquiera sentido o sea pertinente. Sin embargo, si nos situamos desde el materialismo histórico, la discusión sobre los alcances de la esfera de «lo económico» pone de manifiesto la tensión entre la premisa materialista y los márgenes de «lo económico» definido por la economía moderna. Abordando la cuestión desde esta perspectiva es posible sostener que el materialismo histórico contiene estas discusiones, en el sentido de que si suponemos que la noción de lo material es irreductible a las especificaciones que lo económico adquiere disciplinariamente en la modernidad, entonces la premisa opera como susceptible de fundamentar una perspectiva histórica sin quedar encorsetada dentro de las concepciones modernas de lo económico.
CONCLUSIONES
A lo largo de este trabajo hemos intentado mostrar el contenido de la crítica que Vernant realiza a Thomson a la luz del análisis de los objetos de estudio histórico respectivos abordados por cada autor. La crítica de anacronismo, primero, y la crítica de reduccionismo, después, ha mostrado que la categoría «valor» toma distinto sentido en cada uno de estos autores, pero la misma funcionalidad formal desde el punto de vista del objeto histórico tratado por cada uno. Desplegada sobre el suelo común de intentar comprender las primeras formaciones ideológicas que llamamos hoy, con relativa justicia, filosóficas haciendo uso de la categoría «valor» (aunque esta categoría tome, como dijimos, igual funcionalidad y distinto sentido en cada autor), la discusión entre ambos autores nos lleva a considerar, además de los problemas y cuestiones específicas que surgen del contraste entre la psicología histórica y el materialismo histórico (que por otra parte no hace falta aclarar que este trabajo no pretende ser exhaustivo en lo que a eso respecta), el problema epistemológico mucho más extenso y abarcativo que consiste en realizar proyecciones de categorías modernas al estudio de formaciones sociales antiguas.
En lo que respecta al materialismo histórico, si, como dice de la Rosa, de una concepción materialista de la sociedad surge una concepción materialista de la historia, Thomson traspasa la categoría «valor» en tanto elemento teórico del análisis del nivel económico del modo de producción capitalista a elemento constituyente del objeto histórico del materialismo histórico. Esta operación implica un reduccionismo teórico que está fundamentado en una lectura economicista de las premisas del materialismo histórico. En la explicación que hace Thomson de las formaciones ideológicas, la categoría «valor» queda identificada con la totalidad de la base económica, esto garantiza su funcionalidad de remitir la formación ideológica a su fundamento material. En cuanto al sentido, al considerar el valor como el único elemento influyente en la formación ideológica estudiada y aunque se predique que la categoría valor remite a la realidad extraintelectual de la moneda, ese remitir se convierte en una pura formalidad. Puede parecer contradictorio sostener la afirmación de que Thomson reduce la base económica a la categoría «valor» y, a su vez, que toma la moneda como único factor en la explicación de la formación ideológica. Sin embargo, la reducción de la infraestructura económica a la categoría «valor» responde a la necesidad funcional de aplicación del objeto. El hecho de hacerla remitir a la moneda responde a la necesidad de hacer remitir la categoría a una realidad «empírica» o extraintelectual realmente existente. Afirmamos que el sentido que toma la categoría «valor» en el análisis de Thomson es una formalidad porque, aunque concedamos que la categoría remite a la realidad extraintelectual de la moneda, esta realidad extraintelectual es en sí misma una abstracción, pues, por entenderla como el único elemento a considerar, no adquiere las determinaciones concretas de su existencia histórica, es decir que no se la considera, como dice Marx en el párrafo citado anteriormente, inserta en el «todo concreto y viviente ya dado».
Por la imposibilidad de sostener una unidad de objeto histórico prescindiendo de la categoría «valor», Thomson, por un lado, se encarga de reducir el complejo entramado que constituye la infraestructura económica a la categoría «valor» y, por otro lado, no percibe las múltiples relaciones de determinación y dominación que establecen las distintas instancias constituyentes de un modo de producción entre sí. Por su parte, Vernant encuentra toda una serie de entramados y corrimientos de sentidos que tiene lugar entre distintos «niveles de pensamiento» y a partir de aquí afirma que «el concepto filosófico del ser no se ha forjado a través de la práctica monetaria o de la actividad mercantil»42, intentando negar con esta afirmación el monopolio de la determinabilidad de la infraestructura económica en cuanto a los fenómenos ideológicos.
Emmanuel Terray formula una propuesta teórica en la que se puede prescindir de la categoría «valor» y mantener la unidad y la sistematicidad del objeto de estudio, ergo, la categoría «valor», que cumple el rol fundamental en la comprensión de la instancia económica del modo de producción capitalista, no es indispensable para la unidad y la sistematicidad del objeto histórico del materialismo histórico. La compleja estructura de la base económica, principalmente su conceptualización como una combinación de dos sistemas de relaciones de un único y mismo proceso y, a partir de aquí, el establecimiento de su «diferencia específica» y de su identidad, logra la unidad y la sistematicidad de la instancia económica del modo de producción prescindiendo de la categoría «valor». A partir de aquí, como dice Althusser, se construye la teoría del modo de producción estudiado, con sus partes constituyentes y con las categorías de relación que explicitamos más arriba. Por lo tanto, por lo menos a partir de esta formulación teórica, no necesariamente el objeto del materialismo histórico debe incluir la categoría «valor» para mantener su unidad y sistematicidad.
Con respecto a las posiciones de los autores abordados en este trabajo, concluimos que esta formulación teórica propone un desarrollo investigativo que, por un lado, rechaza lo que aquí llamamos el «subjetivismo» de Vernant y, por otro, no implica reducir la «perspectiva materialista de la historia» a los márgenes de la disciplina económica.
En cuanto a la eficacia de esta perspectiva, como se plantea en la presentación de los trabajos de Terray, deberá ser sometida a «la prueba de sus consecuencias concretas» y juzgada por sus resultados.
Abstract
Main Text
1. INTRODUCCIÓN
2. ANACRONISMO
3. EL OBJETO HISTÓRICO
4. EL PROBLEMA DEL VALOR
5. EL OBJETO DEL MATERIALISMO HISTÓRICO
6. DE LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA SOCIEDAD A LA CONCEPCIÓN MATERIALISTA DE LA HISTORIA
7. LA CATEGORÍA «VALOR» EN LA TEORÍA DEL NIVEL ECONÓMICO DEL MODO DE PRODUCCIÓN CAPITALISTA
8. UNIDAD DE OBJETO
9. A. SUBJETIVISMO: LA PSIQUIS COMO FUNDAMENTO
9. B. REDUCCIONISMO: LA INFRAESTRUCTURA ES EL VALOR
9. C. ECONOMICISMO: EL VALOR DETERMINA LA CONCIENCIA
CONCLUSIONES