La muerte de un rey y la aclamación de su sucesor: ceremonias y símbolos
The death of a king and the acclamation of his successor: ceremonies and symbols
Sandra Russo Morais[1]
Universidade Aberta de Lisboa
2202035@estudante.uab.pt
Recepción: 26/10/2025Revisión: 12/11/2025 Aceptación: 19/11/2025 Publicación: 26/12/2025
DOI: https://doi.org/10.5944/eeii.46833
Resumen
Los siglos XV y XVI fueron tiempos de grandes cambios en toda Europa y también en Portugal. En esta época, en el tránsito entre la sociedad medieval y la moderna, muere en 1521 D. Manuel I, rey de Portugal, siendo sucedido por el príncipe D. João, su hijo y legítimo heredero. El intervalo entre los funerales de D. Manuel I y la aclamación de D. João III como rey resulta muy breve. Preparadas conforme a los deseos de cada monarca, las ceremonias constituyen acontecimientos de gran relevancia política y religiosa. Se mantuvieron la tradición y los rituales, y los símbolos del poder real fueron transmitidos entre los monarcas. En esta conferencia propongo un análisis de dichas ceremonias, de los rituales y de los símbolos asociados a ellas.
Palabras claves: Ceremonial, Rituales, Símbolos, D. Manuel I, D. João III.
Abstract
During the 15th and 16th centuries, Europe underwent significant changes, and Portugal was no exception. In the transition from medieval to modern society, King D. Manuel I passed away in 1521, and his son and legitimate heir, Prince D. João, succeeded him. The interval between D. Manuel I’s funeral and the acclamation ceremonies of D. João III was very brief. The ceremonies, organized according to each monarch’s wishes, were major events with both political and religious significance. They followed established traditions and rituals, and the symbols of royal power were transmitted from one monarch to the next. At this conference, I will analyse the ceremonies, rituals, and symbols associated with them.
Keywords: Ceremonies, Rituals, Symbols: King Manuel I and King João III
SUMARIO
1.INTRODUCCIÓN
2.DESARROLLO
2.1.M Metodología
2.2.D. Manuel y D. JoaoIII, dos monarcas de las dinastía Avis.
2.3. Contexto histórico
2.4. Símbolo de poder real.
2.5. Las ceremonias.
3.CONCLUSION
4. BIBLIOGRAFIA.
Los reyes D. Manuel I y D. João III, monarcas de la dinastía de Avis, vivieron y gobernaron Portugal en contextos económicos, políticos y sociales distintos, que se reflejaron en sus experiencias de poder y en la forma en que fueron representados. Este artículo pretende analizar dos momentos simbólicos y complementarios: las ceremonias fúnebres del rey Manuel I y la aclamación de su sucesor, el príncipe heredero João. Para ello, nos basamos en las descripciones ofrecidas por dos cronistas destacados: de Damião de Góis la Chronica do Felicissimo Rei Dom Emanuel y Francisco De Andrada en la Crónica do muy alto y muy poderoso Rey de estos Reinos de Portugal Dom João III. Reconociendo que la escritura de la historia está inevitablemente condicionada por las perspectivas de los cronistas, buscamos comprender, a través de estas narrativas, cómo se concibieron y representaron la muerte y la sucesión real en el Portugal del siglo XVI. El análisis de las ceremonias seleccionadas nos permitirá explorar los rituales, las ceremonias y los símbolos utilizados para afirmar la continuidad dinástica y la sacralidad del poder real.
Se realizó una investigación bibliográfica sobre la ceremonia fúnebre de D. Manuel I y de la ceremonia de entronización de D. João, revisando fuentes primarias y secundarias. La investigación llevada a cabo con el objetivo de realizar el presente artículo en la analice de los:
· Capítulos VII “A morte del Rey dõ Manuel e o seu enterramento, e as cirimónias ꝙ nella se fazē”, VIII “O modo e aparato com que vay até ao alpendere de São Domingos onde hade ser jurado Rey”; IX “A maneyra de que o Princepe he jurado, e levãtado por Rey, e as exequias que se faze por el Rey dõ Manoel” de la Crónica do muyto alto e muito poderoso Rey destes Reynos de Portugal dom João o III Deste Nome, escrita por Francisco D’Andrada (Andrada, 1613), en 1613, fue un encargo del rey D. Felipe II.
· Capitulos LXXXIII “Do Faleçimento del Rey Dom Emanuel, & de quomo foi sepultado no mosteiro de Bethlem” (Gois, 1566, Vol. IV, p. 195) y LXXXIIII “Das Feições corporaes Del Rey Dom Emanuel, & das qualidades de sua real pessoa, & cousas era a que inclinado, & afeiçoado, & ordem de sua casa, & modo de viver” (Gois, 1566, Vol. IV, p. 197) de la Chronica do Felicissimo Rey Dom Emanuel, composta per Damiam de Goes (Gois, 1566).
Considerando la importancia de la Historia, así como su relación con la Memoria y la Escritura —pues lo que no se documenta ni se escribe se olvida—, estas crónicas constituyen una fuente histórica en la que podemos observar comportamientos, costumbres e incluso precedencias. Las crónicas reales y las relativas a la expansión marítima pueden entenderse como fuentes de información inigualables sobre la historia del siglo XVI. Además de las crónicas, cabe destacar las iluminaciones que han llegado hasta nosotros y que ofrecen valiosos detalles sobre la vida de cada monarca y la época en la que vivió. Estas crónicas buscan ensalzar a los monarcas y sus logros. Conviene señalar que cada cronista imprime su sello personal en la obra; la objetividad siempre será parcial, pero se cumplió la función de dejar testimonio para el futuro.
Esta investigación se centra en el análisis de las ceremonias fúnebres de D. Manuel I y de la aclamación de su heredero, D. João III, descritas en los capítulos anteriormente mencionados de dos crónicas: la Crónica del Felicíssimo Rey D. Manuel, de Damião de Góis (Gois, 1566), y la Crónica de D. João o III Deste Nome, de Francisco De Andrada (Andrada, 1613). En tanto que testimonios de memoria histórica, estas crónicas nos ofrecen dos perspectivas diferenciadas: la de Damião de Góis, quien transmite una visión humanista, preocupada por demostrar la legitimidad institucional, y la de Francisco de Andrada, caracterizada por la atención al simbolismo y al ceremonial.
Consideramos pertinente, para el análisis de estas dos ceremonias – fúnebre y de aclamación –, adoptar una aproximación comparativa y simbólica, confrontando los relatos de los cronistas en lo que respecta a la identificación de semejanzas y divergencias, así como al examen de los rituales, símbolos y elementos del ceremonial.
La elección de estos dos cronistas se justifica por el hecho de que, aunque ambos escribieron sobre los mismos acontecimientos, lo hicieron en períodos distintos. La Crónica de Damião de Góis, redactada entre 1566 y 1567, refleja su visión humanista y crítica de la época. Por su parte, la Crónica de Francisco de Andrada, concluida en 1613, revela una orientación más centrada en el ceremonial. Esta comparación permite, por tanto, observar el contexto político y social que influyó en la escritura y en la perspectiva histórica de cada autor.
La aproximación elegida se justifica en la medida en que posibilita no solo la comprensión de los hechos, sino también de la forma en que fueron representados. Las crónicas de Damião Góis y de Francisco De Andrada, concretamente los capítulos referidos, ofrecen así dos perspectivas complementarias: una visión crítica e institucional y una visión cortesana y protocolaria.
En los capítulos de las dos crónicas nos proponemos analizar los símbolos reales presentes en la ceremonia fúnebre de D. Manuel I y en la ceremonia de entronización de su heredero, D. João, descifrando su importancia.
2.2. D. Manuel I y D. João III, dos monarcas de la dinastía Avis
Consideramos importante establecer un marco temporal para los dos monarcas de la dinastía de Avis. La dinastía de Avis fue la segunda casa real de Portugal. Fue fundada por el rey D. João I, hijo bastardo de D. Pedro. D. João I fue elegido rey en 1385, en las Cortes celebradas en Coimbra. Un hecho relevante es que con esta dinastía se inició el período de los Descubrimientos portugueses.
Nos centraremos en los acontecimientos de las exequias de D. Manuel I y en la aclamación de D. João III, que presentamos en la tabla:

Ilustración 1 - Cronología de la Dinastía de Avis
Es importante un resumen de la vida de cada monarca, fueron muy distintos en su forma de gobernar el Reyno y sus vidas. El rey D. Manuel I (1495‑1521) no nació destinado a ser monarca. Hijo de D. Fernando, duque de Viseu, y de la infanta D. Beatriz, no era, por tanto, descendiente directo del rey D. João II, sino su primo. La realeza de D. Manuel I fue alcanzada, en primer lugar, por el fallecimiento de seis miembros de la familia real mejor situados que él para suceder a D. João II (Costa, 2005, p. 25). Heredó el reino de su cuñado y primo D. João II, quien lo había designado como heredero.
Según Costa (2005) se casó en tres ocasiones: con D. Isabel de Aragón y Castilla en 1496, con D. María de Aragón y Castilla en 1500, y finalmente, en 1518, con D. Leonor de Austria, prometida de su propio hijo, lo que provocó cierta extrañeza en el reino. D. Manuel I mantuvo una política de exploración marítima iniciada por sus antecesores, que supuso el descubrimiento de la ruta marítima hacia la India, el hallazgo de Brasil y de las “islas de las especias”, las Molucas, contribuyendo de manera decisiva a la expansión del imperio portugués y a la llamada edad de oro del mismo. Fue el primer monarca portugués que se autodenominó Señor del Comercio, de la Conquista y de la Navegación de Arabia, Persia y la India.
Sobre D. Manuel I, «el Venturoso», escribió el cronista Damião de Góis, historiador y humanista portugués, a petición del infante cardenal D. Henrique. Esta obra se concluyó en 1567. Además de ensalzar los logros de los portugueses en su expansión ultramarina, la crónica también recogió hechos cuyos protagonistas, como Vasco da Gama o Pedro Álvares Cabral, manifestaron su disconformidad con la violencia ejercida contra los judíos. La crónica dedicada a D. Manuel I nos ofrece una perspectiva biográfica del monarca, así como de los acontecimientos extraordinarios que marcaron la época. Desde los viajes al extranjero y el poder alcanzado por Portugal y su rey, hasta la fastuosidad de la corte, la reforma de la justicia y los Estudios Generales, había mucho que narrar.
D. João III, nacido en junio de 1502, hijo de D. Manuel I y de la Infanta D. María de Aragón y Castilla, su segunda esposa. Su educación rigurosa, estudió los temas esenciales de la época (latín, Astrología, Gramática, Matemáticas, entre otros) y siendo heredero al trono, el legado que le transmitió su padre en interés de temas vinculados a la política, la etiqueta y la cultura (Avelar, 2009). En 1524, D. João III se casó con D. Catarina de Austria, hermana menor del emperador Carlos V, este matrimonio reforzó la alianza entre ambas naciones. De este matrimonio nacieron 9 hijos, que morirían antes que el monarca, lo que provocó un sentimiento de profunda melancolía y preocupación por la frágil sucesión que ya había sido asegurada por su nieto D. Sebastião. Sobre D. João III, la crónica que le fue dedicada fue escrita por Francisco De Andrada, su cronista principal y a pedido del Rey Dom Filipe II. Escribió sobre su dedicación y apoyo a la fe católica. Este cronista menciona la dificultad de analizar la información que se le puso a disposición.
Encontramos que las crónicas, escritas a pedido de los reyes o de quienes los sucedieron, no eran más que una forma de escribir la historia, teniendo en cuenta la demostración de los hechos políticos y sociales y las características de cada monarca. Considerando la relación entre Historia y Memoria, las crónicas reales y las crónicas relativas a la expansión marítima constituyeron una forma de conocer la historia del siglo XVI.
Desde o início do século XVI que corria a fama na Europa do prestígio alcançado pela coroa portuguesa e no comércio e na evangelização do mundo oriental (Serrão, 1978, p. 25). El imperio portugués, nacido de la necesidad de un país empobrecido, sediento de conocimiento y encaminado hacia lo desconocido, hace de Lisboa su punto de partida A “nova Rainha dos mares”, como Damião de Gois qualifica a capital na sua laudação à Cidade, Urbis Olisiponis Descriptio (Avelar, 2022, p. 27).
Un hito fundamental en la historia fue el viaje de Vasco da Gama a la India, en 1497, que consolidó las rutas marítimas de las especias, impactando no solo las actividades económicas de Portugal, sino también las de otros países europeos. Estos movimientos migratorios y comerciales fueron considerados la primera etapa de la globalización, que permitió la apertura del “viejo continente” a nuevos espacios continentales y oceánicos.
El Imperio portugués heredado por D. João III era vasto y rico. Los portugueses afirmaron su presencia en las islas atlánticas, en el norte y la costa de África, en la India, Malasia, China y Brasil.
En palabras de Andrada, el monarca argumentó que había dejado a su hijo muchos estados nuevos, que habían sido adquiridos y conquistados en Oriente, mientras que “O Venturoso” no había heredado de sus predecesores más que los reinos de Portugal y el Algarve. (Avelar, 2009).
El tamaño del Imperio y su gran dispersión provocaron disfunciones en cuanto a su organización y administración. D. João III, optó por reorganizar los territorios, abandonando algunas partes del continente africano como sucedeu no caso do abandono de Safim, Azamor y Álcacer-Ceguer. (Avelar, 2009, p. 79), para poder garantizar la colonización de Brasil y la protección del propio Brasil, A divisão do territorio em 15 capitanias-donatarias e a investidura, entre 1535/6, de 12 Los capitães-donatários para delas tomarem posse revelam este esforço de colonização. (Avelar, 2009, p. 80).
Estas decisiones político‑estratégicas, lejos de ser consensuadas, condujeron a la percepción de un debilitamiento del prestigio militar portugués, así como al deterioro de las relaciones con los jefes locales en el continente africano. Es importante señalar que, en esta etapa, Europa experimentó el crecimiento de otras potencias económicas, que pusieron en peligro las actividades comerciales del Imperio. Asimismo, existieron factores externos que propiciaron el inicio de su decadencia, como la peste. El país quedó devastado por varios años de malas cosechas, que provocaron una crisis de cereales y, en consecuencia, hambrunas entre la población, así como una dependencia extrema de la nobleza, que no trabajaba, carecía de medios de subsistencia y vivía únicamente de los favores del rey.
Símbolo, Figura o imagen que representa a la vista lo puramente abstracto[2], podemos considerar que el símbolo del poder real será las imágenes que representen al monarca y el poder absoluto y divino, que a él estaba asociado.
Los símbolos de poder representan aquello que cada monarca desea transmitir; constituyen el resultado del poder del soberano, del comportamiento humano y del conocimiento histórico. La conducta del monarca, en cuanto a hombre que ostenta el poder, provoca transformaciones en la sociedad. Su existencia y su comportamiento se inscriben en el marco social, el cual, a su vez, no puede concebirse sin la presencia del hombre. Esta relación entre el individuo y la sociedad constituye la base de la dimensión cultural.
Pensar en los símbolos del poder real implica pensar en imágenes y mensajes de lo que se pretende comunicar. La Corona, el Cetro, el manto real, el Estandarte con las armas reales y la Bandera eran, en aquella época, signos que transmitían, ya fuera la autoridad del rey o la afirmación de su presencia.

Ilustración 2 - Leitura Nova, livro 3, Torre do Tombo
En la imagen superior pueden observarse algunos símbolos del rey D. Manuel I, que también serían utilizados por su hijo:
· La Corona, los castillos y los escudos;
· La esfera armilar, con el doble significado de esfera y esperanza del mundo;
· El ángel custodio o ángel de la guarda, portando como atributo un escudo con las armas reales;
· La cruz de la Orden de Cristo;
· Los colores empleados.
En el caso de D. João III, su gobierno siguió una línea absolutista, en la que todo el poder se concentraba en su persona. Si consideramos que uno de los puntos de partida de los estudios de Norbert Elias (1969) es el poder, junto con el comportamiento humano y el conocimiento histórico, podemos comprender mejor esta dinámica.
Los símbolos de poder representan aquello que cada monarca desea transmitir; son el resultado de la autoridad del soberano, del comportamiento humano y del conocimiento histórico. La conducta del monarca, en cuanto a hombre que ostenta el poder, provoca transformaciones en la sociedad. Su existencia y su comportamiento se inscriben en el marco social, el cual, a su vez, no puede concebirse sin el hombre. Esta relación entre el individuo y la sociedad constituye la base de la dimensión cultural.
D. Manuel I murió el 13 de diciembre de 1521, a los 52 años y tras 26 años de reinado. Una muerte que se inscribe en el concepto propio de la Edad Media: no súbita, con participación del público y manifestaciones de duelo. Es decir, la muerte del rey se convirtió en una cuestión política. No era una muerte previsible; D. Manuel había llegado triunfante a Lisboa con D. Leonor, su esposa, después de años de peste. El monarca se encontraba en un período de gran prestigio, fruto del crecimiento económico y social que se produjo en el reino como consecuencia de la expansión marítima.
En 1517 redactó su testamento, en el que dejó indicado que debía ser enterrado en una tumba poco profunda en el Monasterio de Santa María de Belém, como símbolo de modestia. Dispuso asimismo que se casaran sus sirvientes, que se pagaran sus deudas —consideradas públicas— y que se celebraran numerosas misas. A pesar de la modestia que pretendía expresar, acabó imponiéndose una ceremonia fúnebre solemne.
2.5.1 Ritos funerarios
Cuando la muerte del rey era inminente, se confesó y recibió la extremaunción. El monarca falleció, de hüa febre speçia de modorra, doēça de naqulle tēpo em Lisboa morria muita gete, (Gois, 1566, Vol. IV, p. 195) el 13 de diciembre de 1521, acompañado por la reina D. Leonor y por su hermana. Su cuerpo fue preparado por el clero y dieron comienzo las exequias. Su sucesor, el príncipe D. João, dispuso que la ceremonia se realizara conforme a las indicaciones testamentarias. A las tres de la madrugada, el cuerpo del rey fue colocado en una urna recubierta de terciopelo negro con una cruz de damasco blanco y trasladado en procesión desde el Paço da Ribeira hasta el Monasterio de Santa María de Belém. D. Pedro de Castro, acompañado por varios nobles —el duque de Bragança y el maestre de Santiago, así como el marqués de Torres Novas y el marqués de Vila Real— formaba parte de la procesión.

Ilustración 3 - Livro de horas de D. Manuel I - (Ofício dos mortos) Fol 129v
En este grabado podemos observar el traslado de la urna, la procesión a caballo y las antorchas que iluminaban el camino. En el centro se distingue la urna, que presenta en la parte superior varios escudos reales, la esfera armilar, los colores del luto, la luna (pues era de noche) y los barcos de alta mar (símbolo de los descubrimientos). También se aprecian los elementos que representan la sencillez que D. Manuel quiso imponer en los servicios funerarios —una sepultura poco profunda—. Finalmente, el monasterio de los Jerónimos, vinculado al viaje emblemático de Vasco da Gama a la India, se combina con el símbolo de que quienes no estaban destinados a reinar lo hacen de manera ejemplar, tras haber presenciado la muerte de los cinco anteriores en la línea sucesoria, demostrando que estaban destinados a grandes empresas.
El rey, como cuerpo político místico, similar a lo que sucede en la Iglesia, es eterno, pues alcanza la eternidad. Existe una perpetuidad de la dinastía en el carácter corporativo de la Corona y una inmortalidad asociada a la dignidad real. Además de los elementos comunes a la muerte regia en general y a la muerte real portuguesa en particular, se destacan los símbolos de conquista en territorios de ultramar, de navegación y de comercio.
El 17 de diciembre de 1521 todo estaba dispuesto para la ceremonia de duelo. D. Pedro de Castelo Branco, concejal del ayuntamiento de Lisboa, y João Brandão salieron a pie con bastones negros en la mano. Nuno Álvares Pereira, alférez de la ciudad, montaba un caballo con la bandera negra caída sobre el hombro, que se arrastraba por el suelo. También los seguían los jueces penales y civiles de la ciudad, portando un escudo negro sobre sus cabezas. Tras ellos marchaban numerosos nobles. En la puerta de la catedral, uno de los jueces penales arrojó un escudo y lo rompió. Un hombre a caballo pronunció unas palabras que ya estaban escritas en la recámara y que, al ser escuchadas, provocaron lágrimas. La procesión continuó hasta la calle de los nuevos comerciantes, donde se repitió la ceremonia. En el Rossio, plaza de Lisboa, el juez civil rompió el tercer escudo. Esta antigua costumbre de quebrar los escudos y arrastrar la bandera del rey difunto, acompañada por el duelo general del pueblo, se interpretaba como símbolo de que el monarca que había defendido su reino e izado la bandera contra sus enemigos había muerto. Una vez finalizada la ceremonia, regresaron a la catedral, donde se celebró una misa por el alma del rey, tomando otro recorrido.
Según Frei Luis de Sousa este es el último cargo con que la república laica sirve y honra en este reino la memoria de los Reyes fallecidos. E tal he o ultimo officio com ꝙ a Republica secular serve e honra neste Reyno a memoria dos Reys defuntos. O costume antigo era dar-se tanta pressa nesta solenidade, que ao terceyro dia de enterrado o Rey que acabava, se entendia na festa do levantamento do successor. (Sousa, 1844, p. 20) ya Francisco de Andrada considera que Este custume antigo de se quebrarem escudos & arrastar bandeira na morte do Rey cõ pranto geral de todo o povo, dizem algüs ꝙ fi he significaçáo de ser faliccido a quelle Rey & senor que era defençao do seu reyno, & ꝙ levantava as bandeira contra os inimigos delle. (Andrada, 1613, 1ª parte, p. 69)

Ilustración 4 - Livro de horas de D. Manuel I - (Ofício dos mortos) Fol 130v
En la imagen pequeña vemos al padre llevando los libros de oraciones y a una joven sosteniendo el agua Bendita. En las exequias, la procesión recorre la ciudad iluminada por la luz de las antorchas. La urna está cubierta con un paño negro con una cruz blanca. Es transportada por los monjes, vestidos de negro. Al frente marchan los monjes y detrás los acompañantes.
La calle que aparece en la imagen es la Rúa Nova, donde se habían instalado los nuevos artífices: grabadores, joyeros, orfebres y doradores. Era una zona de gran movimiento comercial, favorecida por las facilidades que ofrecían el comercio y el puerto.
2.5.2 Cerimónia de Aclamación del príncipe D. João
También para este monarca Lisboa tuvo gran importancia, y allí se llevó a cabo la ceremonia de su aclamación. Lo habitual habría sido celebrarla tres días después de la muerte de D. Manuel I, pero debido a una tormenta en Lisboa se realizó seis días más tarde. La ceremonia tuvo lugar en el Convento de São Domingos.
D. João no quiso que se celebrara en el Paço da Ribeira, que había sido la residencia de su padre. Por recomendación del propio D. João, la ceremonia de toma de posesión como rey se preparó para celebrarse en un pórtico del convento de São Domingos. El mal tiempo retrasó no solo las ceremonias de luto, sino también la de aclamación.
2.5.3 Ceremonia de entronización del príncipe D. João
La ceremonia tuvo lugar el 19 de diciembre, más tarde de lo habitual debido a la tormenta, pero D. João no quiso esperar más y, a pesar de haber sido aconsejado por su maestro Bartolomeu de Paiva para posponerla una vez más, no lo hizo. El monarca determinó que la ceremonia sería pública —en el pórtico— y no en el palacio. Era consciente de que sus primeras decisiones eran las más importantes, pues definían una nueva forma de ser para un nuevo reinado y rey. También constituía una manera de diferenciar su reinado del de su padre.
D. João salió del Paço en dirección al Convento de São Domingos, montado en un caballo cubierto con pasamanerías de lona de oro. Era una demostración de riqueza heredada del reinado de D. Manuel I. Los vestidos eran suntuosos, de brocados, con piel de visón e hilo de plata. Llevaba además un cinturón y un puñal de oro, así como un collar de joyas confeccionado con piedras preciosas procedentes de Oriente. Desfilaban junto a él nobles de confianza del nuevo monarca, algunos provenientes del reinado y gobierno de D. Manuel I y otros que ya formaban parte de su casa desde que tenía catorce años. Sus hermanos desempeñaron un papel destacado en la ceremonia: D. Fernando tomó las riendas del caballo y el infante D. Luís, condestable del reino, portaba la espada real. D. João Menezes llevaba la bandera con las armas reales y la corona abierta, símbolo del rey. Toda la procesión era una demostración de poder, pero también de apoyo y lealtad al monarca. A la derecha de D. João se situaban los nobles del reino y a la izquierda los funcionarios de la casa real y de la Cámara de Lisboa. Según su cronista, el escenario de la aclamación fue preparado conforme a las instrucciones de D. João, con la solemnidad adecuada y de tal manera que todo el énfasis recayera sobre él. En el Convento de São Domingos, sobre una plataforma se colocó un dosel y debajo una silla revestida de brocado, con cojines del mismo material. La cruz y el misal para el juramento estaban dispuestos sobre un cojín. D. João fue recibido por el cardenal D. António, su hermano, a la puerta del convento, y todos los participantes en la ceremonia permanecieron de pie en señal de obediencia y lealtad. D. António ocupó el asiento que le había sido asignado a la derecha del rey, mientras Siguió la ceremonia del beso de manos. Concruido por este modo o juramento y toda la ceremonia inherente, o rey darmas de Portugal, disse por tres vezes, em voz alta, ouvide, & apos elle o conde alferes mòr disse em voz também alta, Arrayal, Arrayal, Arrayal, pollo muyto alto, & muyto podereso principe el Rey dó João o terceyro nosso senhor, ao que responderão os reis darmas, & officiaes delas em voz alta Arrayal, Arrayal, Arrayal (Andrada, 1613, 8).
D. João III era un católico ferviente y Portugal un país profundamente católico, por lo que el papel de la Iglesia fue muy relevante en esta ceremonia. Tras la bendición, el nuevo monarca continuó en procesión hasta el altar mientras se entonaba el Te Deum Laudamus.
En los capítulos de la crónica analizada se menciona que el nuevo rey portaba el cetro en la mano —símbolo de la autoridad real— y que toda la ceremonia estuvo marcada por un amplio ceremonial. Una vez concluida, se realizó un desfile por la ciudad hasta el Paço da Ribeira, donde D. João ordenó suspender las celebraciones, dado que la corte estaba de luto y por respeto a la reina viuda.
Después de un período de treinta días, y por orden de D. João, tuvo lugar la ceremonia de salida en presencia de los prelados que se encontraban en la corte. Esta ceremonia fue repetida en varias iglesias y se asemejaba a un nuevo funeral. D. João III era un católico ferviente y Portugal era un país católico, por lo que el papel de la iglesia fue muy importante en esta ceremonia. Tras la bendición, el nuevo monarca continúa en procesión hasta el altar mientras se canta Te Deum Laudamus.
En los capítulos de la crónica analizada se menciona que el nuevo rey tenía el cetro en la mano (símbolo de la autoridad real) y toda la ceremonia tiene un vasto ceremonial. Una vez finalizada la ceremonia, se realizó un desfile por la ciudad hasta el Paço da Ribeira donde D. João III indicó que se suspendieran las celebraciones ya que la corte estaba de luto y por respeto a la reina viuda. Después de un periodo de 30 días y por orden de D. João III, la ceremonia de salida tuvo lugar en presencia de los prelados que se encontraban en la corte. Esta ceremonia fue repetida por varias iglesias y se parecía a un nuevo funeral.
El siglo XVI constituyó el siglo de oro del Imperio portugués, marcado por la expansión marítima y territorial, la evolución científica y el contacto con diversas culturas, que dieron lugar a un notable mestizaje. En este contexto, Portugal promovió su cultura, valores y símbolos, dejando una huella que aún hoy es visible en distintas partes del mundo. D. Manuel I vivió plenamente esta época dorada, mientras que D. João III tuvo que afrontar los desafíos personales, sociales y políticos que acompañaron el inicio de la decadencia del reino.
La misión de los cronistas fue esencial para garantizar la permanencia de la memoria histórica. El análisis de las ceremonias descritas por Francisco De Andrada y Damião de Góis revela dos enfoques complementarios: el primero ensalza la legitimación de la sucesión de D. João III, mientras que el segundo preserva la memoria y celebra las virtudes de D. Manuel I.
Francisco De Andrada adopta un estilo solemne y ceremonial, centrado en la dimensión simbólica e institucional de los acontecimientos, destacando la autoridad real como elemento central de su narrativa. Damião de Góis, en cambio, ofrece una lectura humanista, más próxima a la figura de D. Manuel I, subrayando sus cualidades morales y políticas y presentándolo como paradigma de virtud y modelo de conducta regia.
El ceremonial, el ritual y los símbolos ocuparon un lugar destacado en ambas ceremonias, funcionando como expresión del poder de cada monarca. Elementos como la bandera, el escudo de armas, el misal y la cruz, reforzaron la solemnidad y legitimidad de los actos, asegurando la sucesión tanto divina como terrenal. Cada cronista ensalzaba al soberano al que dedicaba su narración, sin menospreciar al otro, contribuyendo así a la preservación de una memoria histórica que sigue siendo referencia esencial para comprender el presente y proyectar el futuro.
La representación de los acontecimientos vinculados a la muerte de D. Manuel I y la sucesión de D. João III confirma, en definitiva, la existencia de dos perspectivas historiográficas distintas: la sobriedad y el énfasis político de Damião de Góis frente a la retórica ceremonial y la teatralidad de Francisco De Andrada. Ambas visiones, sin embargo, convergen en la afirmación del poder real y en la consolidación de la memoria histórica como instrumento de legitimación y continuidad dinástica.
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[1] Estudiante de doctorado en Historia, en la Especialidad - Representaciones, Poderes y Prácticas Culturales, en la Universidade Aberta de Lisboa. Licenciada en Investigación Social Aplicada por la Universidade Moderna de Lisboa, Postgrado en Imagem, Protocolo e Organização de Eventos por la Universidade Europeia de Lisboa, Master Experto en Protocolo, por la Esneca Business School de Madrid. Magíster en Protocolo Diplomático Internacional, con Certificado Universitario Internacional de la Universidad Católica de Cuyo, Argentina. Miembro de la Sociedad de Estudios Institucionales. Académica Correspondiente de la Academia Internacional de Protocolo y Ceremonial.
[2] "símbolo", in Dicionário Priberam da Língua Portuguesa [em linha], 20 08 2023, https://dicionario.priberam.org/s%C3%ADmbolo. Origem etimológica: latim symbolus significa sinal, marca e /ou do grego súmbolon, -ou, significa cada uma das duas partes de um objeto.